Yago, en el centro, con su hermano y su entrenador
Yago, en el centro, con su hermano y su entrenador
Golf

La emotiva carta del niño que devolvió sus trofeos por cometer un error

Yago Horno, golfista de 7 años, sumó mal los golpes en su tarjeta y se autodescalificó del torneo perdiendo así el premio

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En el mundo actual, en el que los valores están en entredicho, todavía es posible encontrar historias que conmueven. Sobre todo cuando las protagonizan niños que aprovechan el deporte para divertirse y, lo que es más importante, para formarse como personas.

El golf pertenece a esa extraña serie de actividades británicas (junto al rugby o al tenis, entre otras) en las que el honor y el juego limpio están implícitos. Y lleva estas ideas al límite cuando establece que cada jugador es responsable de su tarjeta de juego y, en función de las normas escritas y de las de etiqueta (que debe conocer y respetar), contará los golpes que realice en cada hoyo y los anotará en su tarjeta. Cada uno es su propio árbitro.

Por lo general, se intercambian las tarjetas con los otros miembros del partido y al final de la ronda se comprueban y se firman en señal de aceptación. Una vez realizado este trámite, los resultados pasan a ser oficiales y se procede a la entrega de premios.

No le salían las cuentas

Sin embargo, cuando el pasado fin de semana Yago Horno llegó exultante a su casa después de un torneo del circuito andaluz de benjamines, no suponía lo que iba a suceder después. Había quedado segundo en su categoría en Isla Canela (Huelva). Sumó 51 puntos (su record absoluto) y, lo que era mejor, había ganado a su hermano mayor Kostka (48). Pero el corazón le dio un vuelco de repente. «Empezó a repasar la tarjeta con su padre, como hace siempre después de un torneo para ver dónde había fallado y dónde había acertado, y vio que no le salían las cuentas», relata su madre, Rocío Mateo. Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo que ocurría. «En el último hoyo se había anotado cuatro golpes en lugar de cinco. Como en estos torneos no llevan un adulto que les apunte, con los nervios sumó mal y, una vez firmada la tarjeta erróneamente, ya no había posibilidad de rectificación».

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En ese momento, es cuando el pequeño dio un paso adelante y mostró una madurez impropia de sus siete años. «Como en casa somos todos golfistas nos preguntó que cuál era la solución y le dijimos que debía reconocer el fallo y autodescalificarse -prosigue su progenitora-. Y para nuestra sorpresa tomó la decisión de reconocerlo y afrontar las consecuencias. Escribió una carta a la Federación para aceptar su culpa y devolvió lo ganado». Perdió el trofeo, pero ahora es todo un ejemplo para niños y grandes.

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