Crónica de la novillada

Huelga de toreo por el cuarenta de mayo: el jolgorio se quedó afuera de la Maestranza

El ambiente festivo vivido en la noche de este jueves en la ciudad de Sevilla no se reprodujo en la Maestranza, que celebró un festejo que con toda seguridad no pasará a los anales del toreo

El novillero Jesús Álvarez evidenció solvencia técnica Juan Flores

Jesús Bayort

Del epicentro del 'macarenismo' hasta el coso del Baratillo sentía estar sumergido en un variopinto desfile de moda flamenca. Señoras con falda rociera, caballeros enjaezados con medallas sobre el pecho y sombreros de palma con la matita de romero. Los looks peregrinos se imponían a los de guayabera y almohadilla bajo el brazo. La noche pedía acompañar a las hermandades capitalinas. O incluso aprovechar para quitar el sayo, como innegable cuarenta de mayo . Para qué nos vamos a engañar: no había ambiente de toros en Sevilla . Dos horas y media después del comienzo del festejo, y a veinte minutos de la medianoche y del cierre de la edición impresa, regresaba a casa para rematar esta crónica. El barrio parecía inmutado . Parecía. Cuando giré de Escoberos hacia Parras estalló la luz y el júbilo. El simpecado de la hermandad de la Macarena estaba detenido frente al zaguán de mi casa. ¿Quién escribiría por mí? Un callejón colindante sirvió como refugio, mientras escuchaba el gozo de mis vecinos .

Indudablemente, lo pasaron mejor que yo. Frente a una Maestranza deshabitada, una calle Parras desbordada . El interés estaba aquí. Como en Triana o en el Salvador. El único, y quizás ínfimo, atractivo del festejo era el retorno de Jesús Álvarez. Muchos aún recordaban aquella pancarta reivindicativa: «Tres años sin una oportunidad en mi tierra. Si no es aquí, ¿dónde será?». Otras tres primaveras más tuvieron que pasar desde que el novillero de Santiponce se postrara frente a la Puerta del Príncipe para iniciar una anecdótica huelga de hambre . Demanda que terminaría logrando su objetivo: persuadir a la empresa Pagés. Seis años después, le llegaba la ocasión de demostrar que no iba de farol. Y también de agradecerle a los de la calle Adriano su confianza.

Hacía el paseíllo entre paisanos, partidarios y amigos, que lo arroparon durante toda la noche. El terno oscuro disimulaba su cuestionable figura. Pese al tiempo sin vestir el chispeante, sorprendió por su solvencia técnica . Sin redondear faena, salvó los muebles. El primero pedía sitio, Álvarez intentaba imponer su terreno, más corto y asfixiante de la cuenta. Fue, junto con el primero de la tarde, el mejor novillo del encierro que había traído el ganadero onubense José Luis Pereda , con movilidad y retazos de bravura. Sin derrochar clase . Tampoco el trapío, justo y necesario.

Los momentos más estéticos y toreros del festejo llegaron de la mano del malagueño Santana Claros , que cumple diez años como novillero con picadores. Paradigma de la situación que atraviesa el escalafón, consiguió momentos interesantes en ambas faenas. La primera, afectada y con claro estilo 'afinitado' , no terminó de conectar con los tendidos. Al novillo 'Buler í a ' lo despidieron con una ovación casi inspirada en ese palo flamenco. Al novillero casi que lo ignoraron. Entraron más en su faena al cuarto, cuando apostó por dejar la muleta abandonada en los frentes. Ahí llegaron los dos mejores naturales del festejo .

El salmantino Manuel Diosleguarde se enfrentó al lote más ofensivo, de tipo y comportamiento, del encierro. De estilo sobrio, quiso más de lo que pudo lograr. El sexto no tenía un pase. Meritoria actuación .

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