Open de Australia

El renacimiento de la bestia

El serbio encadena su tercer Grand Slam un año después de operarse el codo y vuelve a ser el tenista imbatible, como en 2011 y 2015

Novak Djokovic AFP

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Después de ganarlo todo en 2016, Novak Djokovic encontró el vacío. Una deriva en la que despidió a su entrenador de toda la vida, Marian Vajda, y buscó soluciones a la desesperada. Fichó a André Agassi, a Boris Becker y a Pepe Imaz con la única meta de volver a reecontrarse. El bajón anímico derivó en varias lesiones a lo largo del curso y también de 2017.

El codo fue el mayor de sus problemas . Tras probar diferentes alternativas, se operó en enero de 2018. Llegó a confesar que no quería seguir jugando. No con tanto sacrificio. No a ese nivel. Pero se dio cuenta de que para volver a ser él, debía tener a quienes lo habían construido. Regresó a su equipo de siempre, a su Vajda de siempre . Por fin, el soporte necesario para encontrar la salida.

Su 2018 tuvo mucho de paciencia, calma y confianza en que llegaría a ser quien quería ser, de nuevo un tenista competitivo que disfrutara de la raqueta sin la presión del palmarés. Nada más. Le costó varias decepciones -primeras rondas en Indian Wells, Miami, Barcelona, y segunda en el Mutua Madrid Open-, pero el serbio perseveró.

Cuando incluso él asumía que nunca volvería a ser el mismo, ni mucho menos aquel que dominó el planeta tenis con absoluta superioridad en 2011 (diez títulos, tres Grand Slams) y 2015 (once títulos, otros tres «grandes») , comenzó a ver la luz entre las nubes: semifinales en Roma, cuartos en Roland Garros, primera final en Queens y, en julio, Wimbledon. Primer gran título desde París 2016.

El renacimiento se completaba. Otra vez los rugidos, los agradecimientos y la sonrisa porque había vuelto a disfrutar, liberado por fin de la losa del dolor y redescubierta la ilusión por el tenis. Y completada la reconstrucción, subió de nivel : octavos en Canadá, título en Cincinnati y, en septiembre, corona en US Open, trofeo en Shanghái y finales en París Bercy y la Copa de Maestros. No era aquel de 2011 y 2015, ni lo necesitaba. Era de nuevo, y simplemente, Novak Djokovic, tenista feroz, hambriento de títulos como siempre , más libre que nunca tras probar los infiernos y salir vivo de ellos. Número 1 .

«Estoy intentando recordar cómo ha sido todo en este último año. Me operé a principios de 2018 y ahora he logrado todo esto. Ganar este Grand Slam otra vez es increíble», se emocionó en su discurso de campeón ayer, con su séptimo título en Australia , más que nadie; su tercer «grande» consecutivo; decimoquinto en su palmarés , tras una exhibición con la que doblegó al mejor Nadal , al que dejó en ocho juegos.

Tuvo palabras de halago al balear, que lo ha hecho mejor a fuerza de batallas. « Eres un ejemplo para mí, para los jóvenes . Eres la definición del espíritu de lucha». Pero es Australia su reino, como París es del español . Es 2019 su año, como 2011 y 2015. Solo acaba de empezar. «Puedo mantener este nivel», amenazó la mejor versión de Djokovic. Una más.

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