La burbuja inmobiliaria sobrevuela el «milagro» portugués

La demanda externa sigue calentado los precios y el crédito hipotecario se acelera

Antonio Costa, primer ministro de Portugal EFE
Francisco Chacón

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Nubarrones inmobiliarios sobrevuelan sobre el «milagro económico» portugués. El país se encuentra al borde de una segunda burbuja vinculada al ladrillo. Y su origen está en la alta demanda externa. El alza de precios alcanza tales niveles que los ciudadanos locales tienen muchas dificultades para acceder a una vivienda, tanto en compra como en alquiler. Son los extranjeros quienes tiran del mercado. Un contundente dato revela el fracaso de los intentos del Gobierno luso de frenar la escalada: solo en Lisboa se han incrementado un 78% los precios de las rentas en los últimos tres años.

Atraídas por las ventajas fiscales, las fortunas de numerosos países buscan la calidad de vida que ofrece Portugal , comenzando por la clase media alta de Brasil . Hasta el punto de que el número de brasileños residentes en Lisboa o en Oporto ha crecido un 43%. Hablan el mismo idioma y así pueden dar el ansiado salto a suelo europeo. Franceses, británicos y chinos siguen después en la lista de compradores, aunque cada vez hay más españoles que se deciden a cruzar la frontera. Incluso las consultoras manejan informes relativos a un aumento debido a los temores económicos (subida de impuestos, etc.) despertados por la irrupción de Unidas Podemos en el Gobierno.

El caso es que la concesión de hipotecas no deja de crecer. De hecho, estos préstamos superaron los 8.500 millones en los tres primeros trimestres del año pasado, un 5% más que en el mismo periodo anterior. ¿Para qué alquilar un piso a un habitante local que tira a la baja en la negociación si te lo quitan de las manos los turistas? ¿Para qué permitir que languidezcan las propiedades en el fondo de las inmobiliarias si los brasileños que desean escapar de la inseguridad o los ingleses que huyen del Brexit están dispuestos a comprar al contado sin rechistar? Estos dos interrogantes flotan en el aire y explican el comportamiento del mercado en un país que está de moda en el mundo.

Si Madonna, que vive junto al mirador lisboeta de Santa Catarina, cuelga en las redes una fotografía suya en las calles de la capital lusa, sus millones de seguidores toman nota… y hasta «The New York Times» le ha dedicado una doble página, lo cual desemboca en la llegada de cada vez más norteamericanos . Nada extraño, por tanto, que se disparen no solo las reservas hoteleras sino las búsquedas de una residencia en territorio luso, convertido en una suerte de Xanadú inmobiliario.

Alquiler vitalicio

Para intentar templar en este panorama, el Ejecutivo de Antonio Costa se ha sacado de la manga una medida a la desesperada para tratar de que el mercado se enfríe: ya está en vigor el denominado Derecho Real de Vivienda Duradera , es decir, contratos de alquiler con carácter vitalicio. El decreto-ley reconoce el derecho a residir sin límite de tiempo en una vivienda ajena, siempre que el contrato entre el propietario y el inquilino así lo refleje. Para ello, deberá efectuarse un depósito inicial que oscilará entre el 10% y el 20% del valor del inmueble, así como desembolsar una determinada prestación mensual que se actualizará según la inflación.

Tal vez el punto más polémico es que al propietario no le asistirá la potestad de romper el acuerdo, ya que la normativa establece que esa capacidad residirá únicamente en manos del inquilino. Solo entonces podrá recuperar su depósito, bien de manera total o parcial, según el periodo transcurrido desde la firma del contrato. Esta circunstancia se traduce en que si el inquilino en cuestión no interrumpe antes el contrato, el mismo extenderá su vigencia hasta el día de su fallecimiento .

La iniciativa se concibe como una fórmula que puede aliviar a los habitantes locales, en vista de que se suceden de norte a sur las manifestaciones reclamando no ser expulsados de los centros de las ciudades por los precios prohibitivos. Con todo, queda por comprobar el impacto real de esta solución que más parece un parche que otra cosa. El tiempo apremia y la burbuja sobre burbuja está causando estragos en la población.

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