Opinión

La perdiz, amenazada

«Si las Administraciones españolas prohibieran su caza, sería el final de la propia especie»

Juan Delibes

Recientemente la UICN, el organismo de conservación de la naturaleza más importante del mundo, ha incluido a la perdiz roja en la categoría de Casi Amenazada, lo cual no debería sorprenderme, puesto que creo que sus poblaciones han sufrido una disminución drástica en el último medio siglo. El problema es que el estatus de «Casi Amenazada» es la antesala de «Vulnerable», y si la perdiz alcanzara esta categoría es muy probable que las Administraciones españolas prohibieran su caza, lo que sería el final de la propia perdiz.

La UICN se basa en estudios de SEO Birdlife, que afirman que en la última década la población ha mermado un 45 %. Dos prestigiosos profesores universitarios de Extremadura y Lleida, Jesús Nadal y Sebastián Hidalgo, han cuestionado los datos de Birdlife afirmando que carecen de soporte científico y que los métodos de censo no son representativos.

Las razón principal del declive de la perdiz es básicamente el deterioro del hábitat, a merced de una agricultura demasiado agresiva, mecanizada y química. Los mismos motivos que han acabado con las gangas y ortegas de las estepas ibéricas, aunque sorprendentemente no se encuentren en el mismo nivel de amenaza (seguramente porque su área de distribución global es mayor). La liberación anual de millones de perdices de granja es otro factor que compromete la supervivencia de las perdices silvestres, a las que ocasiona trastornos sanitarios y genéticos.

El cazador moderno ya no trata de matar todo lo posible, sino que piensa en el futuro e invierte esfuerzos y dinero para que las poblaciones sean saludables y pervivan. Lo hace por razones obvias y porque existe un fuerte vínculo afectivo entre cazadores y perdiz roja, aunque a los urbanitas les parezca una incomprensible paradoja. Las mejores fincas perdiceras (a las que los técnicos de la UICN reconocen que no han entrado) se hallan en terrenos privados y pertenecen a amantes de la perdiz roja, que han desestimado otros aprovechamientos más lucrativos por el placer de ver prosperar a la patirroja. La perdiz es un activo de enorme prestigio para el campo ibérico, y el día que pierda esa condición desaparecerá. Solo los cazadores pueden salvar a la perdiz, porque debemos recordar el viejo axioma de que solo se conserva aquello que tiene algún valor.

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