Los algoritmos desconocidos que hunden la Bolsa

Grandes fondos usan la tecnología para «apostar» a que una acción bajará de precio

Daniel Caballero

De 10.000 a 6.000 puntos. El desplome fue evidente en el Ibex 35 entre febrero y marzo. Los mercados no aguantaron el envite de la crisis del Covid-19, aunque entonces hubo también ciertos fondos de inversión que «apostaron» a la baja. Los llamados «hedge funds» que utilizan sus conocimientos para ponerse cortos y hundir ciertas cotizaciones. Y no solo sus conocimientos, sino también su tecnología. Porque muchos de ellos usan algoritmos expresamente diseñados para ellos para operar en Bolsa. Los modelos matemáticos puestos al servicio de la inversión.

«Cuando alguien toma una posición corta es porque tiene una expectativa bajista sobre el valor, y quiere tomar posición en el mercado para tratar de aprovechar esa expectativa de caídas. Para los sistemas automáticos de ‘‘trading’’, el poder tomar esas posiciones permite construir un gran rango de estrategias distintas, no solo bajistas», dice Óscar Gil Flores, profesor del Máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB. Los algoritmos, en suma, no solo se utilizan para los bajistas, pero por su efecto sobre ciertos valores resulta una operativa más llamativa. En ocasiones son personas las que optan por una posición, pero en otras es un algoritmo el que decide abrir o cerrar una inversión.

Marshall Wace es uno de los bajistas que utilizan esta tecnología. Estos meses ha atacado a ACS, CIE Automotive, Meliá, Naturgy... Su actividad ha sido constante. También usan estos mecanismos otros como Two Sigma, Capula o D. E. Shaw, este último bastante activo hace años en la Bolsa española, según fuentes financieras. Asimismo, en el recuerdo están los ataques que sufrió Banco Popular meses antes de su caída por parte de los bajistas.

Complejo funcionamiento

Pero, realmente, ¿cómo funcionan estos algoritmos? Rui da Mota, consultor del área de Análisis Económico y de Mercados y experto en renta variable de Afi, lo explica con un ejemplo. Quien diseña el algoritmo lo hace con unas determinadas reglas que debe seguir para lanzar órdenes automáticas; es mucho más rápido en detectar patrones y ejecutar la posición que una persona. Se puede programar a la «máquina» para que el fondo se ponga corto cuando, por ejemplo, un banco central baje los tipos de interés, sumado a la subida del barril de Brent en un porcentaje predefinido y determinadas tendencias en Google por noticias en Prensa. Cuando se den todas las variables que puede detectar el algoritmo, se invertirá en determinada acción, al alza o a la baja. Una simulación muy burda, pero que sirve para ilustrar su funcionamiento. En la práctica, los algoritmos son capaces de «hacer cosas muy complicadas», según Da Mota, al valorar miles de variables en cuestión de milisegundos para tomar una decisión. Y no solamente sobre acciones, sino también con respecto a materias primas, deuda corporativa... Mientras una persona puede moverse por intuición, un ordenador lo hace en función de los datos que recibe. Porque estas herramientas ni siquiera las diseñan expertos en finanzas, sino ingenieros o matemáticos.

Además, la operativa de estos fondos de inversión tiene una particularidad: intentan ubicar sus ordenadores lo más cerca posible físicamente de las sedes de las diferentes Bolsas, donde se ejecutan las operaciones. Cuanto menor sea la distancia con la sede bursátil, más rápido se ejecutarán las órdenes. «Combinan una enorme capacidad computacional, acceso a inmensas cantidades de información de todo tipo de forma instantánea, tecnología punta de comunicación que, unida en algunos casos a la proximidad física a las propias cámaras de contratación, les garanticen inmediatez de ejecución, y, finalmente, sofisticadas técnicas matemáticas y estadísticas desarrolladas a través de metodologías de autoaprendizaje», explica Igor Alonso, partner de Accurate Quant. Una «máquina» perfectamente engrasada sin posibilidades de fallo.

Fluctuaciones del mercado

«Cuando un sistema algorítmico detecta oportunidades, generalmente a partir de aspectos cuantitativos de los activos, lanza órdenes automáticas de compra y/o venta», explica Gil Flores. Y añade: «Cuanto más volumen generen estas órdenes y más parecidas sean las señales de compra y venta entre distintos sistemas, más amplifican estas órdenes los movimientos del mercado». A más movimientos de esta índole, mayor será la capacidad de hacer fluctuar un valor. En todo caso, las fuentes consultadas destacan que esta es una práctica totalmente legal, y cada vez más generalizada. Renaissance Technologies fue el pionero en su utilización, un «hedge fund» de Nueva York creado por Jim Simons, nutrido por matemáticos e ingenieros.

«Es cierto que programando podremos hacer muchas más cosas que las que podríamos hacer manualmente; es complicado lanzar 1.000 órdenes en un minuto, esto solo está al alcance de ordenadores, aunque eso no cambia el objetivo de las estrategias», indica Jesús Pérez, socio de Sersan Sistemas. Es decir, que el problema en sí no está en los algoritmos, sino en el diseño de las estrategias por parte del fondo. La «máquina» se limita a ejecutar, de manera precisa y siempre en función de reglas, lo que previamente los gestores han fijado. Y matiza: «Solo tendría impacto negativo si la caída del precio pudiera tener efecto en la confianza en la empresa y eso fuera lo que la llevara a perder negocio». De ahí que, en ocasiones, los bajistas puedan ser capaces de condicionar el devenir de una compañía, aunque esta debería venir ya con problemas para que las posiciones cortas sean el detonante de su caída.

Pese a todo, la operativa de estos «hedge funds» está muy monitorizada por parte de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV). Es más, al inicio de la pandemia en España se prohibieron los cortos durante dos meses, para evitar esas fluctuaciones en los mercados y que se aprovechara para tirar abajo el precio de las acciones. Una decisión necesaria a todas luces, según fuentes finacieras, que no estuvo tampoco exenta de polémica por su extensión en el tiempo; para unos el veto duró demsiado y para otros se levantó muy temprano.

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