Fernando Rodríguez Lafuente

Del esperpento al milagro

La cosa es no perder el humor. Zidane es un genio en esto y su manera de vacilar no parece que tenga un límite

Fernando R. Lafuente

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Fue Ramón del Valle-Inclán quien en Luces de Bohemia sugirió que la única forma de contar y describir la realidad española era la deformación, y el ejemplo lo tomó de los espejos cóncavos y convexos que había en un café del Callejón del Gato madrileño. Esa mueca expresionista, exagerada y grotesca: esperpento.

Décadas después, un cineasta neoyorquino, Woody Allen, en una de sus múltiples y desiguales películas, le hará decir a uno de sus personajes, algo más o menos así: “Llevo veinte años visitando al psicoanalista, pero si este año no me cura, el próximo me iré a Lourdes”. Bueno, pues el Madrid, hace unos días en Abu Dabi, ofreció un auténtico recital de cómo se puede ir del callejón del Gato a Lourdes en modelo futbolístico.

De la mueca grotesca que mostró: una defensa que no defendía; una desidia un tanto vergonzante; una aprehendida superioridad y cierto desprecio hacia el contrario, además de una autocomplacencia patética, al ridículo, inmenso ridículo internacional y milagro posterior llegado de las brumosas tierras de Gales, bajo el nombre de Bale. Porque la cosa ya estaba, dado el esperpento primero, para el milagro. Y lo hubo. Después, como lo que vale es el resultado, pues, nada, a correr, y hoy el Gremio. La cosa es no perder el humor. Zidane es un genio en esto y su manera de vacilar no parece que tenga un límite.

Afirmó en la rueda de prensa posterior a la faena que Benzema cumplió. ¿Con qué? ¿Con quién? Si un nueve, después de las escandalosamente claras ocasiones de gol falladas, cumplió, entonces, igual que en Casablanca todos querían ir al bar de Ricks, en el Madrid, y no sólo en el Madrid, en las escuelas, en las empresas, en los colegios, en las fábricas, todos quieren ser Benzema. Veremos, en ese Guadiana en que se ha convertido el equipo, si frente al Gremio toca el día marrón o el día azul. Lo cierto es que con este andamiaje, ambivalencia, ánimo, y cúmulo de errores ante la puerta rival, en una semana llega el Barça. Partido en el que se juega seguir o no en LaLiga, con Benzema, claro.

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