Historia

La tragedia del tigre en el último siglo: la caza, parte del problema o de la solución

Proteger una especie cazando parece contradictorio, pero no lo es. Lo sucedido en la India con esta especie sirve de ejemplo

El Rey Alfonso XIII posa junto al marajá de Mysore ante un enorme tigre macho en una cacería en la India en 1933 ABC

Roque Armada

En este curioso documento gráfico, su Majestad el Rey Don Alfonso XIII posa junto al marajá de Mysore ante un viejo y enorme tigre macho, en una cacería en la India en 1933.

Hoy quedan muy pocos tigres en ese país. Fueron envenenados, trampeados, cepeados y aniquilados por los infames furtivos hasta casi la extinción. La caza deportiva los habría podido salvar, pero no hubo opción. Proteger una especie cazando parece contradictorio, pero no lo es, e intentaré explicarlo.

En la época del dominio británico (el Raj) en la India abundaban los tigres. Los marajás los cuidaban y cualquier acto de furtivismo era castigado incluso con la pena de muerte. Los territorios que controlaban los marajás bajo las férreas leyes británicas de defensa de la caza y la naturaleza eran auténticos paraísos de la fauna en los que el tigre campaba a sus anchas, a cambio de algunas decenas de machos viejos que habían llegado al final de su ciclo vital, que eran cobrados cada año en espectaculares cacerías.

Un deshonor

Hembras, ejemplares jóvenes y crías no se cazaban, y cualquier tigresa que se mataba por error era un deshonor.

En el último año de la colonia británica, 1947, se calcula que entre 40 y 50.000 tigres vivían en los enormes bosques propiedad de la realeza india. Tras la independencia de Inglaterra las cosas empezaron a empeorar para los tigres. El Gobierno prosoviético del primer ministro Pandit Nerhu , dentro de su política de redistribución de la tierra, expropió la mayoría de sus posesiones a los marajás para entregárselas al pueblo. El objeto de su política de reforma agraria era crear nuevos regadíos de cultivo y fomentar la ganadería. Y ahí empezó el desastre para los felinos. Conciliar las necesidades de desarrollo con la protección medioambiental nunca fue fácil.

Primero fueron los bosques. Se talaron los árboles para hacer leña y carbón vegetal. Después se aró la tierra intensivamente. Por último, el ganado diezmó los pastizales, con lo que las grandes manadas de ciervos indios, barasingas, chitales, sambars, nilgais, fueron mermando al tiempo que una población hambrienta crecía exponencialmente y los perseguía.

Los increíbles bosques y reservas de caza de los marajás , los maravillosos santuarios de la fauna de la época del Raj, quedaron en menos de 20 años convertidos en desiertos.

Al carecer de fauna salvaje de la que alimentarse, los tigres empezaron a cazar ganado doméstico y se encontró la solución en la estricnina. Pronto las tribus locales entendieron que, poniendo unos gramos de veneno en el hígado de una vaca muerta, era sencillísimo acabar con ellos. Miles de tigres de todo sexo y edad murieron indiscriminadamente envenenados.

El Gobierno socialista de Nehru daba poca importancia a la desaparición de unos tigres que habían sido el capricho de ingleses y marajás, frente a las cifras de crecimiento de la riqueza nacional, para presentárselo a su amiga la Unión Soviética. Los tigres eran entonces solo alimañas que había que exterminar.

A pesar de todo, durante 30 años más se siguieron cazando algunos machos adultos deportivamente. Esto producía grandes ingresos de cuotas de caza que llegaban a unas pocas y reducidas reservas de caza. En ellas, hoy convertidas en parques nacionales y gracias a la caza deportiva, sobrevivieron los últimos tigres de la India. Hasta que en 1977 se prohibió la caza en este país. En esos momentos, ya apenas 4.000 tigres sobrevivían luchando por un poco de terreno contra una población de 800 millones de habitantes. Ya sin reservas de caza, guardas, marajás, ingleses ni cazadores americanos, la suerte estaba echada. Dejaron de ingresarse las cuotas de trofeo que habían pagado los sueldos, las armas, los vehículos y la gasolina de los guardas.

Medicina tradicional china

Como en el caso de tantas otras especies, como los rinocerontes, la medicina tradicional chin a se ha aprovechado de esta circunstancia para satisfacer la demanda de hueso de tigre, que considera un importante reconstituyente; de grasa, ideal para el alivio de dolores reumáticos; y de bigotes, que, triturados, supuestamente son un potente afrodisíaco. Su vía de suministro: el furtivismo y el comercio ilegal. Millones de chinos, coreanos, malayos y taiwaneses están dispuestos a pagar por estos productos del tigre más dinero que por el oro.

Un tigre empezó a conocerse como un «Toyota», porque con lo obtenido por un saco de sus huesos y despojos daba para comprarse uno de estos coches, unos 50.000 dólares en países en los que un sueldo mensual es de 30 dólares al mes. Una vez llegado a los mercados negros de Hong Kong, Corea, China o Taiwán , su precio se dispara.

En muchos países el exterminio ha sido total. Las subespecies de bellos y pequeños tigres de selva de Birmania, Sumatra, Java y Borneo , si no fueron exterminadas, quedaron preocupantemente reducidas.

Algo más de suerte tuvo el increíble tigre siberiano , el mayor felino de la tierra, con más de 300 kilos de peso, casi 4 metros de longitud y largas melenas para aguantar los duros inviernos. Habitaba en el este de Siberia, en Manchuria oriental, en la zona del río Amur que hace frontera entre China y Rusia , cerca del Pacífico, justo al norte de la ciudad de Vladivostok. Del lado chino de la frontera fueron exterminados, pero al fin la Unión Soviética puso los medios para conservar la joya que habitaba sus bosques; y hoy, unos 500 sobreviven en territorio ruso, protegidos por las «patrullas del tigre».

Los 50.000 tigres que había en la India en época de las grandes cacerías de los marajás, en menos de cincuenta años se quedaron en apenas 2.000. Protegidos en unos pocos parques nacionales, con el coste económico que eso supone, hoy la población ha crecido algo. Me pregunto si una gestión cinegética enfocada de forma sostenible a la conservación del tigre habría sido más eficaz.

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