Baloncesto

Jokic, de chico obeso a rey de la NBA

El serbio, una estrella nada habitual y errático como todos los humanos, ha sido nombrado mejor jugador de la liga de baloncesto

Jokic, durante un partido con los Denver Nuggets

Pablo Lodeiro

Michael Malone, entrenador de los Denver Nuggets, saltó ayer a rueda de prensa en la víspera del segundo partido de las semifinales del oeste, en la que sus pupilos se enfrentan a los sorprendentes Phoenix Suns, con una camiseta en la que se podían leer algunas de las siguientes frases: 'poco musculado', 'no puede hacer mates', 'lento' y 'piscinero'. Con la irónica vestimenta, el técnico estaba celebrando que Nikola Jokic, pívot serbio de la franquicia de Colorado, acababa de ser nombrado mejor jugador de la NBA. El galardón, además de ser el tercero consecutivo para un jugador europeo (el griego Antetokoumpo lo ganó en 2019 y 2020) y el primero para el legendario baloncesto balcánico , es un reconocimiento a una personalidad especial y a un talento sin parangón, pues Jokic, hace no demasiado, era un desconocido para el gran público y ahora es rey de la NBA. Cuando fue preguntado si había sentido nervios durante el último fin de semana a la espera del premio, Jokic fue claro: «Estuve más de cinco horas viendo Pokémon».

Los grandes jugadores de la última década de la liga estadounidense, como LeBron James o Stephen Curry , parecían predestinados al éxito deportivo prácticamente desde su nacimiento. Con una determinación casi mesiánica, solo hacía falta ver un par de botes sobre la madera para saber que, con un poco de suerte, llegarían lejos. Sin embargo, Jokic (2,11 metros, 129 kilos), nacido hace 26 años en Sobor, Serbia, una pequeña población cercana a las frontera con Hungría y Croacia, es el más humano de todas las estrellas de la gran competición, por errático y talentoso, condiciones representativas de nuestra especie. El eslavo, alejado de la guerra yugoslava, ya llamaba la atención desde que era un mirlo enamorado de los caballos (su segunda pasión después de la canasta) y adicto a las bebidas gaseosas. De hecho, consumía hasta tres litros diarios de cocacola, lo que le llevo de forma inevitable al sobrepeso, el más ancho de su clase pero también el más alto. «En secundaria no podía ni hacer una flexión», rememoraba ya en la NBA. Pero seguramente fueron esos excesos los que le permitieron al jugador ser el pívot dominante y multidisciplinar que es hoy en día.

Jokic entró en el baloncesto profesional en 2012 de la mano del Mega Vizura de la liga serbia. Pese a su aparatosa condición física el jugador, consciente de sus limitaciones, comenzó a desarrollar un baloncesto basado en la visión espacial, el tiro y en la inteligencia, un estilo inalterable que nunca ha abandonado hasta la actualidad. Tan llamativo era por aquel entonces que el mismísimo Barcelona estuvo cerca de ficharle en 2014, aunque finalmente los catalanes, con algunas dudas de su potencial, lo dejaron escapar hacia la NBA donde fue elegido por los Denver Nuggets en la posición 41 del draft. Su elección aquella noche ni siquiera se vio porque la televisión estaba en la publicidad (un anuncio de burritos le suplantó) y él, dormido. Un año después ya estaba en Estados Unidos y, como cuenta la leyenda, en el avión trasnoceánico Jokic se tomó su último sorbo de gas azucarado y adoptó un día a día más saludable ( perdió 20 kilos durante la cuarentena ), pese a que siempre guarda algunas porciones de carne serbia en su congelador por si le entra el antojo. En la NBA, con el paso de las temporadas y sin hacer mucho ruido, fue convirtiéndose en el referente de su actual equipo y bajo su mantra, los Nuggets alcanzaron la temporada pasada las finales de conferencia oeste y son uno de los principales candidatos para ganar el campeonato en la actual.

El grandullón eslavo es un personaje adorado por toda la afición de la NBA. Tropieza al caminar y se echa las manos a la cabeza cuando falla un tiro claro. Pero sus estadísticas, desde su llegada a Estados Unidos, no han dejado de crecer y actualmente es difícil de encontrar un pívot que tire y pase mejor que él. En la temporada regular, el serbio se fue hasta los 26.4 puntos, 10.8 rebotes y 8.3 asistencias por partido. Además, en su juego se aprecian cualidades del segundo deporte nacional de Serbia. Como recogió en un artículo el New York Times el año pasado, Ciaran Wolohan, un entrenador de waterpolo de Staten Island, vio similitudes entre cómo Jokic pasaba el balón y cómo lo hacían los jugadores del deporte acuático. El norteamericano investigó y descubrió que en Sombor y en toda Serbia, el waterpolo cuenta con una gran tradición, algo que sin duda ha influido en la forma que tiene el jugador de sentir el baloncesto.

Siempre con una sonrisa y un poco bufón, Jokic se ha convertido en un jugador de culto, tanto por su juego como por su personalidad. Una de sus escenas más recordadas se dio cuando, en la burbuja de Orlando donde la NBA se reanudó tras la irrupción del coronavirus, el serbio acudió a rueda de prensa y, sin querer, arrancó un micrófono de cuajo de la mesa. Jokic se quedó perplejo, como un niño travieso al que sabe que el regaño se le viene encima. Así es Jokic, el mejor jugador de la NBA por decreto.

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