Buena singladura, Jefe

Madrid Actualizado: Guardar
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Me emociono mucho cuando hablo de él, pero me emociono más cuando pienso en él. Siempre que alguien se marcha decimos lo bueno que era y destacamos las virtudes que tenía. En este caso, si hiciéramos esto, sería de verdad. No lo voy a hacer porque para mi, el Jefe no se ha marchado a ningún sitio. Siempre estará en mi corazón, en mi mente y en el horizonte de mis ojos.

Hombre cabal donde los haya, fiel a sí mismo y a sus seres queridos profesaba un especial amor por el mar y a todo lo que le rodeaba. Siempre se ha desvivido por los regatistas de a pie y jamás puso diferencias entre ellos. Querido por todos, sin excepción alguna, siempre tenía una sonrisa para cualquiera que se la pidiera.

Tenía devoción por la Reina y el Príncipe de Asturias era su ojito derecho. “Sus” barcos, los “Sirius”, el “Cochab”, los “Aifos” y el “Hispania”... todos los que tenía la Armada eran su vida. Desde la Comisión Naval de Regatas de la Armada trabajaba sin cesar, junto a su brazo “armado” Juan Carlos Rodríguez Toubes, por y para la vela de nuestro país.

Ha navegado casi hasta el último suspiro, a pesar de que ya casi no podía andar. El pasado fin de semana se celebró el XXV aniversario de la regata que lleva su nombre: Copa Almirante Marcial Sánchez Barcaiztégui Homenaje a la Armada Española, que organiza el Real Club Náutico de Valencia. Allí estaba el “Aifos”, el TP 52, que patronea Jaime Rodríguez Toubes. El “Aifos” cumplió con su obligación, que no es otra que “participar en las regatas y apoyar la vela”. Esa frase la ha dicho un millón de veces.

Cuando el “Aifos” ganó la Copa del Rey hace unos años, no se me olvidará nunca la cara de satisfacción que tenía. Con un vaso de vino en la mano, en la víspera de que el barco de la Armada ganara la regata más importante del Mediterráneo, me dijo: “Sabía que no me iba a morir sin ver a un barco de la Armada ganar la Copa del Rey”. Era su ilusión de toda la vida, aunque puso un pero a la victoria: “Si hubiera estado el Príncipe a bordo hubiera sido completa mi felicidad”.

Ahora, a sus 92 años, comienza una nueva singladura. El cielo le espera, porque seguro que ya está allí, desde donde seguirá cuidándonos y animándonos a continuar con su legado. Jefe, descansa en paz y buena singladura.

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