Eurocopa 2016

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Eurocopa Francia 2016 - Selecciones

España pisa un terreno desconocido

Llegó a la Eurocopa de 2008 sin presión y como campeona a Sudáfrica y Polonia; Francia es como un volver a empezar tras el batacazo de Brasil

España se mueve en Francia en un terreno desconocido. Llega a la Eurocopa con la vitola de doble campeona tras los títulos conseguidos en Austria y Suiza y Polonia y Ucrania, pero el batacazo de Brasil pesa mucho antes del debut, este lunes frente a la República Checa en Toulouse. Tanto, que se ha instalado en la conciencia colectiva de La Roja el convencimiento de que lo sucedido en el Mundial sólo fue un accidente y que las heridas deportivas ya están cerradas dos años después. En realidad no lo están. Nada ha vuelto a ser lo mismo desde aquella cita y Vicente del Bosque ha tratado de gestionar una regeneración que se ha quedado a medias y que dibuja una selección con un juego definido, sí, pero irregular y con excesivas lagunas. Hay talento a raudales y la dosis justa de juventud y veteranía en el grupo, pero el acoplamiento es de momento frágil y el equipo llega con dudas a su estreno, esperado y a la vez respetado.

Hasta 2008, cuando todo cambió, España siempre figuraba en las quinielas de favoritos en las grandes competiciones y los que apostaban por ella perdían una y otra vez. En el mejor de los casos se presentaba en cuartos y la maldición en esa ronda la mandaba para casa. Pero en Austria, en la ya histórica tanda de penaltis ante Italia, el destino hizo por fin un guiño a la selección española y empezó a creer en sí misma. Días después, Fernando Torres hacía un gol a Alemania en la final que valía una Eurocopa. Habían transcurrido más de cuatro décadas desde el último éxito y la catarsis colectiva fue desbordante. La Roja se ganó la admiración y el respeto de sus rivales, que empezaron a cruzar los dedos para no tener que verse las caras con los campeones en los sorteos de los grupos de las fases de clasificación y, por supuesto, en los de los torneos. El combinado nacional tenía juego para regalar, pero sobre todo había recuperado la fe.

En el Mundial de Sudáfrica ya no aparecía como la selección revelación que podía dar la sorpresa, sino como un grupo temible que desplegaba un fútbol espectacular y que había maravillado en Europa dos años antes. Los jugadores tenían más responsabilidad, si cabe, y la aceptaron sin complejos. Eran los contrincantes los que no les querían ver ni en pintura, y eso que la competición no pudo empezar peor, con una derrota por la mínima ante Suiza. La teoría del mal fario después de ese resultado sobrevoló en el cuartel general, pero los hombres de Del Bosque se sobrepusieron al palo inicial, avanzaron en su grupo y en las eliminatorias y dieron un vuelco a la historia con el inolvidable tanto de Andrés Iniesta frente a Holanda en la prórroga, en Johannesburgo. La España que hasta 2008 había cosechado fracaso tras fracaso de repente dominaba el mundo y no tenía intención de bajarse de un pedestal al que le había costado tanto llegar.

En 2012, en Polonia y Ucrania, el combinado nacional afrontaba el más difícil todavía. Ningún país había logrado encadenar Eurocopa, Mundial y Eurocopa, pero los futbolistas de Del Bosque aterrizaron en Gdansk persuadidos de que nada era imposible. El estatus de España había experimentado una metamorfosis inimaginable poco tiempo antes y ya se le consideraba sólo favorita, sino la máxima aspirante a alzar de nuevo el trofeo. La Roja, como ya le ocurriera en Sudáfrica, tampoco ganó el primer encuentro -empate a uno frente a Italia-. Sin embargo, se vino arriba con el transcurrir del campeonato y se midió en la final otra vez a los transalpinos, a los que arrolló (4-0) como una apisonadora. Brasil fue un importante punto de inflexión. Caer en la fase de grupos con humillación ante Holanda (1-5) y derrota ante Chile (2-0) bajó a España del cielo.

Así ha llegado La Roja a Francia, muy terrenal y sumida en un mar de dudas para encarar el desafío de ganar tres Eurocopas consecutivas. Los medios locales la incluyen sin dudarlo en la terna de candidatas a adjudicarse el triunfo y hablan y escriben de Iniesta con auténtica veneración. Cuando los internacionales echan la vista atrás, intentan pasar de puntillas por lo ocurrido en Brasil y prefieren mirar a un pasado anterior, a la época de los éxitos, para evitar caer en el desánimo. Pedro, jugador del Chelsea, declaró en el Marcel Gaillard, el estadio en el que se entrena la selección española, que el ambiente que observa en el vestuario en Saint Martin de Ré le recuerda más al de Polonia y Ucrania que al del país sudamericano. La ilusión es máxima, vino a decir, y los jugadores tienen ganas de que finalice este 'impasse' para enfrentarse a Chequia y demostrar su potencial.

La convulsión por el supuesto escándalo sexual en el que aparece implicado David de Gea ha añadido un punto más de nerviosismo a la concentración de España por mucho que los compañeros del portero del Manchester United y el propio Del Bosque intenten restarle trascendencia. Un vestuario en plenitud no garantiza los buenos resultados, pero uno tocado sí asegura un batacazo. Hacía tiempo que La Roja no sufría un bombazo de esta magnitud y queda por comprobar su solvencia para evitar una desestabilización que sería fatal para su futuro en esta Eurocopa. El balón echará a rodar el lunes en Toulouse y el estreno ante los checos será un buen botón de muestra de La Roja que ha llegado a territorio galo. Todo debut resulta complicado, pero debe servir para comprobar si la España de Francia ha aprendido de los errores que cometió en Brasil.

«Siempre he dicho que el primer partido es el más importante, te hace empezar con buen pie o no. Si pierdes vas contracorriente, como nos pasó en Brasil, ese 5-1 nos mató. Si hubiésemos ganado el primer partido, en el último, incluso perdiendo el segundo, el empate te puede valer para clasificarte... Por eso el debut hay que tomarlo con toda responsabilidad porque sabemos que tuvimos una experiencia dura en Brasil y debemos mejorar lo que hicimos allí. Se empieza por el partido inaugural», admite César Azpilicueta, compañero de Pedro en el Chelsea.

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