Una forma de reencuentro

Diego Doncel

«Conversaciones con mamá» no deja de estar de actualidad. El texto de Santiago Carlos Oves fue concebido como obra de teatro, pero muchos la recordarán por la multipremiada adaptación cinematográfica que se hizo de ella. En esta adaptación Jordi Galcerán actualiza y universaliza el texto original, le da riqueza dramática, lo aligera de circunstancias concretas, lo hace respirar en nuestro propio tiempo. «Conversaciones con mamá» habla de la crisis, de todas las crisis, de cualquier crisis, de la precariedad laboral, de la vejez, del matrimonio, de un hombre de 50 años que, tras ser despedido por un ajuste de plantilla, solo ve como solución vender el apartamento donde vive su madre, una anciana de 76. A partir de ahí madre e hijo empiezan a poner en limpio sus vidas: el amor secreto de la madre con un hombre mucho más joven y el fracaso matrimonial del hijo en una relación que ya es un simple formalismo, un pequeño infierno de mentiras.

La obra atrapa desde el principio por el sentido del humor, por ese humor lleno de matices y de ingenio, pero también por el mundo sentimental que despliega. Diálogo sobre el encuentro de dos almas a las que la vida las ha ido separando, es una obra sobre la aceptación de la muerte de una madre y cómo esa muerte no interrumpe ningún diálogo. Su ligereza es una forma de profundidad, su naturalidad una forma de moral, su tiempo a veces es demasiado lento, y su sesgo de comedia burguesa convencional se ha hecho que pese demasiado aquí. El apartamento con terraza en el que se desarrolla es algo más que un simple espacio doméstico, es el territorio de los recuerdos y el de las interrogaciones sobre qué hacer con la vida. Finalmente es el espacio de la libertad con el que poder construir el futuro.

Texto intenso con personajes intensos, hay que agradecer que María Luisa Merlo lleve a cabo una interpretación llena de viveza, de dramatismo y de ternura. Pone el punto humorístico más sólido, más inteligente y, a la vez, expresa esa idea tan central en la obra de la vejez como una nueva oportunidad para vivir. Gran interpretación de una enorme actriz que no se traiciona a sí misma, sino que con todo el peso que le ha dado tantos años de oficio convierte el personaje de la madre en alguien entrañable y verdadero. Jesús Cisneros , en el papel de hijo, también pone sobre el escenario su indudable fuerza dramática, sobre todo en el momento en el que habla de todas la dimensiones de su fracaso.

Una obra, en fin, vitalista y esperanzada, divertida y ligera.

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