Pequeñas historias, grandes reflexiones

Gema Matarranz y Marta Megías, en una escena de la obra
Julio Bravo

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Juan Carlos Rubio es uno de los dramaturgos españoles más activos y merecedores de atención; también de los más inesperados, porque toca muy distintos palos, unos con más fortuna que otros, pero teñidos todos por el oficio, algo que, desafortunadamente, cada vez se tiene menos en cuenta, y no solamente en el mundo del teatro.

Presenta Rubio en el Teatro Quique San Francisco 'La isla', una función realizada para Histrión Teatro, admirable compañía con la que ha trabajado ya en varias ocasiones anteriormente. En ella se presenta a una pareja, Ada y Laura, que aguarda en la sala de espera de un hospital, con cierta angustia, el resultado de la operación de su hijo. La situación que plantea el autor es opresiva, sofocante, pero consigue espumarla con un hábil movimiento de escape (puntualmente, las actrices abandonan sus personajes) y, especialmente, con el contraste entre las dos mujeres, luz y sombra ante el problema que se les plantea.

La función va tomando forma según el autor la va tejiendo (eso es oficio) y se va desvelando el fondo que late en la negrura que tiñe a uno de los personajes: ¿puede el mayor amor desear el mayor dolor? Una pregunta que Juan Carlos Rubio desliza de manera sutil y que comporta consecuencias impensadas. Un accidente es el desencadenante que desentierra la verdad y ésta se convierte en una destructora bomba de racimo.

Si, como se dice popularmente, el buen perfume se vende en frasco pequeño, también los grandes asuntos se encierran en pequeñas historias cotidianas. Y Rubio sabe contar la pequeña historia (aunque no para ellas) de dos mujeres, a las que con oficio, e indudable talento, sabe acercar a los espectadores; una es el día, el optimismo, la positividad; la otra es la noche, la oscuridad, casi la tenebrosidad, con un secreto que finalmente aflora del corazón a los labios.

Para contar esta historia cuenta con dos actrices, Gema Matarranz y Marta Megías, que colorean e interiorizan perfectamente sus personajes, que son la cara y la cruz y que, sin apenas más armas que su interpretación, navegan por fortuna por esta función llena de oficio y de talento.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación