Hughes - Elecciones - GeneralesSensación general de empobrecimiento

La campaña parecía una serie que los guionistas animaban con encuestas, trackings, y globos sonda sobre pactos

Hughes
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La campaña parecía una serie que los guionistas animaban con encuestas, trackings, y globos sonda sobre pactos. El mismo partido que iba directo a ganar «perdía fuerza» y era cuarto. Sin explicar ni cómo ni por qué. Se han movido sobre dos ejes: lo nuevo/viejo, la izquierda/derecha. Mejor los muy fijados: PP y Podemos. Más dificultades Ciudadanos con ese coqueteo entre la ruptura y el decirse herederos del 78, y aún mayores las de Sánchez al pronunciar la palabra «cambio».

Si la campaña dura dos meses más el PSOE no andaluz desaparece. Sánchez salió a la ofensiva en cada debate y de todos regresó como el Quijote, molido. Cuando creía que con decir «federalismo» resolvía sus problemas territoriales, surge Podemos con su unión de periferias rupturistas.

La inercia, el flow postzapateril es de ellos.

Pese al tabú de la corrupción, el PP hizo una buena campaña. Rajoy se acercó a lo popular por la vía rápida: efecto Carrusel, efecto Bertín, efecto La Pera. Tanto se acercó que acabó descubriendo de cerca el marxismo-ninismo ambiental. Un PP con sordina que manejó bien la aritmética de los pactos. Todos los escenarios llamaban a su votante.

Rivera se fue cansando. Su campaña acabó cuando nos llegó al móvil un viral de alguien desnudo -Adán playero- que se le parecía. Se cerraba el círculo: del cuerpo al cuerpo. Iglesias empezó como Varoufakis y acabó como Rita Irasema. ¿Quién se movió más hacia el otro, PSOE o Podemos? Terminó con Revilla comiendo sobaos, el pan ácimo del populismo. Pasaron mucho tiempo en las teles, demasiado, como raquelbollos de La Sexta. Y los otros fueron empujados al espacio exterior: Garzón cogió su bufanda y salió a asustar al capital como a una vieja; y Herzog se inventó un centrismo solitario y melancólico «entre dos bloques».

La campaña retrasa el advenimiento comercial de la Navidad, y nos deja el pactismo para las cenas familiares. El optimismo tiene más prestigio, pero la sensación general es de empobrecimiento, con unas propuestas económicas absurdas que nos llevan a la marginalidad occidental -asustar a la Merkel mola de repente. Y a Podemos, al que votarán amigos y parientes, no se le ha exigido la plena aclaración de su influjo venezolano. Pero como diría A. Burgos: No passssa nada.

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