Carolina Marín estalló de alegría al concluir la final
Carolina Marín estalló de alegría al concluir la final - afp
Bádminton

Carolina Marín se queda sin vacaciones

La campeona del mundo llega hoy a Madrid y seguirá su preparación en Ibiza para asistir al Open de Japón

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Abrazada a la gloria mundial por segunda vez consecutiva, además haciéndolo allá, en tierras asiáticas, donde el deporte del bádminton tiene una trascendencia mayúscula, para ella no hay sueño más grande que los Juegos Olímpicos. A Londres 2012 acudió sin los elogios, ganados con sacrificio y esfuerzo, que se lleva como campeona del mundo. Con dos oros planetarios y como número uno, Carolina Marín (Huelva, 15-6-1993) ensueña con un metal posible en Río de Janeiro 2016. Poco menos de un año para la gran cita.

La estrella mundial del bádminton, coronada tras un enorme partido ante la india Nehwal, atendió el domingo los protocolos triunfales con los medios y los compromisos de la federación internacional en Yakarta y pasó luego dieciocho horas en avión –con escala en Doha incluida– para llegar hoy a las nueve de la mañana a Madrid.

ADN de ganadora

¿Y ahora qué? Pues quiere más. La onubense, de 22 años, que un mes antes del Mundial no sabía si podría participar a causa de una lesión, postrada con una bota en el pie, llegó a la cita asiática para «disfrutar», pero para ganar. Como deportista veraz, lo competitivo, ese nervio especial del campeón, debía salir por alguna parte. Para muestra un oro mundial.

Y la respuesta a ese «ahora qué» se sacude con seguir su preparación en Ibiza para enfocar el trabajo hacia el Open de Japón, cita capital que se desarrollará entre el 8 y el 13 de septiembre. Y en el diseño de cada instante de su carrera, la programación misma para llegar a punto para esos ensoñados Juegos brasileños, son claves las figuras de su entrenador, Fernando Rivas, y de su psicólogo, Pablo del Río.

Rivas, quien para Marín es «un padre, un amigo», ha ido forjando a la andaluza, a la que ya veía ese ADN de campeona desde que la conoció –una niña de catorce años, que llegó a la Blume en Madrid, en medio de un proceso de separación de sus padres–. «Vi una campeona en potencia, por su lenguaje corporal, por su actitud, por su lucha», explica Rivas cuando habla de la onubense. Y Carolina, todavía con su segundo oro mundial colgado al cuello, advierte tras ganar la final de Yakarta que «lo que siempre va a haber son ganas de seguir ganando y de disfrutar».

Filosofía que empasta con esa otra mitad que es Rivas, quien explica el momento clave en la carrera de Carolina:«Un día le pregunté a dónde quería llegar. Y ella me contestó que quería ser campeona del mundo absoluta». Resulta que ya son dos las ocasiones en las que ha conseguido aquello y ahora el recorrido, ya a un año vista, toma rumbo hacia Río de Janeiro: «Quiero llegar muy bien preparada y eso solo se consigue entrenando desde ahora».

Una sábana en la pared

Ayer, Rivas explicaba cómo prepararon la final contra la india:«Como Saina anteriormente había jugado contra otra zurda, observamos que sus patrones no habían diferido mucho de los que aplicaba normalmente contra Carolina. Así, decidimos que el partido lo íbamos a preparar como en otras ocasiones, teniendo un plan B por si acaso afloraban sus nuevos patrones de juego», señala el entrenador, quien como en partidos anteriores hizo una recreación virtual previa del encuentro:«Hacíamos videoclips de distintas fases del juego, y desde las esquinas de la pista, y así recreábamos una especie de partido virtual que proyectábamos sobre una sábana en la pared», explica.

«Encontramos la tecla adecuada. Entre todos conseguimos que Carolina saliera como salió. La idea era que en el inicio del partido Carolina le recordara a Saina, con su actitud corporal y su juego, el último set que jugaron en el All England, que fue una paliza. Así ella no tendría confianza para emplear los patrones nuevos y jugaría como siempre». Y así fue. «Carolina salió con mucha precisión en la red, metiendo velocidad y mucha presión al fondo. Saina luchó, pero se le veía en la cara que no tenía confianza. Por eso, aunque fue por delante en el marcador, era cuestión de tiempo que Carolina contraatacara y remontara».

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