Cádiz CF

Cádiz CF-Nàstic (2-0) Alvarito, hoy y siempre

Un golazo de la estrella utrerana sentencia un encuentro en el que los amarillos buscan la victoria en la segunda mitad

Alfonso Carbonell

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Álvaro García dejará el Cádiz CF.

Él, solo él, se inventó un sueño. Él, solo él, lo hizo real en Segunda. Él, solo él, merece caprichos y hasta se le puede conceder alguna pataleta. Porque él se lo merece todo en este Cádiz CF que vuelve a tocar el cielo con las manos. Y si este equipo ha salido del pozo más inmundo de la Segunda B para estar de la noche a la mañana en la cresta de un sueño se lo debe, en gran parte, a un jugador que le ha dado a la entidad una rentabilidad difícilmente comparable a la de otros. Alvarito, hoy y siempre, símbolo imperecedero de este Cádiz CF de un Álvaro Cervera que ha vuelto a poder contar con el mejor de los suyos y que esta noche ha vuelto a demostrar porque su pataleta ha sido de sobra consentida por Pina, Vizcaíno y ese cadismo que entiende que está ante una joya que tarde o temprano tendrá que irse dejando una buena saca de dinero en la Plaza de Madrid. Regresaba Alvarito al once para sentenciar un partido tosco en su primera mitad pero aclaratorio en su segundo, donde el Cádiz CF impuso su ley para ponerse líder provisional ante un colista que fue de más a menos en Carranza.

Ya en los dos primeros minutos de juego, el utrerano había forzado dos saques de esquina. Fue en el segundo cuando Garrido estuvo cerca de hacer el primero, pero su cabezazo, tras varios rechaces, fue a las manos del meta tarraconense.

Pasado este arranque impetuoso del Cádiz CF, el partido se relajó y ambos equipos intentaban dominar el balón con posiciones largar pero sin profundidad apenas. Visto que así las cosas no funcionaban del todo, Cervera dio orden de cambiar el plan y los suyos comenzaron a buscar a Salvi y Alvarito a base de pases en largo. Fue así como el Cádiz CF volvió a estar más cerca del arco del Nàstic.

El partido estaba feo. Ni Nàstic ni Cádiz CF llegaban con claridad al área visitante pero eran los locales sin duda los que más buscaban el gol. Prueba de ello es que en los primeros veinte minutos ya habían sacado cuatro saques de esquina.

Pero no. El asunto no salía. Se complicaba. El partido resultaba un engorro y por momentos el Nàstic avanzaba metros. Ni Álvaro García, ni Salvi ni Aitor aparecían. Y eso l0 pagaba Barral, que no tenía otra que aparecer por el centro del campo para al menos entrar en calor y enterarse de qué iba la cosa.

Algo tenía que cambiar Cervera y lo hizo. Mandó a Alvarito a la banda izquierda y colocó a Aitor en la mediapunta. Mientras hacía eso, el Nàstic lo volvía a intentar desde lejos tras un disparo raso de Maikel Mesa que repelía Cifuentes para que el rechace le llegase a Uche, que no contactó bien con el balón para alivio de la parroquia gaditana.

A la media hora de juego, era el Nàstic el que comenzaba a sentirse mejor sobre el verde. Ni funcionaba la presión, ni el toque, ni la velocidad ni las bandas y eran los catalanes los que ocupaban más campo. El Cádiz CF solo podía recurrir al balón parado, pero de momento ese no es un fuerte del equipo de Cervera.

Llegaba el Cádiz CF muy poco y cuando lo hacía no era con claridad. Una internada por la izquierda de Alvarito acabó con un cabezazo de Salvi que no llegó a Barral por culpa de una ágil estirada de Dmitrievski. Con tablas y sin goles se llegó a los 45 minutos para descanso de una afición que poco o nada había visto sobre el césped.

Premio a la intensidad

Salió enfurecido el Cádiz CF en la segunda parte y las dos bandas amarillas comenzaron a dar señales de vida. Sabedor de que había que subir un listón en el ritmo, los de Cervera intentaron darle mayor continuidad al juego de ataque. Y lo consiguieron. Sobre todo, gracias a la electricidad de Salvi, que puso la directa hacia el área del Nàstic para forzar una falta que Aitor se la pidió desde que vio al sanluqueño caer en el suelo. Y si la pedía era porque la tenía claro. El onubense superó la barrera pero no a Dimitrievski, que en su estirada logró salvar el gol en primera instancia pero no en segunda, ya que Barral recogió el rechace tras dar en la madera para fusilar a la escuadra consiguiendo el primero de la noche. Tuvo que ser a balón parado.

El Nàstic entró en cólera con el gol y se fue a por el empate. Lo hubiera conseguido Maikel Mesa, que se metió hasta la cocina pero sin permiso de Cifuentes, que salió a sus pies para taparle el hueco y hacerse con la pelota salvando al equipo, otra vez, de un gol cantado.

Se rompía el partido por momentos. Salvi seguía haciendo de las suyas por su banda y en una de esas, fue Garrido el que acabó con un disparo desde lejos con intención pero a las manos del meta catalán. El Cádiz CF, poco a poco, se iba haciendo con la situación, con el balón y con la moral de un Nàstic que se acordaba del excadista Manu Barreiro para engancharse al partido por lo alto y de Juan Muñiz por lo bajo.

A falta de veinte minutos para el final seguía el Cádiz CF siendo claro dominador. Ponía las ocasiones, como una de Abdullah que se fue alto, y seguiría poniendo los goles tras un error clamoroso del amigo Eddy, que perdió una bola en el centro del campo para que le llegase al único que no le debía llegar. Álvaro cogió su moto, bien guardada para él por el cadismo que le adora, y se plantó con una galopada fulgurante en el área de Dimitrievski para armar su zurda y de un soberano trallazo quitarle las telarañas al travesaño de fondo norte para delirio de una afición que hacía llorar a su amada estrella.

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