Río 2016Una grada repleta de pasiones

La rivalidad entre Brasil y Argentina, los pitos a deportistas sospechosos y un ambiente familiar marcan los Juegos

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Los Juegos Olímpicos se viven en familia. A diferencia de lo que ocurre con los Mundiales o los torneos continentales de muchos de los deportes, aquí la mayoría del público es amable y se premia el esfuerzo sin importar las nacionalidades. El crisol deportivo presente en unos Juegos hace que la grada sea, en su mayoría, experta en cada deporte y se huya del fanatismo, aunque es inevitable que surja de vez en cuando algún foco más o menos aislado en ese sentido.

En Río, la excepción es la gran rivalidad del público local con Argentina. Dos países vecinos cuya animadversión dentro de la cancha provoca un pique sano entre los aficionados. Sin llegar a las manos, pero apasionado.

Mucho. Así lo corrobora Glberto, un camarero de 50 años que estos días trabaja en el Parque Olímpico. «Los argentinos son muy simpáticos, pero los brasileños lo somos más», afirma cuando se le pregunta por la avalancha de aficionados albicelestes en Río.

La legión de Del Potro

Poderosos en apenas un puñado de deportes, los argentinos compiten como pocos dentro y fuera de la cancha, lo que eleva los decibelios y calienta el ambiente. Se pudo ver en el duelo que ambos equipos mantuvieron en la pista de baloncesto hace unos días o en el apoyo decisivo a Nadal ante Del Potro, en un partido en el que el español contó con el aliento de la grada local a pesar de haber eliminado en cuartos a Belucci, el héroe local. «Dale Delpo, que ganamos, carajo», grita un grupo de amigos llegados de Córdoba, en Argentina. Tienen entradas para el tenis, pero también para los cuartos de baloncesto, su otra gran pasión en Río de Janeiro.

Ellos son los visitantes más numerosos y los que dan más colorido a una grada en la que tampoco faltan las banderas de Estados Unidos. La superioridad de algunos deportistas de ese país les sitúa en el punto de mira de las iras en esa tendencia habitual que tiene la grada de alinearse con el más débil. Los americanos son los más ruidosos y al mismo tiempo los más coloridos. Ataviados con cualquier elemento que luzca las barras y las estrellas, cruzan de norte a sur sin dudarlo. «Para nosotros son como unas vacaciones. Estuvimos así en Londres y hemos venido a Río para disfrutar de Brasil, de los Juegos y de nuestros deportistas», asegura John, un padre de familia de Dakota del Norte que pasará una semana en Río junto a su mujer y sus dos hijas.

Abucheos a Gatlin

Phelps ha sido su mesías en la primera semana, aunque el domingo, en el Estadio Olímpico, vieron cómo otro de sus referentes, Justin Gatlin, recibía sonados abucheos. La mancha del dopaje es así y no perdona. La afición no entiende de reglas y sí de sospechas. Tiene memoria. Si no, que se lo digan a Efimova, nadadora presente en el »Informe McLaren» cuya presencia en el podio se tradujo en silbidos.

En cuanto a los españoles, son pocos, pero muy ruidosos. La mayoría expatriados que viven en Brasil o en países limítrofes y que han aprovechado los Juegos para pasar parte de sus vacaciones. El tenis y el baloncesto son los lugares favoritos de las banderas españolas en Río, que no faltan en ningún rincón del Parque Olímpico. «Nadal es el más grande aunque no haya ganado», aseguraba ayer un grupo de aficionados que habían venido desde el sur de Brasil para unirse a la marea multicolor que inunda estos días Río. Aficionados de todo el mundo con un denomidar común: disfrutar del deporte en armonía.

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