José de la Tomasa: «En el flamenco hay que distinguir qué es la fideuá y qué son los fideos con almejas»

El sábado día 22 de junio, el cantaor sevillano será homenajeado en el II Festival Flamenco Valle Gitano por algunos de sus compañeros

José de la Tomasa en el Bar Plara, La Macarena Vanessa Gómez

Luis Ybarra Ramírez

Le molesta el sol de tanto pescar sin sombrilla, por eso se sienta con la mirada clavada en la barra del Bar Plata. Tiene La Macarena a la espalda y en los labios. En el paladar popular de sus letras. José de la Tomasa es el cantaor de Sevilla y recibirá un homenaje el próximo sábado a cargo de la Hermandad de los Gitanos en el II Festival Flamenco Valle Gitano. Y, aunque le disguste la luz que estos días le chilla en los ojos, la cita del fin de semana le apunta con un foco intenso. Es poeta de verso sencillo, artista de antología y risueño en el trato cercano . Comenta que para tener una buena charla el entrevistado debe ser un pozo y el entrevistador parecerse a un cubo. A ver.

¿Cómo recibe este homenaje?

Supone el declive de los dioses. Lo agradezco enormemente, de verdad, pero yo me siento cantaor y lo que quiero es cantar, no que me den tantos homenajes.

¿Demasiada responsabilidad?

Ya me lo dijo Chano Lobato: «Cuando cumplas los 60 te van a empezar a dar muchos homenajes».

¿Cuándo se retira un cantaor?

Un catedrático se retira cuando la ley se lo dice, pero un cantaor, mientras tenga voz, no lo hace nunca. A mí de momento me puede el ansia de seguir.

¿El flamenco hay que defenderlo o se defiende solo?

En estos momentos hay que defenderlo desde las instituciones. El flamenco es un elastiquillo que se va estirando y cualquiera dice que lo que hace es flamenco. Hay que saber distinguir qué es una fideuá y que son los fideos con almejas. Cada cosa tiene su sitio y de forma oficial se debería salvaguardar este patrimonio musical.

Si tuviese que prescindir de algo, ¿el flamenco, el Betis o los toros?

Qué difícil. Creo que de los toros, porque cada vez siento más apego por ellos y no lo puedo remediar. Será la edad.

¿Escribir o pescar?

Para mí es lo mismo una cosa que la otra. No puedo escribir sin pescar ni pescar sin escribir. Me gusta ir solo, con mis dos cañas, para cargarme el cuerpo y el alma. José y el mar. Si hiciera un disco, se titularía así.

¿Y por qué no lo hace?

No quiero morirme sin hacer una antología de 20 o 30 cantes, pero es muy complicado. Me tienen que ayudar para grabarlo, apoyarme. Creo que es necesario que yo deje mis conocimientos, modestamente, a las generaciones que vienen, como otros maestros ya hicieron antes. Cantes de mi familia y de mis 50 años como cantaor que me gustaría mostrar. Llevo sin grabar desde los 90 y sería una forma de desprenderme de cierta sabiduría.

Ha mencionado a su familia, ¿qué recuerda de su abuelo el cantaor Pepe Torre?

Tengo muchas anécdotas con él. Recuerdo que yo trabajaba de tapicero cuando él ya estaba de viejecito en la cama. Entonces, yo solía entrar en casa tarareando por las escaleras y una vez él le preguntó a mi madre que quién era el niño que subía todos los días cantiñeando. Ella le explicó que yo. «Pues no lo pierdas de vista porque ese va a ser cantaor», le respondió mi abuelo. Hoy soy yo el que dice eso de mi nieto Manuel. Lo siento en la sangre.

¿Cuál es el sitio más raro en el que ha cantado?

He cantado en la tómbola de un pueblo y en una torre muy alta aquí en Sevilla, con el vértigo que le tengo a las alturas, para inaugurar La Bienal. También lo he hecho en escenarios importantes de París y en el pueblecito más humilde de Andalucía. De todo se aprende. Y, por supuesto, canté con el grupo Triana. Yo conocí a Jesús de la Rosa de niño porque los dos éramos vecinos y, finalmente, acabé saliendo al principio de sus conciertos para que el público viese la raíz de la música que ellos hacían. Hoy vivo justo donde nació Jesús de la Rosa, mi amigo. Qué curioso.

Su otra faceta es la de letrista y poeta, ¿qué debe tener una letra para ser flamenca?

Mucha verdad. Que te lleve a tiempos pasados y a sentimientos universales. Las letras son fatigas individuales y mi poesía es como mi cante. Yo tengo melodías en mi cabeza y se me ocurren letras en el día a día que encajan en esos cantes. Pero se me ocurren al momento. Ahora mismo me viene una: «Si quieres sabiduría/tomate un día un café/sentado a la vera mía». Yo nunca busco nada elaborado, sino lo que me nace en el momento. Incluso mientras canto me invento muchas letras.

¿Con qué letra terminamos esta entrevista?

Cuando yo me muera/que nadie me llore/que traigan cantes de mi gente amada/ni velas, ni flores.

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