El general retirado Juan María de Peñaranda, durante la entrevista
El general retirado Juan María de Peñaranda, durante la entrevista - Ernesto Agudo

El general Peñaranda: «Lo que ponía en peligro el régimen eran el propio régimen y la corrupción»

Relata en «Los Servicios Secretos de Carrero Blanco» su experiencia como agente de la época

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Durante un almuerzo con un personaje «de interés», al espía Juan María de Peñaranda se le encendió la luz de la grabadora que ocultaba en el bolsillo superior de su chaqueta. No fue la única ocasión en la que aquellos artilugios de hace más de 40 años le dejaban vendido ante su interlocutor. Mucho han cambiado las cosas desde aquel embrión de Servicio Secreto, que actuaba a las órdenes de Carrero Blanco, y el actual CNI capaz de controlar desde España movimientos yihadistas en el Sahel. Peñaranda recoge aquellas experiencias en «Los Servicios Secretos de Carrero Blanco. Los orígenes del CNI», segundo libro de una trilogía que se basa en su tesis universitaria: un trabajo al que dedicó 14 años, de 3.000 páginas, con unos 7.000 documentos y casi 1.500 entrevistas.

El temor a que el virus del «Mayo francés», en 1968, se propagara entre los universitarios españoles propició que el coronel José Ignacio San Martín recibiera el encargo de crear un equipo. «Se rodeó de 20, los mejores que había en el Ejército», recuerda Peñaranda. Así nació la Organización Contrasubversiva Nacional (OCN). «Era el seguimiento intelectual para enterarse de todo lo que estaba pasando en el mundo de la subversión, fueran curas, catedráticos... (...). La constitución apareció en una orden secreta. Actuaba en la clandestinidad». Eran momentos convulsos: el Gobierno había declarado el Estado de Excepción; en Barcelona intentaron tirar por la ventana al rector; se nombró a Añoveros obispo de Bilbao y a Setién, «que era separatista», auxiliar de San Sebastián. «Se realizó también un seguimiento de todo esto. Y se descubrieron zutabes en los que ETA glorifica a Setién». En definitiva, afirma el general retirado Peñaranda, «había una serie de sectores que estaban en una vía progresiva de enfrentamiento con el régimen de Franco». «¿Que si lo llegaron a poner en peligro?, no», niega rotundo. «La verdad es que en aquellos años lo que estaba poniendo en peligro el régimen era el propio régimen. La Secretaría General del Movimiento, que tenía que impulsar el espíritu nacional en los jóvenes, no lo hacía. Y luego estaba la gran cantidad de corruptelas». «Entonces -recuerda- Carrero le ordenó a San Martín que empezara a ocuparse de la corrupción, de reorganizar la Administración. Y ¿qué sabíamos los que estábamos en el grupo de todo esto?».

Faltaba información

«Carrero estaba preocupado por el INI, ¿se suprime o no? De este organismo dependían 200 o 300 empresas y cada una con 20 o 30 consejeros. Todos cobrando. El almirante pensaba que eso había que corregir». Así pues, subraya el general Peñaranda, «el foco de la pérdida de credibilidad estaba dentro del régimen. No digo que el rojerío y los comunistas no tuvieran fuerza, pero eran cuatro gatos que no se movían mucho porque no querían que se les viera».

«San Martín se dió cuenta de que nos faltaba información de calidad, no nos valía la que había en los ministerios. ¿Cuál era la solución? Entrevistarse con los presidentes de los bancos, o de otras importantes instituciones, con los hombres más influyentes. Y la información se la dábamos a Carrero y en base a ella tomaba decisiones». Es más, precisa el exagente secreto, «esas entrevistas nos dieron tal cantidad de información que se decidió hacer una especie de archivo de personalidades». Y así se creó el archivo Jano, como el dios griego de las dos caras, porque incluía «gente provechosa» y opositores al franquismo, incluidos terroristas. «Nos fijamos archivar 10.000 personas. Pero llegamos a unas 8.800. De ellas, 8.000 eran gente aprovechable, joven, y el pico lo completaban comunistas, terroristas». «¿Qué le pasaba a Carrero? Pues que cuando tenía que hacer un cambio de gobierno pensaba en gente de 60 años. Y cuando San Martín le informaba de alguien brillantísimo, pero de 42, decía ¡pero por Dios!».

«Era impresionante las atenciones que recibíamos de las personas a las que íbamos a ver. La gente empezaba a saber qué era eso del Servicio de Presidencia y muchos venían ya con su currículum». Ahí se enmarca la «operación Promesa». «Se trataba de hacer listas con personas que prometían y podían estar en gobiernos sucesivos. Nos comprometimos a llegar a 200 personas aprovechables. Estaban metidos Fraga, Pío Cabanillas, Tamames...». En 1972 se crea ya el Seced como superestructura formalizada en el Boletín Oficial, pero la OCN siguió operativa en la clandestinidad.

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