Gerardo Núñez «entertainment»

La evolución de Gerardo Núñez en los últimos años ha sido clara: ha viajado del flamenco al jazz para hacer un tipo de música que está en los dos sitios a la vez. El fondo es jondo y las formas jazzísticas. Una propuesta que le ha servido para entrar en todos los circuitos porque el jerezano ha optado por hacer música de entretenimiento , basada fundamentalmente en el virtuosismo, frente a su época más clásica en la que compuso joyas como la bulería «El gallo azul» o la «Soleá de la luna coja». Las condiciones de Núñez son desbordantes, sobre todo en su mano izquierda y en el pulgar , al que ha tenido que dar más protagonismo con el paso de los años. Y el diálogo que afronta con el guitarrista sueco Ulf Wakenius es un verdadero espectáculo, sobre todo en los tramos en los que el nórdico vuela con la púa improvisando melodías por bulerías. Si a todo eso se le suma el colchón rítmico del sanluqueño Cepillo , que es uno de los mejores percusionistas que jamás ha tenido el flamenco, el resultado es incuestionable. Músicos de mucha calidad haciendo pasar un rato a lo grande.

Pero los aficionados echamos de menos al Gerardo Núñez reposado que nos volvió locos hace 20 años, sobre todo porque en esta versión hay tramos que resultan algo repetitivos. Tiene más importancia el prodigio técnico que la profundidad musical. Y Wakenius vuela por el diapasón provocando en el público más impresión que emoción . En todo caso, es una forma legítima de ponerse en un escenario. Frente a la hondura de la rondeña inicial, una permanente rueda sobre la que hacer melodías por bulerías, por tangos o por guajiras. Cambios de ritmo, remates contundentes , puro «entertainment». Para los trasnoches de la Bienal, la propuesta es ideal. Pero el flamenco espera que en la próxima edición aparezca Gerardo por derecho ofreciendo música nueva y tocando bajito. Que es un monstruo de la guitarra, ya lo sabemos. Que hace virguerías con el instrumento, también. Ahora lo que queremos es que nos haga llorar.