Tribuna: Ciudad abierta

Sobre abejas, avispas y urbanismo

Marcos Sánchez Foncueva reivindica los cambios en el marco urbanístico y la importancia de que las administraciones entiendan «que lo simple, lejos de ser lo fácil, es complicado de alcanzar y siempre requiere esfuerzo»

Marcos Sánchez Foncueva

Decía el historiador Tomas Fuller que todo es muy difícil antes de ser sencillo. Y ese camino de lo sencillo parece, de un tiempo a esta parte, que quiere empezar a transitarlo el urbanismo español. Afortunadamente las administraciones empiezan a entender que lo simple, lejos de ser lo fácil, es complicado de alcanzar y siempre requiere esfuerzo, dedicación y mucho trabajo. El resultado de ese trabajo es aritméticamente proporcional al desempeño. Cualquiera que dedique su trabajo y su tiempo al urbanismo conoce bien que el mayor pecado que hemos cometido en el último medio siglo, llevado al más absurdo de sus extremos en las dos últimas décadas, ha sido el de edificar un sistema cada vez más complejo, confuso, laberíntico, incluso rebuscado; cada vez más alejado de lo sencillo, incluso de lo factible. Lejos de buscar un sistema constructivo de nuestro sistema urbanístico racional y razonable, con una estructura sólida sobre la que ir actualizando y adaptando las normas, demoliendo lo antiguo u obsoleto sin necesidad de afectar a la estructura, para incorporar aquello que mejore el conjunto, nos hemos obcecado con los límites, con lo ya reglado, con seguir añadiendo mole a lo inservible, pero sin tocarlo, complicándolo todo cada vez más y generando la jungla normativa en la que hoy nos abrimos camino a machetazos.

En un mundo cada vez más inclinado a la sostenibilidad, poco hemos aprendido de aquello que pretendemos proteger. Jamás la naturaleza crea estructuras complejas que no se puedan sostener. La geometría, la razón, la lógica, lo sencillo se encuentra en todo lo que genera. Vean un panal de abejas o de avispas , sus celdas hexagonales capaces de aprovechar y recuperar toda la energía, todo el espacio y de que el panal funcione como un todo orgánico, pudiendo crecer o comprimirse sin afectar a su estructura y desarrollo . Nuestro sistema urbanístico es ejemplo de exactamente lo contrario, por eso ha colapsado . El propio miedo a los límites, la estructura de la propiedad y la dicotomía entre ese derecho y su límite, un sistema de garantías generado no para atender al todo, sino a la parte, cuando no a la anécdota, que hace imposible su evolución armónica; nuestro complicado sistema de atribución competencial en la que queda excluida, por su definición, la creación de un sistema regulatorio homologable en todos los territorios; el fatalismo de un sistema que impide la generación de nuevas celdas en el panal y la demolición de otras para adecuarse a las necesidades de sus habitantes.

Me permito ahora insistir en la apuntada regulación de unas garantías que más que proteger la estructura normativa generada, lo que hacen es ponerla en permanente riesgo. Todo lo edificado se pone en función de cada una de las partes y si una de estas fracasa todo se hunde. En tal sentido, la acción pública ha de ser objeto de una profunda revisión y reformulación en materia de urbanismo. No puede seguir aplicándose como hasta ahora. El hecho de que cualquiera se proclame interesado, sin prácticamente ningún requisito más que fundamente su reclamación, puede llevar al descalabro de los instrumentos urbanísticos elaborados para continuar añadiendo celdas al panal, poniéndose en riesgo así a todo el panal, pues normalmente implicará que las celdas hexagonales sobre las que se añade una nueva están igualmente viciadas y, en consecuencia, condenadas, afectando sucesivamente a todas aquellas sobre las que se apoya o edifica. Así ha venido actuando la nulidad en cascada de los instrumentos urbanísticos en los últimos tiempos, generando la extrema inseguridad jurídica a que nos hemos visto inexorablemente abocados. Se ha permitido a las avispas opinar y reclamar sobre y contra el panal construido por las abejas por el simple hecho de que las avispas también construyen panales y no considerando, siquiera remotamente, que los intereses de las avispas distan mucho de procurar el bienestar de la colonia de abejas, sabiendo que son sus enemigas naturales.

Por todo ello entiendo que el urbanismo español abraza con extraordinario interés , por esperado y necesario, el Anteproyecto de Ley por el que se modifica la Ley del Suelo para reforzar la seguridad jurídica en el ámbito de la planificación territorial y urbanística. Sin más espacio hoy para desgranar sus objetivos, he de señalar que una mayor ambición hubiera sido aún más agradecida. Con todo, nos conformamos, por supuesto, con un primer paso. Viene a poner un cierto orden en aquella jungla y a procurar que sea algo más fácil mantener la estructura urbanística sobre la que continuar edificando el sistema. Sigamos dando pasos, busquemos esa sencillez, aun sabiendo que esta será siempre sinónimo de trabajo duro. Las avispas continuarán cerca, acechando.

Marcos Sánchez Foncueva es CEO de la Junta de Compensación de Valdebebas

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