'Animal negro tristeza', el fuego para transformar al hombre

Las Naves del Español, en Matadero, presentan la obra de la alemana Anja Hilling en un montaje dirigido por Julio Manrique

Una imagen de 'Animal negro tristeza' David Ruano
Julio Bravo

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Cuatro hombres y dos mujeres (una de ellas con un bebé en los brazos). Entre los treinta y pocos y los cuarenta y tantos. Son todos personas acomodadas, con profesiones liberales -arquitecto, artista, fotógrafa, modelo...-. Gente hermosa, rica y creativa. Y profundamente urbanita. Se encuentran, sin embargo, en un bosque.

Este es el planteamiento inicial de ' Animal negro tristeza ', una obra de la joven dramaturga alemana, que se presenta mañana en las Naves del Español, en Matadero , en una coproducción del Teatro Español con la Sala Beckett de Barcelona, donde se estrenó a principios de este año. Julio Manrique dirige el montaje, que interpretan Mireia Aixalà, Jordi Oriol, Joan Amargós, Mima Riera, Màrcia Cisteró, David Vert, Norbert Martínez y Ernest Villegas.

«Podría decirse que son amigos -describe la autora en el texto, traducido al español por María Bosom -. Se conocen, más o menos, se caen bien, hasta cierto punto, a veces se desprecian, saben cosas los unos de los otros, algunas, quieren gustarse. Tenían ganas de salir en este precioso día de verano, dar la espalda al mundo, hacer una barbacoa, dormir una noche al raso , olvidar las preocupaciones, contar estrellas, el viento en la piel, mosquitos, brillo en los ojos. Hincharse a comer, emborracharse y sentirse ligeros, muy ligeros, en medio de un claro, entre árboles altos y verdes, rodeados de crujidos y murmullos, suaves y hermosos como el primer sonido del mundo».

Esta idílica situación se derrumba al estallar un incendio -provocado seguramente por una acción irresponsable de alguien del grupo-, que hace que, víctimas del pánico, cada uno busque su propia salvación.

«Es un texto especial -dice de 'Animal negro tristeza' Julio Manrique-. Es una obra dura que mezcla dolor y belleza. Describe el incendio con todo lujo de detalles, con una precisión casi obsesiva y que resulta poética. La dureza tiene que ver con cómo cuenta Anja Hilling ese incendio, cómo expresa la fascinación por el fuego, por esa naturaleza desbocada pero fascinante, y ahí están las imágenes recientes del volcán de La Palma».

Define la obra Julio Manrique como « una tragedia contemporánea ». Lo importante, sigue, «es cómo asumen o no su responsabilidad, su actitud ante la muerte, que hacen que los personajes se descubran a sí mismos y se den cuenta de que son alguien que no sospechaban ser. Es un descubrimiento y una transformación ».

La obra, ahonda el director, nos enfrenta a nuestra propia vulnerabilidad, ante nuestra fragilidad, ante la consciencia de que en cualquier momento todo se puede venir abajo. Es fácil relacionarlo con la situación creada por la pandemia del coronavirus. Escribe Julio Manrique: «En 'Pandemia', el popular filósofo esloveno Stavoj Žižek hace un análisis de urgencia de la crisis provocada por la Covid-19 y también propone una transformación . Un cambio profundo, sistémico y global. Un cambio en nuestra manera de vivir, de relacionarnos, de pensarnos como individuos y como sociedad. Una nueva forma de comunismo para garantizar, no ya un mundo más justo, sino, simplemente, nuestra supervivencia. En última parte de la obra 'Negro Animal Tristeza', la autora devuelve los personajes a la casilla de salida, a su paisaje habitual: la ciudad. Extenuados y tristes, como náufragos a la deriva, pasearán entre los escombros de sus vidas empujados, empero, a continuar. Yo diría que sorprendentemente, casi milagrosamente, empujados a seguir. O enfermizamente. O quizás, solo, inevitablemente. Deben continuar, de una manera o de otra ».

Califica Julio Manrique esta puesta en escena como un desafío -«nos ha retado a todo el equipo»-. Es principal, recrear el incendio. «Cuándo leí la obra me sacudió; es un texto perturbador. Me planteé cómo se llevaba a escena el incendio, es un material difícil... El fuego no es una metáfora, es real. La autora quería que lo pudiéramos oler, que se nos metiera el hollín en el cuerpo...»

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