Manzanares, en un estético muletazo con el tercer juampedro
Manzanares, en un estético muletazo con el tercer juampedro - alberto díaz

Manzanares se reencuentra con su mejor toreo en Las Colombinas

Corta tres orejas y abre la puerta grande en Huelva

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Con un cartel que anunciaba un homenaje a Enrique Ponce tras finalizar el paseíllo y con siete minutos de retraso -los mismos que tiene de menos el reloj del coso onubense-, se abrió el portón de cuadrillas. El valenciano saludó la ovación que le tributaron los tendidos con «palmas por Huelva» por ser el diestro que más paseíllos ha hecho en la plaza de toros de La Merced desde su reinauguración en 1984. Veinte con el de ayer, cifra con la que superó a Miguel Báez «Litri». El valenciano cortó una oreja, pero el triunfador fue José María Manzanares, que entusiasmó a los tendidos, se reencontró con su mejor versión y abrió la puerta grande.

Ponce brindó el primero de Juan Pedro Domecq, con poquitas fuerzas pero muy bien presentado.

El valenciano lo toreó a media altura con la diestra y se templó al natural en una serie que hizo sonar la música. Saludó la ovación después de una tímida petición del trofeo. En el cuarto encontró a un astado que se desplazó pero sin alma. Ponce tiró de recursos e inventó la faena, en la que hubo muletazos estimables. Acabó en las tablas, siguiendo la querencia, toreando en cercanías y metido en los pitones. Una lección que rubricó con una estocada que le valió una oreja y de nuevo el reconocimiento de la afición.

Tras protagonizar la anécdota de la semana y aparecer vestido de lince en un acto de promoción con los niños en Huelva, Morante recibió al segundo entre oles. Hubo dos medias abelmontadas y un quite por delantales, con una media a pies juntos, sensacionales. Llegó con ganas, dispuesto, empezó al hilo de las tablas y se recreó al natural, a pesar de que el toro estaba justísimo de empuje. Dio el paso adelante el de La Puebla, que dejó su sello en los pases de pecho, llevando al toro con los vuelos de la muleta, sin molestarlo. El quinto fue devuelto. Con el sobrero, se oyó un fandango y Nerva en una faena de trazo lento y suavidad en las muñecas. Enterró la espada y hubo petición de oreja. Todo quedó en saludos.

Manzanares encontró su toreo en Huelva con un tercero que salió distraído de capotes y fue complicado en banderillas. La primera en redondo puso las cosas en su sitio -con fandango desde el tendido incluido-, ya que el alicantino le trazó muletazos de estética perfecta. A los primeros les faltó ajuste, pero los siguientes fueron templados y largos. Fue a más en la faena, con cambios de mano de mucho empaque y pases de pecho eternos. Implacable con la espada, cortó las dos orejas que paseó mientras sonaba «Mi Huelva tiene una ría».

En el sexto quiso rematar su tarde, que era ya noche cerrada... Manzanares estuvo muy dispuesto, a pesar de que el juampedro buscaba la salida después de cada muletazo. El de Alicante no se resignó y, aunque fue imposible la ligazón, consiguió hilvanar faena. Mató de otro esconazo y paseó feliz una oreja antes de que lo auparan a hombros.

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