Elecciones - Catalanas

La hora decisiva de la Cataluña no nacionalista

Lo que se vota hoy no es la quimera de la independencia catalana, sino la calidad de la democracia en Cataluña

Los candidatos de las elecciones catalanas posando
Los candidatos de las elecciones catalanas posando - efe

LOS partidos y grupos nacionalistas que apoyan la independencia de Cataluña han logrado que las elecciones autonómicas que se celebran hoy sean, de hecho, un emplazamiento a los catalanes sobre la secesión. Legalmente no son más que comicios para formar el Parlamento que elegirá al nuevo gobierno autonómico, pero tras este mensaje formalista late la realidad política que se vive en Cataluña.

Las elecciones de hoy son el formato legal que le han puesto los nacionalistas al referendo ilegal del 9-N del pasado año. Entonces y hoy la independencia es igualmente imposible, pero esta certeza no debería disuadir a los votantes no nacionalistas de acudir a las urnas, porque son ellos los que real y directamente están en peligro de desaparecer como sujetos políticos de Cataluña. Todo nacionalismo de tendencia totalitaria busca, en primer lugar, la homogeneidad del pueblo al que dice representar, y para asegurar esa identificación tan peligrosa entre pueblo e ideología hay que acallar la disidencia. El primer objetivo de las fuerzas separatistas en el día de hoy es condenar a la Cataluña no separatista al ostracismo interior. Es silenciar su voz para que no enturbie próximos desafíos separatistas. Es deslegitimar como los nuevos «enemigos del pueblo» a los que se han manifestado contra la independencia. El adversario de las candidaturas independentistas no es ni el Gobierno de Mariano Rajoy ni la Constitución de 1978; es la sociedad catalana no separatista, que hoy se juega su existencia política en Cataluña.

Cada votante no nacionalista debe tomarse su participación en las elecciones como un acto de legítima defensa frente a unas opciones separatistas. Si estas ganan, no podrán separar a Cataluña de España, es cierto, pero podrán hacer la vida muy difícil dentro de Cataluña. Lo que se vota hoy no es la quimera de la independencia catalana, sino la calidad de la democracia en Cataluña. Hoy se vota si en Cataluña se cumplirán o no las leyes y la Constitución, si habrá o no respeto a la pluralidad en los medios públicos de comunicación, si el sistema educativo seguirá o no al servicio del nacionalismo, si los catalanes vivirán o no en un Estado de Derecho, si habrá o no cohesión de la sociedad o si será posible o no la igualdad efectiva sin discriminaciones lingüísticas. Hoy también se vota si se declara la impunidad política de la corrupción endémica del régimen nacionalista o se abre la puerta a una regeneración tan difícil como necesaria. La Cataluña burguesa, acomodada y empresarial también habrá de valorar si su habitual complacencia con el nacionalismo le compensa tanto como para entregar el poder autonómico de los próximos cuatro años a una amalgama de siglas que incluye partidos de izquierda extrema.

Cada votante no independentista puede darle la vuelta al plebiscito que le han montado Artur Mas y sus socios separatistas. Esos votantes solo podrán hacerlo si acuden a las urnas hoy masivamente y dejan de encogerse de hombros ante el fatalismo nacionalista. A ellos les corresponde votar, porque cuantos más sean más difícil le será al separatismo atribuirse el monopolio de la representación catalana. Y a partir de mañana, si el nacionalismo alcanza sus expectativas, será el turno de las instituciones del Estado, no para hacer frente a los resultados de los comicios, que son intocables, sino para impedir que la gestión que el separatismo quiera hacer de los votos y de los escaños ponga en peligro la unidad de España y la integridad de su Constitución.

El problema del secesionismo en Cataluña no es culpa de la Constitución ni de las limitaciones –que no existen– del régimen autonómico, desarrollado en España por encima de las pautas del federalismo europeo. Tiene más que ver con el oxígeno aportado a esa causa en los pactos del PSC con ERC y con las componendas de Zapatero y CiU con el Estatuto de 2006, anulado en sus preceptos soberanistas por el Tribunal Constitucional. Los nacionalistas catalanes no buscan acomodarse en una nueva Constitución, sino salir de ella, cualquiera que sea. Por eso cada voto no separatista es hoy fundamental, porque sí está en juego la libertad.

Toda la actualidad en portada

comentarios