La conspiración del humor

Esperanza Elipe y Cristina Alarcón, en un momento de la obra marcosGpunto

Diego Doncel

Comedia paródica, divertimento delirante sobre nuestras paranoias, en «Hombres que escriben en habitaciones pequeñas» Antonio Rojano ha querido crear, en clave de humor, una obra sobre las conspiraciones, los asesinatos políticos y sobre el sueño de cambiar la historia. El texto se abre con esa referencia al tipo de explosivo que hizo volar por los aires a Carrero Blanco, y con la pregunta: ¿Estaba detrás de ese explosivo los Servicios Secretos de Estados Unidos? El pasillo del patio de butacas y el escenario están empapelados con páginas de periódicos donde poder explorar los principales hitos del asesinato que intenta subvertir la historia: Lincoln, Kennedy, los distintos terrorismos… Sin embargo, Rojano lleva todo esto a un sótano tan maloliente que hay que acudir al ambientador cuando el del piso superior tira de la cadena, a tres caricaturas de agentes del espionaje y la conspiración, y a un escritor de novelas que se autopublica en el submundo de Amazon y fríe patatas Deluxe en un McDonald’s. Rojano inventa un texto donde un Don DeLillo naïf desciende al sainete hispano y se encuentra el delirio de nuestras actualidades, la burla y la comicidad.

Es cierto que todo aquí está puesto en función del humor y que todo se proyecta para hacer pasar al espectador un rato divertido, como si ya solo nos quedara la parte caricaturesca de las revoluciones. Es cierto que Rojano apuesta por no profundizar, por desarrollar el conflicto en el disparatario, en el absurdo: una máquina del tiempo construida para atentar porque «la revolución no se hace en el futuro sino en el pasado». Y la idea es que Julio, el escritor de la novela El terrorista de otro siglo, viaje al pasado y lleve a cabo el magnicidio.

Dividida en una serie de cuadros, la obra no mantiene la misma intensidad, incluso el final tiene una resolución demasiado simplista, pero no deja nunca de ser interesante, incluso con esa mezcla de estéticas, donde lo mismo existe la ciencia ficción, el thriller, la cotidianidad costumbrista, lo cutre o lo político.

En el plano interpretativo, Esperanza Elipe sabe utilizar, como ya sabemos, sus recursos dando vida a Carmen, la jefa. Lo mismo que Secun de la Rosa, con su estilo característico y personal, encarnando a ese escritor que decide hacer un gesto supremo. Cristina Alarcón demuestra su solvencia en la escena, después de sus papeles en series televisivas.

«Hombres que escriben en habitaciones pequeñas» habla de los terrores, los desencantos y las disfuncionalidades, su humor negro no deja de perturbar, como la realidad que refleja, llena de historias ocultas y ficciones que Rojano vierte por primera vez en el género de la comedia.

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