¿Cómo siempre, optimista?

Si lo miramos con algo de perspectiva, todos los augurios de los últimos años se han quedado por el camino. Puede que algún día se termine el mundo. Pero entonces quizá hay que tomárselo como Chavela Vargas: bailando

La presidenta del Bundesbank, Christine Lagarde AFP
José Ramón Iturriaga

José Ramón Iturriaga

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El otro día me preguntaban por cómo veía las cosas y la coletilla con la que terminó la pregunta me dio pie para estas líneas: «Joserra, cómo ves las cosas, cómo siempre optimista?»

Y la verdad es que no es algo para nada buscado, pero es así, tiendo a ver el lado bueno de las cosas. O mejor dicho, tiendo a destacar las cosas buenas que normalmente quedan enterradas por la vorágine del día a día. No se trata de que el vaso esté medio lleno sino de que no nos dejemos llevar para darnos cuenta que en la mayoría de las veces está a la mitad.

Hay una tendencia muy clara en los medios de comunicación a destacar las noticias negativas. En cierta medida, las malas noticias son más noticias. Un ejemplo. La semana pasada, uno de los líderes de opinión españoles enlazaba la mejoría de los datos de contagios -tras varias semanas en las que su línea editorial ha sido especialmente negativa- con el conflicto en Ucrania. Vino a decir que no se me vengan arriba por los mejores datos de Ómicron porque los rusos cogen el relevo en lo que a malas noticias se refiere.

Y lo anterior es solo un ejemplo. Basta ver las noticias cualquier día para darse cuenta cómo las buenas noticias si se comentan, se comentan siempre con sospecha.

Quién nos hubiera dicho hace sólo unos meses que la recuperación económica iba a ser como ha sido. O que la tan cacareada derogación de la reforma laboral iba acabar como ha acabado. O que las vacunas se iban a desarrollar a la velocidad a la que se han desarrollado.

Si lo miramos con algo de perspectiva, todos los augurios de los últimos años se han quedado por el camino. Puede que algún día se termine el mundo. Pero entonces quizá hay que tomárselo como Chavela Vargas: bailando. Entretanto optimista como siempre.

Alemania paga por emitir deuda

Por primera vez desde 2019, el tipo de interés que paga Alemania por endeudarse se fue por encima de cero la semana pasada. Es un hito importante que aunque tenga más valor simbólico que otra cosa supone un paso en la normalización de la percepción del riesgo tras unos años en los que hemos vivido fuera de lo que explican los manuales. Hasta la semana pasada a los alemanes el emitir deuda pública no les costaba nada. Todo lo contrario, les salía a cuenta. Se endeudaban en 100 y al cabo de 10 años no tenían que devolver más sino menos, un gran negocio. Una situación anómala que ha sido consecuencia de las políticas que los bancos centrales se han visto obligados a seguir. Y menos mal que lo han hecho. La alternativa hubiera sido construir sobre las cenizas, lo que desde luego hubiera sido mucho más doloroso. En cualquier caso, hay que celebrar que los tipos vuelvan al terreno positivo. Que los bancos centrales, de forma muy ordenada, empiecen a desandar el camino andado es muy buena noticia. Señala que empiezan a ver las cosas más claras y eso tras lo vivido últimamente solo tiene una lectura.

En cualquier caso, lógicamente esto no es inocuo para los mercados. Se ha producido un movimiento de placas tectónicas que, ahora, empiezan a revertir. Evidentemente los banqueros centrales han sido en todo momento conscientes de los riesgo de mantener los tipos extraordinariamente bajos pero con muy buen criterio lo han asumido porque ha servido para que el desenlace en los últimos años no haya sido dramático. Bien hecho.

Salvo catástrofe, los bancos centrales con la Reserva Federal a la cabeza van a continuar levantando el pie del acelerador. Subidas de tipos sumadas a reducciones de balances extraordinariamente grandes van a ser el signo de los próximos tiempos. Y el camino que queda por recorrer es mucho. Desde luego no tiene pinta de que vayamos a volver a los niveles previos a la gran crisis financiera. Pero aunque lo que finalmente se deshaga sea solo una parte de lo hecho, las consecuencias son muchas. Previsiblemente y visto el temple que han demostrado los banqueros centrales es probable que se haga de forma ordenada y anunciada con tiempo. Pero no es descartable, viendo donde está la inflación, de miedo a pasarse de frenada. En el comportamiento de los distintos activos en las últimas semanas tenemos una muy buena pista de lo que puede pasar a futuro. Y aunque ahora nos pueda parecer poco verosimil por lo que ha hecho el mercado en los últimos años, es prácticamente el espejo de lo que han hecho. Pensado fríamente tiene toda su lógica. Son los activos olvidados de la mano de Dios los que van a coger el relevo a los que hasta ahora lo han hecho extraordinariamente bien. Los tipos en positivo es una, otra, señal de que la repreciación de todos los activos está en marcha. Se le puede o no hacer caso. Allá cada uno.

Y si la bolsa americana cae, qué pasa con la española

Este es uno de los argumentos habituales que se emplea para no invertir en Bolsa española. No hay duda de que la española es de las que peor comportamiento ha tenido. Pero no porque la Bolsa americana corrija lo tiene que hacer la Bolsa española. Y el arranque de año es una buena prueba de ello. El índice tecnológico americano desde máximos de hace pocas semanas ha caído más de un 10%. La caída del índice de pequeñas compañía ha sido todavía más abultada. Y sin embargo la bolsa española en las últimas semanas ha levantado cabeza desde los mínimos de principios de diciembre y es de los índices de países desarrollados que mejor comportamiento está teniendo este año.

El sesgo sectorial de la Bolsa española es claro. Hay pocas empresas de las que en el argot se llaman de crecimiento. Hay pocas tenológicas puras. Y una de la más reconocidas, Amadeus, por las circunstancias concretas de la última crisis ha sufrido mucho. El sesgo a banca, inmobiliario en sus distintas versiones, compañías de materias primas y otras versiones de compañías cíclicas es enorme. La otra gran pata del índice son las ‘utilities’ en su definición amplia. Así las cosas, el comportamiento del índice ha sido el que ha sido en los últimos años. Pero si somos capaces de coger algo de distancia, el comportamiento del Ibex35 en los útimos 30 evidencia cuales son los motores del mismo. Se pueden diferenciar tres grandes periodos. Uno primero hasta el año 2000 que vino marcado por la burbuja tecnológica y en el que todo giraba alrededor de Telefónica. El índice era solo la compañía de telecomunicaciones. A partir de entonces, el comportamiento que tuvo hasta 2008 es mejor reflejo de la esencia del mismo. En un entorno de tipos negativos, el liderazgo lo cogieron los sectores más cíclicos: bancos, constructoras, materias primas.

Y el último periodo y que tenemos más cercano es el que abarca de 2008 hasta ahora. Desde entonces cada amago de recuperación lo ha truncado algún evento en clave macro que ha devuelto al índice prácticamente a la casilla de salida. Pero si como parece después de diez años gestionando miseria se termina pasando página a este periodo absolutamente extraordinario que nos ha tocado vivir, las razones que lo llevaron a brillar con luz propia hasta el año 2008 vuelven a estar vigentes.

El primer paso de esa eventual reversión a la media puede que ya se haya dado. Lo que está pasando con los tipos de interés es una buena señal. El hecho de que los bancos centrales empiecen a deshacer lo hecho hasta ahora es importante. Los tipos de interés reales negativos, los servicios recuperando el terreno perdido, las cuentas de resultados reflejándolo y las valoraciones, sientan las bases para que lo que hemos vivido en las últimas semanas sea el principio de algo. Que no nos sorprenda si lo empieza a hacer mejor. Las razones para que esto sea así son las que son -normalización de tipos de interés y recuperación económica- y puede que ya estén lanzados.

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