Jaume Soler - Tripulante 18

Clásico descontrol

Por ejemplo la Puig Vela Clàssica Barcelona, que no es más que un evento de relaciones públicas

Estamos inmersos en plena temporada de regatas, es verano y apetece esto de salir a navegar, a pasear y en algunos casos, incluso a competir. Entre las regatas de crucero convencionales podríamos contar con los dedos de una mano, y hasta nos sobrarían, encontrar una flota de un nivel mínimo para no acabar siendo regatas sociales y locales, que así son la mayoría. Esto por un lado.

Luego están las regatas de vela clásica y de época, que cada año nace una nueva, no sé muy bien porque pero aparecen como setas, pero en las que, sinceramente, no acabo de pillarles el tranquillo del todo. Más que regatas, en mi opinión, son más eventos de exhibición y exhibicionismo más que de otra cosa. Es como hacer un rally de coches antiguos, pero extrapolado a los barcos. Todo es muy bonito, pero le falta algo, no sé muy bien el qué, pero algo le falta punch.

Si en los cruceros convencionales encontramos mil y una diferencias entre sí; en los clásicos creo que sería imposible de enumerarlas. Al final, como acostumbra a pasar, siempre ganan los mismos. Me contaba estos días un regatista durante la Semana Clásica de Puerto Sherry que en una de las jornadas había ganado un barco en concreto, y que con el rating que tenía, era imposible hacer nada. Esto también pasada en los cruceros corrientes, y no dudo que estará todo este tema muy estudiado y pensado para que sea lo más justo posible, pero al final, estas regatas son más para el disfrute visual y el de los propios regatistas participantes, más que de una competición deportiva. Y es que siempre le están dando vueltas de si fue el barco en el que Rainero de Mónaco y Grace Kelly pasaron su noche de bodas o si el otro fue el barco en el que había navegado Alfonso XIII o Don Juan. Que sí que está muy bien para la prensa rosa, pero es que ya las anécdotas son siempre las mismas.

Está por ejemplo la Puig Vela Clàssica Barcelona, que no es más que un evento de relaciones públicas para la marca de perfumes que es quién paga la fiesta. Da igual el resultado, pero es un encuentro más social que otra cosa, y por supuesto muy legítimo. Este año ha aparecido como por arte de magia una regata de los 15m en Sotogrande, extraña donde las haya, en un sitio sin tradición alguna, pero sí le ha servido a un peculiar personaje que manda en el Hispania para hacerle un feo a Puerto Sherry, que fue quién más le ayudó cuando deambulaba sin rumbo tras salir por patas de Mallorca. En Baleares hay dos clásicas más que ya se celebran casi por mimetismo, la del Club de Mar y la Copa del Rey en Menorca, que un año la apellidan Panerai y el otro Repsol.

Pero la que probablemente sea la regata más pura y auténtica entre los Clásicos, a lo mejor porque no tiene el vicio de las otras, es la Copa Gitana en la ría de Bilbao, la decana por excelencia con sus 114 años de historia.

Y por no hablar de las Fundaciones que en muchos casos se han creado alrededor de este mundillo de los Clásicos, para conseguir entre otras cosas subvenciones de dinero público de una forma más sencilla, con la excusa de que se trata de organizaciones sin ánimo de lucro. Me río yo de ello, claro.

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