CRÍTICA DE TEATRO

«Sueño de una noche de verano»: una fiesta de los sentidos

El Centro Dramático Nacional presenta una producción de la compañía Voadora de la obra de Shakespeare

Una imagen de «Sueño de una noche de verano» CDN

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Si Shakespeare llenó su –en opinión de Harold Bloom– primera obra maestra de un irresistible torrente de erotismo , hechizos, arrebatada poesía, subversión, misterio y embriaguez de los sentidos, la compañía Voadora es radicalmente fiel a la insumisa hoguera encendida por el Bardo con una delirante e imaginativa aproximación a esa convulsa epifanía del amor sin barreras comprimida en el paréntesis nocturno de un solsticio de verano.

Aún no había cumplido treinta años don William cuando escribo la comedia, a finales de 1595 o principios de 1596, como contribución a los fastos de la boda entre sir Thomas Berkeley y lady Elizabeth Carey , y ese travieso ambiente de celebración de esponsales inunda este montaje desde el principio, cuando todos los intérpretes –a excepción de Diego Anido (intérprete de Demetrio y Bottom), que canta en el escenario «My way» embutido en un frac– reciben al público en la sala vestidos de novia, ellas y ellos.

La versión libérrima del chileno Marco Layera enhebra ferocidad, humor y fantasía a todo ritmo, y ese texto hirviente de desafíos e incorrecciones Marta Pazos lo eleva a sublime categoría transgresora con una potente y brillantísima puesta en escena, salpicada de imágenes surreales e inundada por la iluminación cómplice de Rui Monteiro en tonos rosas y rojos. Acciones y canciones, textos, música y danza se alían en un espectáculo que ha limado alguna parte del argumento original, respetando las líneas esenciales y anegándolo todo con un caudal de ironía crítica, cuestionamiento de convenciones sociales y sexuales, y procacidad descacharrante.

Egeo es aquí alcalde y padre de la rebelde Hermia ( Janet Novás ), a la que ha complacido en todos sus caprichos y excesos, aunque no tolera su más reciente pretensión de no aceptar un convencional matrimonio con Demetrio y querer casarse en cambio con Lisandro ( Andrea Quintana ), personaje transgénero, en origen con asignada identidad femenina y que se encuentra en proceso hormonal de reasignamiento como varón. La pareja escapa al bosque y ya se sabe lo que Shakespeare urdió. La reina de las hadas Titania ( Areta Bolado ) es una ciclópea y divertida matrona ante la que empequeñece Oberón ( Borja Fernández ); y Puck ( Hugo Torres , también intérprete de Egeo), una suerte de juguetón fauno desnudo cuyo único atuendo son unas deportivas que emiten destellos luminosos. En esa línea disparatada, festiva, desobediente, turbadora y llena de sorpresas se desarrolla este espectáculo que el Teatro Valle-Inclán acoge solo durante tres días.

La compañía Voadora, creada en 2007, en Santiago de Compostela, se define como «un monstruo de tres cabezas: el actor-músico Hugo Torres , el productor-realizador-músico José Díaz y la directora-actriz-artista plástica Marta Pazos ». Esta última escribe en el programa de mano de la función que «Voadora celebra diez años haciendo teatro y estamos de fiesta. Esta vez la pista de baile tiene más que ver con ‘El jardín de las delicias’ de El Bosco o con las esculturas eróticas de Cicciolina encaramada a Jeff Koons , que con la reina Titania acariciando al tierno asno que pintó Chagall . Venimos armados con calor y espectáculo contagioso. Propagaremos la misma onda expansiva con la que el destino destruye los planes de dioses y mortales. Pero no te equivoques: esta es una comedia sobre el amor y el dolor, la pasión y el sexo, los desencuentros y el poder». Tiene toda la razón.

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