Tamara Rojo: «Lo fundamental cuando se elige un cargo público es la transparencia»

La bailarina española, directora del English National Ballet, presentará a su compañía en el Teatro Real la próxima temporada

Tamara Rojo Karolina Kuras
Julio Bravo

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A Tamara Rojo (1974) se le ilumina la voz cuando se le habla de las actuaciones en el Teatro Real, el próximo mes de octubre, del English National Ballet (ENB), la compañía que ella dirige desde hace casi siete años. Incluso a través del teléfono se adivina una sonrisa de satisfacción en su siempre aniñado rostro. «Tengo muchas ganas de volver a Madrid, y especialmente de bailar y presentar a la compañía en el Real». Y es que Tamara lleva más de dos décadas instalada en Londres, donde ha trabajado con sus dos compañías de ballet más importantes, y donde se ha convertido en una de las más destacadas figuras de la danza y la cultura británica. Saca pecho de este septenio. «Han sido años extraordinarios, el cambio en la compañía ha sido grande, tanto interno como en la percepción que el público tiene de nosotros. Hemos transformado el repertorio, con clásicos como "El corsario" o la "Giselle" de Akram Khan, que es el ballet que presentaremos en el Real. Hemos añadido piezas tan representativas como "La consagración de la primavera" de Pina Bausch, y hemos encargado creaciones, como "Playlist", de William Forsythe, que no creaba para una compañía británica desde hace más de veinte años. Hemos hecho giras internacionales: hemos estado en la Ópera de París, y este verano iremos al Bolshoi de Moscú y luego al Teatro Real... Y en breve nos mudaremos a nuestra nueva sede en London City Island, donde tenemos cuatro estudios del tamaño del escenario del Coliseum, donde bailamos habitualmente... Esto nos va a permitir desarrollar un trabajo integrador; es un proyecto que ha costado casi cincuenta millones de libras, pero que va a hacer crecer de manera extraordinaria a la compañía. A mí misma me sorprende haberlo conseguido en tan poco tiempo».

¿Siete años es tiempo suficiente para desarrollar un proyecto? Lo digo porque ahora se ha relevado a los directores de las compañías españolas después de ocho años.

Depende de cada compañía. Yo sabía que las características del English National Ballet me permitían hacer muchos cambios muy rápidos. Es una institución muy anclada en el pasado; el hecho de no tener un teatro ni tampoco un repertorio muy definido era para mí una oportunidad. Estaba casi todo por hacer, a pesar de que la compañía tiene casi setenta años. Pero depende de cada compañía. Aquí hemos hecho muchas cosas, aunque queda mucho más por hacer. Hasta el año pasado no he visto a la compañía de la forma en que yo me la imaginaba. Ahora sí tiene presencia, sí hay bailarines extraordinarios, muy versátiles, capaces de bailar repertorios muy distintos. Y apasionados por bailar; todos los maestros y coreógrafos que vienen a trabajar con nosotros lo destacan.

¿Darles a los clásicos una mirada contemporánea, como ha hecho Akram Khan con «Giselle», es el ejemplo de lo que quiere hacer?

Es importante que la danza siga evolucionando y sea relevante para el público del siglo XXI. El ballet clásico es un arte hasta cierto punto frágil, las tradiciones se pasan de generación en generación con el boca a boca; hay muy poco que se pueda escribir o dejar consolidado. En el teatro hay un texto; una generación puede perder una obra y que la siguiente la recupere. Pero en el ballet es diferente; si no se baila se muere. Pero ese instinto de protección de la tradición, del legado, no puede llevar a que el ballet sea un arte estancado y que las generaciones más jóvenes que vengan al teatro no se sientan representadas. Es importante que nos cuestionemos el significado de los clásicos, que creemos nuevos clásicos; que podamos hablar tanto a aquellos que aman esa tradición como a los que nunca se habían acercado al ballet por sentirlo ajeno. El ballet no puede ser un arte momificado. Y eso es lo que intento hacer al abrir el repertorio o al invitar a nuevos creadores para ofrecer una nueva visión de los clásicos. El ballet puede ser una gran herramienta de comunicación, de transmisión de emociones.

«Es importante que la danza siga evolucionando y sea relevante para el público del siglo XXI. El ballet clásico es un arte hasta cierto punto frágil, las tradiciones se pasan de generación en generación con el boca a boca; hay muy poco que se pueda escribir o dejar consolidado»

¿La emoción es lo que más puede aportar el arte a una sociedad cada vez más tecnificada y ensimismada como es la nuestra?

Sí. Y de hecho el ballet concretamente tiene ante sí una gran oportunidad. Hay cada vez un mayor aislamiento, pero a la vez, y seguramente como reacción, estamos cada vez más hambrientos de experiencias que puedan compartir; experiencias que les hagan sentir, emocionarse. Y la danza, al ser un lenguaje universal y no tener la barrera del idioma, puede cruzar fronteras. Nosotros actuamos en un festival rock, en Glanstobury, delante de cincuenta mil personas, con una pieza que creamos para recordar la I Guerra Mundial. No hace falta saber idiomas para sentir las emociones que propone la danza. Creo que la danza puede ser el gran arte del siglo XXI.

Pasando a otras cuestiones más terrenales, ¿cómo cree que puede afectar el Brexit al desarrollo de la compañía?

El Brexit es muy preocupante para todos los que nos dedicamos a las industrias creativas. Mucho de lo que se crea está basado en la libertad de los artistas para viajar, de ir y venir. Hoy en día la creación artística británica es muy internacional. En el ENB hay cuarenta bailarines de otros países europeos; lógico que estemos todos preocupados.

«El Brexit es muy preocupante para todos los que nos dedicamos a las industrias creativas. Mucho de lo que se crea está basado en la libertad de los artistas para viajar, de ir y venir»

No sé si en Gran Bretaña está también en efervescencia el feminismo. Usted creó un programa titulado «She said» («Ella dijo»), después otro titulado «She persisted» («Ella persistió»).

Decidí crear estos programas porque en veinte años de carrera no había bailado nunca una coreografía de una mujer. En la danza la mujer tiene su sitio fundamentalmente como bailarina; hubo una época en que lo tuvo también como directora, de hecho esta compañía y el Royal Ballet fueron creados por mujeres. Pero hay muy pocas mujeres coreógrafas, y con esos dos programas quería equilibrar el trabajo y demostrar a las bailarinas que pudieran tener interés en coreografiar que sí podrían tener una oportunidad. Desde que asumí la dirección del ENB, hemos presentado veintiocho trabajos creados por mujeres.

Hablemos de España. ¿Le ha alegrado el nombramiento de Joaquín de Luz para dirigir la Compañía Nacional de Danza? Los dos «nacieron» en la misma compañía, el Ballet de Víctor Ullate.

Joaquín ha tenido una carrera internacional muy importante; es un bailarín muy querido por el público español. Y esa posición seguro que va a ser útil para la compañía. Viene de Estados Unidos, que tiene un sistema diferente al español, en cuanto a patrocinios y a trabajo social, y creo que va a ser muy positivo.

¿Hay posibilidades de que usted y su compañía colaboren con él?

Por mí encantada. Le dejé muy claro cuando le vi que si podía ayudar de alguna manera contara conmigo.

¿Usted se presentó al concurso para la renovación de la dirección de la compañía? ¿Tiene previsto volver a España?

No me presenté, ni tampoco nadie contactó conmigo. No esperaba que lo hicieran. Ahora mismo estoy totalmente volcada en el proyecto del English National Ballet, tengo tres años más de contrato. Ya he dicho que hemos conseguido mucho en muy poco tiempo, pero todavía queda mucho por hacer. Ahora mismo, mi vida está aquí.

«Cuando decidí buscar coreógrafas para la compañía no me fue fácil encontrarlas; muchas mujeres me respondían diciendo que no se sentían preparadas. Y me di cuenta de que no tenían referentes ni ejemplos que les hicieran sentir que tenían la misma preparación que los hombres»

Ha habido críticas al hecho de que no se haya elegido a ninguna mujer para dirigir las unidades de producción del Inaem. El ministerio ha argumentado que se han presentado muy pocas mujeres a los concursos. ¿Qué le parece?

No sé quién se ha presentado ni puedo opinar sobre el proceso. Sí sé que cuando decidí buscar coreógrafas para la compañía no me fue fácil encontrarlas; muchas mujeres me respondían diciendo que no se sentían preparadas. Por eso, porque me di cuenta de que no tenían referentes ni ejemplos que les hicieran sentir que tenían la misma preparación que los hombres, me esforcé más en que ocurrieran. Es una pescadilla que se muerde la cola; si no lo veo no lo creo posible, y si no lo creo posible no me atrevo. Pero la segunda vez ha sido más fácil, porque las mujeres que quieren coreografiar ya saben que en el ENB van a tener oportunidades.

¿Y usted no se anima a coreografiar?

Por ahora no. Pero sí me gustaría en un futuro revisitar algún clásico y ponerlo en un contexto que sea relevante hoy en día. Lo que se hace tan frecuentemente en el teatro.

¿El ballet tiene que entrar por el cerebro igual que por los ojos?

No tiene por qué, pero yo lo prefiero. No hay que minusvalorar la belleza; es muy difícil crear algo bello, como hacía Balanchine, solo con la música y el movimiento. Pero a mí, personalmente, me interesan las historias. Siempre me han interesado. Me encanta leer, ir al teatro. Y lo que quiero es desarrollar historias que le interesen tanto al público que busque solo la belleza como a aquel que quiera un análisis más profundo o seguir una historia.

«Me parecen bien los concursos, pero cuando son honestos y abiertos, para que se puedan presentar proyectos y no personalidades. Lo fundamental en estos procesos es, insisto, la transparencia»

Volviendo a los concursos, ¿usted cree en ellos o cree que es mejor elegir directamente a quien se crea que es el más adecuado?

Yo creo en la transparencia. Eso es lo más importante cuando se designa un cargo público. Me parecen bien los concursos, pero cuando son honestos y abiertos, para que se puedan presentar proyectos y no personalidades. Así llegué yo a la dirección artística del English National Ballet, con un proyecto que yo creía que era el mejor para la compañía. Lo fundamental en estos procesos es, insisto, la transparencia. Que los proyectos se puedan publicar si hace falta y se tenga claro que es lo que se quiere conseguir.

Para terminar: ¿sigue bailando igual que siempre o menos?

Bailo menos, sobre todo porque llevar una compañía requiere mucho tiempo. Digo no a muchas propuestas internacionales que me encantaría hacer. Por otro lado, me apasiono con otras cosas; para bailar al nivel al que yo quiero hacerlo hacen falta muchas horas, y cada vez me cuesta más sacrificar otras cosas para dedicar las horas necesarias para bailar como yo quiero.

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