Atenas 1896-La delegación americana: Graham, Connolly, Curtis, Blake y Burke, en el tren que casi peridió
Atenas 1896-La delegación americana: Graham, Connolly, Curtis, Blake y Burke, en el tren que casi peridió - olympic.org

Las desventuras del primer campeón olímpico de la era moderna

Después de un viaje de dos semanas, llegó a Atenas la noche antes de la inauguración y ganó el primer oro

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Se llamaba James Brendan Connolly. Nacido en 1868, de padres inmigrantes irlandeses, James creció en Boston. En su infancia ya dejó claro que apuntaba maneras para los deportes. A los 27 años consiguió una beca para ingresar en Harvard.

Era el año 1896, el elegido para revivir los antiguos Juegos Olímpicos en forma de un evento multideportivo e internacional, una idea promovida por El barón Pierre de Coubertin. La pasión de James era el atletismo, acababa de convertirse en plusmarquista nacional en las tres modalidades de salto, lo que le daba derecho a ir los juegos Olímpicos. Pero se celebraban en mitad del calendario universitario, así que Connolly presentó una solicitud para un permiso de ausencia de dos meses en Harvard y financiación para los gastos. Pero le fueron denegadas ambas cosas y decidió abandonar los estudios para poder competir.

Con otros nueve atletas el 8 de marzo de 1896 se dispone a partir en la nave alemana Barbarrosa, un buque de carga, rumbo a Atenas, donde se disputaría el encuentro deportivo entre los días 6 y el 15 de abril. Los responsables de la delegación estadounidense calculan que llegarán a su destino el 25 de marzo, después de completar el viaje en tren. Pero cometieron un torpe error. No tuvieron en cuenta que los griegos se regían por el calendario ortodoxo, desfasado respecto al romano, porque lo que el 25 de marzo, día de la llegada, era el 5 de abril griego, un día antes de la inauguración.

Ese día, la delegación americana estaba aún haciendo una escala de dos horas en Nápoles para coger el tren hacia Atenas. De repente, mientras están en la estación, un ladrón le roba la maleta a Connolly, que le persigue y le alcanza. Pero el ratero se había desecho del botín por el camino y no quiere decir dónde. Connolly le lleva a una comisaría convencido de que le ayudarán. Pero se equivoca.

Los policías le informan de que harán una minuciosa investigación y le prohíben dejar Nápoles hasta que concluya. La "excusa" de los juegos olímpicos no convence a los agentes. Así que Connolly escapa a la carrera ante la perspectiva de perder el tren. Cuando llega a la estación, ve con horror cómo el tren se aleja, ganando cada vez más velocidad. Acelera su carrera y en el último momento consigue aferrarse a las manos de dos de sus compañeros, que preocupados se habían desplazado al vagón de cola. Finalmente consiguen subirle. "Yo no lo sabía entonces, pero si hubiera perdido ese tren no habría llegado a Atenas a tiempo para los Juegos", escribió años después.

A las once de la noche llegan a Atenas, cuyos habitantes estaban en la calle festejan el inicio de los juegos. James tendrá doce horas, y no doce días como esperaba, para prepararse. A las tres de tarde se inicia la primera prueba, la de triple salto. Gran expectación. Cuando le toca el turno, dos saltadores han logrado 2,70 y 1252.

Pese al cansancio, Connolly los supera por más de un metro. 13,71. Se había convertido en el primer campeón olímpico de la era moderna, tras 1503 años de interrupción de las olimpiadas antiguas. Recibe una rama de laurel y una medalla de oro. Al día siguiente queda tercero en salto de longitud, y el día 8 consigue otra medalla de plata en salto de altura.

Pero lejos de lograr la fama, vuelve a casa con tres dólares y una maleta (nueva) en la que lleva tres diplomas olímpicos metidos en una caja de zapatos, una corona de olivo y veinte metros de seda para su madre. "Volví roto. Sin trabajo, sin dinero. Debía buscar la forma de ganarme la vida", contaba en sus memorias.

Desde la infancia le había gustado escribir. Así que prueba por ahí. Publica en dos periódicos de Boston y en otras revistas deportivas. Reclutado para guerra de Cuba de 1898, desde el frente americano escribe cartas a un amigo en las que le cuenta las penurias que pasan los soldados. El Boston Glove publica las cartas en primera plana. Al finalizar la guerra James es premiado por su labor en combate. Regresa con 25 kilos menos y tiene en perspectiva un trabajo como entrenador del club atlético Gloucester y una plaza en el equipo de fútbol americano. El duro entrenamiento le prepara para las olimpiadas de París de 1900.

Su trabajo no le da para mucho. Tiene viajar a Europa trabajando en un barco que transporta ganado. Al llegar a París, una semana antes de la competición, vive con 25 centavos al día. Su alimentación es frugal, por cuestiones económicas. Su alojamiento está a once kilómetros del estadio. Tiene que recorrerlos a pie, porque no le sobra ni un penique.

El 16 de julio de 1900 Connolly, primer campeón olímpico, se prepara para la prueba, después de desayunar un huevo, pan y café con leche. Es el tercer en saltar otra vez. Logra una marca de 13,97, 26 centímetros más que en Atenas. Pero le supera su compatriota Meyer Prinstein. Obtiene la plata. Tenía 31 años y decide retirarse.

Gracias a Bob Garret, que compitió con él en Atenas, consigue dinero para volver a Nueva York en tercera clase. Al llegar a casa, Conolly escribe una historia deportiva para niños. Era el principio de su carrera como escritor.

Cuatro años más tarde, asistió a los Juegos Olímpicos de 1904 como periodista. Después se convirtió en un conocido novelista. La Universidad de Harvard le ofreció un doctorado honoris causa por la Universidad de Harvard, pero James Brendan Connolly, el primer campeón olímpico, lo rechazó. Hoy una estatua suya le recuerda en Boston.

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