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La imagen del día llega a primera hora de la mañana, cinco kilómetros más allá de Haradh, salida de la décima y antepenúltima etapa del Dakar. Punto perdido en una duna del desierto de Arabia Saudí, en el que se concentran cámaras y objetivos de la prensa desplazada porque el salto se las trae. Allí acuden Fernando Alonso y su copiloto Marc Coma con la ambición a flor de piel porque han franqueado con solvencia los montículos de arena en las jornadas precedentes y se ven con opciones de ganar la etapa. Es el desafío de Alonso, un guerrero de 38 años que necesita demostrar muy poco. El asunto se complica porque al coronar la duna, el Dakar empuja al Toyota Hilux a lo desconocido. Vuelca duna abajo, da dos vueltas de campana y aparca en posición horizontal en un desplome que hace daño a la vista, tremendo el golpe. Como si nada hubiese pasado, Alonso arranca de nuevo. Sin parabrisas y con el coche hecho puré, salva el día. «No hemos venido a pasear, intento ganar etapas. Se puede fallar, pero no se puede no intentarlo», suelta en la meta.

El vuelco de Alonso es la historia de la jornada que provoca mil comentarios globales de expilotos, analistas y compañeros. «No pasa nada» , tranquiliza él a su copiloto Marc Coma, cinco veces vencedor del Dakar en motos, cuando éste advierte que la dirección del Toyota está dañada.

«Buena jornada»

Mientras todo el mundo habla de su accidente, a Alonso le importa el tiempo perdido, la oportunidad de triunfo que se esfumó. «Sé que es la noticia del día y sé que no son las declaraciones que se esperan, pero después del traspiés hemos tenido una buena jornada, no hemos perdido mucho tiempo y estoy contento con pasar otro día difícil».

Las marcas se asocian al accidente. Envían comunicados por la tarde a las redacciones recordando cuatro cosas útiles de los parabrisas. Alonso, como todos los participantes del Dakar, no tiene mecánicos que reparen la avería en el campamento en Shubaytah. Es la etapa maratón y las reglas de la carrera impiden la asistencia técnica. Debe arreglarlo él.

En Instagram, ese mundo feliz que solo exalta la bondad, Alonso cuelga una foto con su amigo Carlos Sainz: «campamento con el Matador! Aparte del “tropiezo” inicial, muy contento de seguir y acabar un día más y no perder demasiado tiempo en la general!!! Ahora intentamos poner el cristal delantero y mañana más caña! Olé».

Alonso es un combatiente, pero no un temerario. Su hoja de servicios de 18 años en la Fórmula 1 no recoge una lista amplia de accidentes. Alguno fue pavoroso, como el de Australia en 2016 con el McLaren-Honda , el peor coche que ha pilotado en la F1. A más de 300 kilómetros por hora en el circuito urbano de Albert Park, se comió al Haas de Esteban Gutiérrez en una frenada y salió despedido como un proyectil descontrolado hacia una tortura. El McLaren dio varias vueltas de campana y se recostó destrozado contra una valla. «He gastado una de las vidas que me quedaban», dijo el español.

En 2015 golpeó el McLaren contra un muro sin aparente violencia en unos ensayos en Montmeló. Susto rodeado de misterio que terminó con el piloto en el hospital aunque sin lesiones. En 2012 sorteó sin perjuicio un accidente múltiple en la salida del GPde Bélgica en Spa. Chocaron Grosjean y Hamilton y el Lotus del francés voló por encima del Ferrari , sin la protección del halo, a unos centímetros de la cabeza de Alonso. En 2004 impactó contra el Williams de Ralf Schumacher y destrozó el Renault azul en el puerto de Mónaco. «Ralf no debería volver a correr en la vida», acusó el asturiano. En 2003 fue evacuado en camilla en Brasil después de colisionar con Webber. Ayer Alonso volcó en el desierto del Dakar, aunque queda claro que las dunas no pueden con él.

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