Atletismo

La IAAF suspende al equipo de atletismo de Rusia

La Federación Internacional de Atletismo decide dejar fuera de todas las competiciones al equipo ruso por dopaje masivo

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En una hora crucial para el atletismo mundial, que se juega su prestigio, una de las grandes superpotencias de este deporte fue suspendida de forma indefinida y con efecto inmediato de las grandes competiciones internacionales. Corre peligro, por tanto, su participación en los Juegos Olímpicos de Río 2016. La Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF), reunida de urgencia en Mónaco, decidió anoche hacer pagar a Rusia sus pecados de dopaje. El dictamen no dejó lugar a dudas: 22 votos a favor, 1 en contra y 3 abstenciones.

El presidente de la IAAF, Sebastian Coe, ligó el futuro «perdón» a esta federación a la adopción de medidas ejemplares para preservar la limpieza. Poco antes de la reunión, Rusia pidió árnica: se mostró dispuesta a aplicar «cualquier medida» contra el dopaje que le pidiera la IAAF a cambio de evitar la suspensión, pero el resultado resultó demoledor para sus intereses.

«Estamos dispuestos a cooperar para que nuestro atletismo cumpla con los estándares que nos solicitan. Pero es una lucha que debemos hacer juntos», señaló el ministro de Deportes Ruso, Vitaly Mutkó. El dirigente bajó notablemente el tono de su discurso, ya que en días previos había comentado que «sería estúpido» que los atletas de su país fueran excluidos de los Juegos.

Escándalo sin precedentes

El pasado lunes la Agencia Mundial Antidopaje acusó a Rusia de dopaje de Estado en un dossier de 335 páginas. La denuncia salpica a atletas, entrenadores, médicos, laboratorios, la federación y el FSB, la policía secreta del gobierno de Putin. Al menos 1.417 análisis sospechosos fueron destruidos en el laboratorio de Moscú, por lo que la AMA propuso la expulsión del atletismo ruso de todas las competiciones hasta que no se produjera la necesaria catarsis. También recomendó la suspensión de por vida de cinco deportistas, incluida la campeona olímpica de 800 metros, Maryia Savinova. Casi simultáneamente, el expresidente de la IAAF, el senegalés Lamine Diack, fue imputado por la justicia francesa acusado de corrupción, al haber presuntamente aceptado dinero de la Federación rusa para ocultar positivos.

La televisión alemana ARD ya había denunciado estos hechos en sendos reportajes previos al Mundial de Atletismo celebrado en agosto pasado en Pekín. Los documentales apuntaban a una federación que empleaba a médicos corruptos, un laboratorio en Moscú que destruía los análisis sospechosos y deportistas que consumían productos prohibidos para mejorar su rendimiento. Rusia decidió enviar un equipo de perfil bajo al Mundial y solo cosechó cuatro medallas. Pero el gran escándalo estaba por estallar.

Desde que se hizo público el informe, el Kremlin se puso a la defensiva. El ministro de Deportes dijo que las acusaciones tenían un claro trasfondo político: se trataba de «castigar» a Rusia por su intervención en Ucrania y, de paso, desactivar un rival en los torneos. Sin embargo, en vísperas de la reunión de la IAAF, el propio Putin mostró un perfil conciliador, pidiendo firmeza en la lucha contra el dopaje y pidiendo que «respondan de forma personal quienes violaron las normas, no el conjunto de los atletas rusos». También se alzaron voces de peso, como la de Yelena Isinbayeva, excampeona olímpica de salto con pértiga: «La situación del equipo nacional ruso es muy triste, pero pido que no trate a todos los atletas de la misma manera. Aquellos que son culpables pagarán su precio, y los que son inocentes tendrán la oportunidad de competir». De momento, no será así.

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