Una señora corrida de toros en el desafío ganadero de Las Ventas

Fernando Robleño y Christian Escribano cortan una oreja con grandes reses de Saltillo y Valdellán

Fernando Robleño recibe al cuarto toro, que echa las manos por delante Paloma Aguilar

Andrés Amorós

El primer desafío responde plenamente a las expectativas del aficionado que desea ver toros auténticos: salvo el segundo, todos los toros de Saltillo y de Valdellán son aplaudidos en el arrastre y varios, de salida. Con toros serios y bravos, Christian Escribano, que confirma la alternativa, y Fernando Robleño cortan cada uno un trofeo. Si no disfrutamos de grandes tercios de varas hay que ponerlo en el debe de los piqueros, no de las reses.

La divisa de Saltillo, de gloriosa historia, recuperada hace poco por José Joaquín Moreno Silva , es predilecta de Las Ventas. Esta tarde, sólo el segundo baja un poco; el primero es bueno; el tercero, magnífico. Con lógica curiosidad se acoge el debut en Las Ventas de Valdellán, la única ganadería que pasta en tierras de León, en la zona de Sahagún, donde estuvieron benedictinos cistercienses. Su origen es Santa Coloma, por la vía Graciliano. (El negocio actual incluye también la cecina de reses bravas). El debut ha sido felicísimo: toros muy serios y muy bravos: ¿qué más se puede pedir?

El primer Saltillo, un precioso cárdeno, cumple bien en tres varas, se viene arriba en banderillas (saluda Ángel Otero), saca nobleza en la muleta. Confirma la alternativa Christian Escribano , de Getafe. La faena es firme, sobria, clásica, de estilo castellano, sin adornos inútiles. Se vuelca en la estocada: justa oreja.

Siembra el pánico el segundo Saltillo al saltar al callejón , de salida; cumple, en varas. El toro, pegajoso, sale con la cara a media altura. Robleño lidia bien y realiza un trasteo meritorio.

Dibuja lances con fino estilo el jiennense Venegas en el tercero. Con un toro noble, que humilla mucho, el diestro liga muletazos lentos, estéticos, pero el público se ha puesto de parte del toro y surge la división.

El primer Valdellán luce una bella estampa (berrendo en negro, lucero, bragado) y su juego está a la altura. Acude con alegría tres veces al caballo: por primera vez se ovaciona a un picador, El Legionario. Va a más en la muleta, como la faena de Robleño . Los naturales de frente finales levantan un clamor. Es justa la oreja y la gran ovación al gran toro.

El quinto, de Valdellán, es todo un señor toro; le pican tres veces pero mal; se come la muleta. Venegas se justifica con valor y no mata bien.

El sexto, de Valdellán, «un tío», repite incansable. El trasteo es desigual: liga bien, se lo echa por delante en los de pecho pero, a veces, la bravura del toro lo ahoga y mata mal.

Si los picadores hubieran hecho bien su tarea, a más de un toro se le hubiera pedido la vuelta al ruedo. Sin hacer demagogia, hemos contemplado toda una señora corrida de toros: algo tan insólito, en los tiempos que corren. Al final, el público ha hecho saludar a los dos mayorales: ¡qué hermosa estampa! Con el toro auténtico, serio, bravo, encastado y noble, esta Fiesta es un espectáculo único.

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