Entre el silencio y el miedo: los secretos escondidos en la capilla de la Virgen de La Paloma

Los toreros se refugian en la capilla de Las Ventas antes del paseíllo cada tarde de toros

Antonio Chenel «Antoñete» reza en «su» Madrid a la Virgen de la Paloma ABC

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Una imagen de la Virgen de la Paloma preside el lugar más sagrado de Las Ventas, su capilla. Bajo el cuadro de la patrona «popular» de Madrid, cuya festividad se celebra el 15 de agosto , los toreros rezan en silencio. Es su refugio minutos antes de la corrida, antes de jugarse la vida por un sueño la mayoría de las veces inalcanzable.

Situada en en el patio de caballos , ese patio de cuadrillas se antoja una cueva oscura en la que al fondo se divisa la luz del albero , un haz cegador por el que ilusiones y temores transitan a la velocidad de un Falcon. Ese túnel se convierte en el epicentro del volcán de los nervios. Los miedos evolucionan, aunque son el de la cornada y especialmente el del fracaso los que más revolotean en la mente de artistas que apuestan al todo o nada y dialogan con el dolor.

Entre la marabunta que se agolpa en las tardes de clavel, entre los grupos más pequeños de carteles sin tanto relumbrón, figuras y modestos, matadores, novilleros y cuadrillas buscan el manto de La Paloma. Alejados del mundanal ruido, sus ojos se clavan en los de la Virgen y tratan de tocar con su mano esa túnica divina.

Aunque la imagen se atribuyó primero a la de la Virgen de la Soledad, cuentan que en una procesión una paloma se posó en el cuadro y que de ahí viene su nombre, el nombre de la Virgen de todos los toreros y madrileños.

¡Viva la Virgen de la Paloma!

Antonio Chenel «Antoñete» , religión del toreo en Madrid, fue uno de los más devotos. Sentía auténtica veneración por su «Palomita» y cada tarde, antes del paseíllo, se pasaba a saludarla. Con su mano de cristal vendada, famosa es su fotografía con la Virgen, que ocupó hasta titulares . «Un grito: ¡Viva la Virgen de la Paloma! Emotivo adiós a Antoñete de Sevilla», tituló Vicente Zabala en ABC tras una grandiosa faena, de tres naturales para enmarcar, en la Maestranza de Sevilla en la década de los 80.

La Virgen de la Paloma aparecía así hasta en Sevilla. Pero su plaza siempre fue Madrid. Toreros como Vicente Pastor, Marcial Lalanda, El Estudiante, Julio Aparicio y el citado Antoñete acudían a la iglesia de la Paloma a dar gracias tras una tarde de triunfo. O, simplemente, por salir andando de la plaza. Y en su ruedo, cada 15 de agosto, se celebra la tradicional misa en su honor.

El padrenuestro taurino

En la última tarde venteña de Chenel, con la muerte encima, a su izquierda —su mano bendita—, el vestido malva y oro añejo con el que se despidió de Madrid. A sus pies, un capote de paseo marfil con la imagen de la Virgen de la Paloma, el mismo con el que un día bautizó al niño de sus ojos, Marco Antonio. «Cada vez que reces, tu padre estará contigo», le dijo entonces el capellán Goñi en un momento de emotividad mayúscula.

De estilo barroco, en la capilla, junto al cuadro de La Paloma, hay otro de la Virgen de Guadalupe, tan venerada por los toreros por la gran afición a los toros en México. También, una imagen de Jesús del Gran Poder , que perteneció al Papa Negro, de la dinastía Bienvenida. Sobrecogen también varias estampas, ofrecidas por los propios toreros. Y los rezos dedicados a la Virgen.

No falta un padrenuestro taurino : «Padre nuestro que estás en los ruedos/ Bien rezado sea tu nombre/ Venga a nosotros tu quite/ Hágase mi voluntad, no la del toro/ Así en el triunfo como en el miedo/ La suerte nuestra de cada día dánosla hoy/ No nos dejes caer en las malas tardes y líbranos del daño. Amén». Curiosamente, este lugar de culto se comunica con la enfermería del coso venteño. La sangre y la esperanza, la cogida y la fe.

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