Trump, durante un mitin en Washington
Trump, durante un mitin en Washington - REUTERS

Trump ficha a dos radicales para remontar las encuestas

El magnate enfila la campaña a la Casa Blanca manteniéndose fiel a sí mismo

CORRESPONSAL EN N UEVA YORK Actualizado: Guardar
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Donald Trump ha sacudido la cúpula de su equipo de campaña con dos incorporaciones que apuntan a un final de la carrera por la presidencia de EE.UU. de alto voltaje y con el multimillonario neoyorquino todavía más deslenguado. El candidato republicano ha fichado a Stephen Bannon, un exbanquero que preside la plataforma mediática conservadora Breitbart News -que ha apoyado a Trump desde las primarias-, y a Kellyanne Conway, una especialista en demoscopia, cercana a Trump y que ha formado parte de la campaña. Bannon tendrá el cargo de director general de la campaña y Conway será jefa de campaña.

Las incorporaciones suponen una degradación de hecho de Paul Manafort, presidente de la campaña y hasta ahora mano derecha de Trump.

Manafort conserva su cargo, pero los círculos cercanos a Trump reconocen que su poder se verá diluido.

«Trumpismo» en estado puro

La «crisis de gobierno» de la campaña de Trump ofrece pistas claras sobre cómo será la recta final del asalto a la Casa Blanca: «trumpismo» en estado puro. Los sectores moderados del partido republicano confiaban en que adoptara un estilo más comedido, con un tono presidencial, una vez confirmada su nominación en la convención de Cleveland de mediados de julio. Pero no se habían cumplido dos semanas de su ungimiento y ya se había metido en varios charcos profundos: solicitó a Rusia que «hackeara» el email de Hillary Clinton, atacó a la familia de un soldado musulmán estadounidense muerto en Irak, se negó a dar su apoyo a pesos pesados del partido como Paul Ryan y John McCain, sugirió una revuelta de los propietarios de armas contra Clinton, advirtió de que las elecciones están «amañadas»…

La espiral de polémicas en la que se vio envuelto Trump causó una desbandada en su partido: desde finales de julio se han multiplicado las deserciones de cargos públicos y veteranos republicanos, se han firmado cartas de repulsa a las propuestas de Trump, los mismos conservadores le han acusado de ser un peligro para la seguridad de EE.UU. y el partido ha amenazado con dejar de destinar recursos a la campaña presidencial y dedicarlos a las elecciones de legisladores al Congreso, donde se juegan conservar su mayoría en la Cámara de Representantes y, sobre todo, en el Senado.

En los últimos días, Trump parecía haber bajado el tono. Ofreció dos discursos con planes para su presidencia -uno centrado en economía, el segundo en política exterior-, ambos leídos -cuando no improvisa su torrente de exabruptos se domestica- y con aire reposado. Parecía responder a los llamamientos de hombres fuertes republicanos -como Ryan, que preside la Cámara de Representantes, o de Reince Priebus, presidente del partido- para que centrara su discurso en sus propuestas y en ataques a Clinton.

Controlado

Pero los cambios en su equipo no invitan a pensar que ese será el camino de aquí en adelante. Al parecer, Trump se sentía «encajonado» y «controlado» por la gente que tenía a su alrededor, según aseguraron algunos de sus asesores a «The Washington Post». Con Bannon -un activista antiestablishment, populista y nacionalista- y Conway -en esa misma línea-, el candidato no encontrará voces que intenten atemperar su estilo, sino que alentarán que sea más Trump que nunca.

Quizá los malos resultados en las encuestas y la debacle en algunos estados clave -la última encuesta en Virginia le da una ventaja a Clinton de 14 puntos- ha tenido que ver en los cambios. Quizá las informaciones de Manafort sobre sus relaciones con un partido prorruso en Ucrania también han contribuido. O quizá simplemente Trump quiere ser fiel a sí mismo y morir matando.

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