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Cádiz CF-Mirandés (2-1): Mirando al norte a pecho descubierto

El Cádiz CF confirma sus aspiraciones con una remontada que deja a un lado el objetivo de la salvación para dar rienda suelta a los delirios de Primera

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Abdullah y Salvi celebran el primer gol del Cádiz CF ante el Mirandés.
Abdullah y Salvi celebran el primer gol del Cádiz CF ante el Mirandés.

Que si 50 puntos, que si permanencia. Que si felicidad porque pincha el UCAM Murcia o el Nàstic de Tarragona. Que si ganar al Mirandés es un paso crucial para la salvación. Ok, de acuerdo. Pero mientras el cadismo debate el objetivo de este equipo, el Cádiz CF sigue mirando al norte. Al norte de la clasificación.

Es una realidad por mucho que se empeñen, y deben hacerlo, los profesionales, quienes no han de pensar más que en el próximo encuentro. Pero donde manda clasificación no mandan especulaciones y los amarillos se han encaramado con tal fuerza a la parte alta de la tabla que lo que suceda en las catacumbas no parece ser de su incumbencia.

Ante el débil Mirandés, frágil en lo moral por sus circunstancias, los pupilos de Cervera mantienen la media inglesa de esta segunda vuelta y aniquilan a los rojillos amparados en la simple inercia del fútbol.

Lo que los expertos llaman dinámicas, y que en Carranza no se recordaba en su positiva acepción. Ya hasta se permiten el lujo de salir relajados (cuidado con esas confianzas) y encajar pronto para después emocionar con una remontada que antes parecía una quimera y ahora forma parte de lo cotidiano. Abdullah antes del descanso y Ortuño con el pecho cuando se enfilaba la recta final voltearon el tanto de Guarrotxena y dejan al Cádiz CF ya deseando los pinchazos de Girona y Getafe. ¡Qué cosas! Y todas merecidas cuando se actúa con tanta fe.

Un once lógico

Cervera se rendía a las circunstancias. Con Garrido en la grada por su fisura en el antebrazo, apostaba de inicio por José Mari en compañía de Abdullah y Rubén Cruz por delante. Dinamita para hacer saltar a un Mirandés dubitativo por su situación en la tabla y los bandazos en el banquillo, con un sistema innovador pero inconveniente para ejercerlo sin confianza.

La enorme diferencia existente en la tabla se recortaba en los instantes iniciales, al cabecear Guarrotxena un córner lanzado por Kijera en un despiste monumental de la zaga. A la retaguardia, falta de concentración, sólo le faltaba desenfundar la cámara fotográfica para captar la mejor instantánea. Demasiados fallos ya en el corazón del área que obligan a zarandear a más de uno para no comenzar cada contienda en desigualdad de condiciones.

El tanto de los burgaleses daba paso a un duelo descontrolado, al que el Cádiz CF resultaba incapaz de poner las riendas. El equipo amarillo se alejaba de su esencia, de las líneas juntas y el rigor táctico, en pos de una anarquía infructuosa. Balón al espacio a la carrera de las bandas, con un juego muy rudimentario, y aún así labraba alguna ocasión en los remates de Salvi y Ortuño con escaso peligro. Las inexplicables decisiones del colegiado no ayudaban a que apareciese la serenidad.

El cuadro de Cervera funcionaba por impulsos, favorecido por un Mirandés que desde ese minuto 5 se dedicaba a guardar el botín, craso error por los mimbres con que cuenta y el estilo implantado desde hace unos años por Terrazas. Los amarillos abrían el campo para deshilachar el sistema de tres zagueros impuesto por Javier Álvarez, que flaqueaba por los costados ante el adversario menos propicio para ello. Salvi, inspirado a la par que errático, elevaba el cuero en boca de gol para estrellarlo en el larguero cuando sólo necesitaba empujarla, prolongando el estado nervioso de un Carranza completo.

El de Sanlúcar se arañaba el rostro, incrédulo ante el error que el fútbol le permitía subsanar instantes después pues el extremo servía el pase del gol a Abdullah en otro excelente cambio de orientación de Rubén Cruz. El utrerano leía el duelo, encontraba los espacios que ofrecían los rojillos y el francés culminaba con un remate manso a las mallas de Roberto.

Al fraguar el dominio amarillo, con el empate las fuerzas se igualaban y se reiniciaba el combate cuerpo a cuerpo, con un Cádiz CF con mayor pegada y fuerza en su golpeo, posponiendo esa reivindicación para después del descanso.

Cambio en el descanso

En la tregua Cervera relegaba a Sankaré, con amarilla, por Servando, con el objeto de dar solidez a una zaga demasiado blanda en el juego aéreo. Así comenzaban con una marcha más, buscando la portería rojilla y desbordado especialmente por diestra, como en el compromiso de la primera vuelta en Anduva. El asedio se iniciaba bien pronto y el gol se antojaba cercano para los locales.

El Mirandés se desperazaba y alejaba el dominio, acercándose a Cifuentes aunque sólo para reconocerlo, bien a lo lejos. El choque necesitaba de un revulsivo. Y entraba Aitor García por Rubén Cruz. El chico de los goles imposibles, el desatascador de Gibraleón, aparecía por el centro continuando Alvarito en la zurda y sin permutar la posición.

El colegiado, especialmente impertinente con el Cádiz CF durante toda la tarde, con un arbitraje sibilino, se coronaba a un cuarto de hora del final al obviar un clarísimo penalti sobre Brian. Dos minutos después, le salvaba la papeleta el solucionador de problemas con denominación de origen onubense, quien enviaba un pase de gol a Ortuño que remataba con el pecho para traer el delirio a las gradas de Carranza.

El delantero se reencontraba con su destino y su equipo daba un nuevo paso hacia adelante para no preocuparse más de lo que suceda en las catacumbas de la clasificación. El míster retiraba a Salvi por Malón, pasando a Carpio al centro del campo para reforzar la medular en los minutos finales. Sin embargo, el sufrimiento rozaba hasta el descuento, quedándose sólo en eso y no en un sinsabor gracias a la mano de Cifuentes en una espectacular palomita a disparo de Usero. Una victoria para poner a este Cádiz CF mirando pal norte.

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