Literatura y deporte

«Pistol», la creación de un mito

Mark Kriegel desgrana de forma transparente el nacimiento de una estrella… que acabó quemándose con el sol

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Tenía Nikola Tesla una fascinación enfermiza por el número 3, y por las palomas. Honore de Balzac tenía su curiosa adicción a la cafeína. Ludvig van Beethoven se preparaba su propia taza de café para que contuviera los exactos 60 granos que merecían sus composiciones. Pistol Pete Maravich vivió también con varias obsesiones: el baloncesto, la religión y, sobre todo, cumplir con su padre. Todos los genios tienen sus manías.

En «Pistol» (Editorial Contra), Mark Kriegel desgrana de forma transparente y concienzuda el nacimiento de una estrella, de un mito, de un ídolo… que acabó quemándose con el sol. Una elevación a los altares y su caída a los infiernos que construyó su propio padre en el sótano del hogar familiar.

El proceso de creación de este genio que impulsó los límites del juego de la canasta hasta hacerlo como hoy lo conocemos. Fue el primer jugador espectáculo y quizá por eso, un adelantado a su tiempo que no siempre fue bien comprendido. Ni siquiera él acababa de entenderse, y terminó su vida como había temido siempre. A los 40, de un fallo cardiaco, en una pista de baloncesto.

Kriegel lleva al lector de la mano de una historia fascinante por la evolución del baloncesto desde sus orígenes, desde los lanzamientos desde la cadera y sin línea de triple. Son datos, son nombres, son partidos, pero sobre todo son las historias humanas que crearon un deporte ágil, vistoso y multimillonario gracias, en parte, al protagonista del libro. Más que un jugador de baloncesto, los testimonios que salpican la obra subrayan lo que de mago tenía Pistol Pete Maravich. Al menos, sobre la pista. Pases imposibles, canastas increíbles, contraataques inverosímiles. Un espectáculo antes de que este se pusiera de moda y fuera seña de identidad del baloncesto estadounidense.

Es «Pistol» la creación y la caída de un ídolo que no soportó bien la presión. No tanto la que le imponía el público si no conseguía anotar más de 40 puntos por partido, sino la que le imponía su creador y padre, Press Maravich. Son 384 páginas de explicación al detalle de una historia de amor paternofilial que raya en la locura. Un relato de amor incondicional en el que el hijo toma la excesiva carga de convertir los sueños paternos en algo tan real y doloroso como el mejor jugador de la historia del baloncesto. El que llegaría a cobrar un millón de dólares en los años en los que todavía la segregación racial era norma. Juntos llegaron a la cima, pero también los sorprendió el ocaso. Antes que en ningún sitio, en su propia casa. La presión no solo se notaba en los partidos, también en los entrenamientos, en los viajes, en las cenas y los desayunos. Y no todos tenían el aguante de ese largirucho muchacho construido como una estrella del rock: con el pelo siempre perfecto y los calcetines caídos en los tobillos con los que creó tendencias y modas. Ese tímido muchacho de aspecto siempre enfermizo quien necesita el sí paternal para todo, que se sumerge en el alcohol y en los coches de velocidad para olvidar la realidad, y que acabó enfermando de miedo a quedarse solo.

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Nada hace Kriegel por vender aún más el mito. No es necesario. La vida de Pistol Pete contiene los ingredientes necesarios para que la historia fluya de la primera página a la última sin necesidad de añadir más carga emocional. Compañeros, entrenadores, amigos, vecinos y las propias palabras del protagonista crean un guion tan excelso en la subida hacia el cielo, como desasosegante en la bajada. Una lectura que engancha por lo que tiene de ágil su escritura, pero también por lo atractivo de los personajes, de su documentada biografía, de lo atrayente de sus manías y que pasaron por el vegetarianismo, el ayuno o la súplica para que se lo llevaran los extraterrestres. Terminó encomendándose a Jesús, y todavía más a su propio dios cuando este ya agonizaba: un Press Maravich con quien nace la obra. El padre, el origen del Pistol jugador, el inventor del mito, y también, el final de la estrella y del propio Pete.

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