Crítica Teatro-Danza

El inquietante universo donde es imposible crecer

La compañía belga Peeping Tom pone el cierre a la programación de la temporada del Teatro Central

Peeping Tom y el Central tienen un idilio desde sus inicios ABC

Marta Carrasco

El Teatro Central pone con la compañía Peeping Tom el broche de oro a la temporada 2018-2019 a la que sólo le falta, fuera de programa el próximo día 8 de junio, los Encuentros en el Central donde se darán cita las nuevas generaciones de la escena andaluza.

Peeping Tom y el Central tienen un idilio desde sus inicios, y así aquí en Sevilla hemos podido ver todas las creaciones de Gabriela Carrizo y Franck Chartier, desde la mítica noche en la que pusieron en escena, en exclusiva en Europa, «Le salón», «Le jardin» y «Le sous sol» en una sola noche-madrugada, hasta la última trilogía, «Vader» (Padre), «Moether» (Madre) y ahora «Kind» (Hijo).

El espacio escénico es inquietante . Un grupo de árboles, rocas, una montaña, piedras y espíritus paseantes...y aunque los objetos visualmente lo son, luego se van convirtiendo en elementos vivos, inquietantes, de los que surgen o desaparecen personajes.

«Kind» es una obra que se interroga sobre la construcción de la identidad. El personaje de una niña que se niega a crecer, un padre/guardabosques caótico y perturbado que siembra la violencia en el universo infantil, una madre que está a ratos...

Seis intérpretes que son bailarines y actores fantásticos dentro de este universo hisperrealista de Peeping Tom que curiosamente, y al contrario de las otras creaciones, se desarrolla en el «exterior» y nos ofrece imágenes sorprendentes. La obra tiene una plástica que no deja a nadie indiferente, con personajes medidísimos, construidos sobre mitos o sobre mostruos y una banda sonora, casi cinematográfica. Las escenas producen risas o consternación en el público, a veces no existe unanimidad, porque en ocasiones el momento incluso llegar a inquietar.

En este lenguaje creado por Peeping Tom todo se desarrolla alrededor de la condición humana desde la propia intuición. Los intérpretes son de esa innegable calidad que siempre nos ofrecen Carrizo y Chartier, igual cantan leader o rock que actúan con gran dramatismo o bailan de forma espectacular, y entre ellos la genial y multidisciplinar Eurudike De Beul, una presencia fija en las creaciones de la compañía belga. En esta obra el arte del movimiento es algo que se palpa. Y en cada ciudad la figuración es local, también en Sevilla, con una niña, un hombre y una mujer que se unen al elenco.

Una obra inquietante, cruel, cómica, con esa tragicomedia a la que nos tiene acostumbrados Peeping Tom, pero que en ocasiones despista al espectador con una dramaturgia un tanto intrincada y la constante sensación de performace. En cualquier caso, una gran clausura para una temporada que nos ha deparado grandes momentos de Danza ( y de teatro, también).

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