Vuelta a España

Eslovenia arrasa los Machucos

Pogaçar gana su segunda etapa en el durísimo puerto y Roglic consigue tiempo ante Valverde y Quintana

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Llegar a los Machucos es en sí mismo un triunfo. Imponerse a sus paredes alivia el alma. Aparcar en los prados supone una maniobra de riesgo, tal es la pendiente y el barrizal por donde pacen felices las vacas pasiegas. «Tranquilos, ha venido el tractor y os sacará», calma un paisano. Los Machucos es la exuberancia, el colmo de las montañas imposibles. En su cima hay funeral español y colombiano, derrotados sus ciclistas por un país de dos millones de habitantes, medio desconocido para el gran público. Eslovenia puso su sello en el puerto de Cantabria. Tadej Pogaçar, el ciclón de 20 años del Emirates, ganó cogido de la mano de su compatriota Primoz Roglic, intratable el líder, quien por sorpresa extrajo medio minuto a Valverde y Nairo Quintana y un minuto a Supermán López. Si la Vuelta no está sentenciada, lo parece.

Un anciano con traje negro, bastón y paraguas hace memoria. «Yo tardaba una hora y media en subir desde San Roque a por las yeguas. Aquí no había ni carreteras ni caminos. Era el desierto». Desde el cruce de San Roque, los coches del siglo XXI ponen la primera velocidad cuando encaran los muros de hormigón, cuarteados en estrías, que alcanzan el 25 por ciento (25 metros de desnivel por cada cien de avance). Sufre la máquina de 160 caballos para franquear las paredes que abrevan al ganado. Es, por tanto, pura lógica la visión de los ciclistas retorciéndose como culebras.

Apenas coge un coche en la carretera angosta y bacheada. Una camioneta debe dar marcha atrás hasta un descansillo en el precipicio para que pasen los dos vehículos. En la cima el paisaje es sobrecogedor. Se divisan Santander y el mar , pese a que espera una hora en el viaje.

En la cumbre se agolpa una amalgama de cámaras. Supermán López tiene una toalla cosida al cuello y las entrañas destrozadas. Ha perdido un minuto con Pogaçar y Roglic y hay silencio a su alrededor, pese a que lo lejos afloran los nervios y se tensa la cuerda entre policías y masajistas, entre empleados de la organización y auxiliares de los equipos. Arriba no hay sitio para tanta gente.

No hay consuelo para Supermán , un escalador liviano y valiente que no ha podido sujetar el impulso de los eslovenos. El desenlace de la jornada es el anverso del previsto. Los pesos ligeros colombianos han sucumbido. Supermán pierde un minuto, Nairo 27 segundos. También Valverde se ha quedado en el latigazo de Pogaçar, los 27 segundos de Nairo. El estropicio de los eslovenos es considerable.

Nada lo hacía presagiar cuando el pelotón sale risueño de San Mamés y el belga Theuns suelta la bici y lanza un penalti en el estadio del Athletic. Tampoco se augura nada especial en el desarrollo de la jornada, cuando se arma una fuga de 29 individuos y el Jumbo no interviene más allá de un paso fronterizo.

Pero Los Machucos es demasiado. Allí llegan escapados el manchego Héctor Sáez, otro embajador del Euskadi Murias, y el francés del Groupama Armirail. Este se retuerce como una anguila, dibujando eses sobre la ladera. Va en cabeza y no puede avanzar en línea recta. Dan ganas de empujarlo, tan grande es su sufrimiento. Llega otro francés, Latour (AG2R) e impone su criterio, ambición ante el coloso.

Nairo ofrece su nuevo perfil atacante en lo peor de la cuesta, y durante unos minutos parece una opción potente. Desde la toma de televisión no da la sensación de llevar velocidad y eso que es el mejor de todos. Pero no ha atravesado el infierno del cemento, ese tramo de carretera rugosa que impide que la bici patine si llueve. Solo sentado se puede escalar ese tramo sin ceder a la tracción. El Astana ha rebajado la diferencia de la fuga, pero Supermán no aparece. Al fenomenal colombiano se le ha hecho la noche en una tarde soleada de septiembre. No puede ir a por Nairo, menos atacar a Roglic.

Valverde padece, como todos, y aunque su clase es inmensa, el pradal de la cima requiere otra dimensión. Malas sensaciones en la cumbre. «Sabía que Roglic aceleraría si veía debilidad. Es el que está en mejor forma. Es lo que hay. ¿ Qué se puede hacer? No lo sé» , resumió su decepción el campeón del mundo.

En efecto, Roglic acelera y solo su paisano Pogaçar siente esa llamada de la efervescencia. Se va con él. Aunque a menos de diez por hora, vuelan los eslovenos hacia los maillots de la Vuelta en una exhibición patriótica sin mucho parangón. Acaban de asestar un golpe a sus adversarios, anímico y numérico. La jugada es perfecta porque Roglic crece y Pogaçar despliega su talento con la segunda etapa y el jersey blanco de los jóvenes.

Tres años renovado

Es el orgullo de Eslovenia y sus paraísos de Bled en medio de un lago o la bellísima capital de Ljubliana , sus Alpes julianos, el fascinante parque de Triglav, su excelente nivel de vida y su gastronomía contundente basada en las sopas y la carne estofada, sus habitantes serios pero acogedores. Nunca habían encontrado en el ciclismo un campo de expresión. «Es bonito para el ciclismo de Eslovenia lo que ha pasado hoy», dice, parco y frío, el líder Roglic.

Es feliz Josean Matxín, que ha renovado a Pogaçar tres años y recibe parabienes en una cumbre que ya apesta a embrague quemado. «No pienso en ganar la Vuelta. Roglic es una gran persona y un gran competidor», cuenta el protagonista adolescente.

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