Flamenco SinCejilla

Arcángel: «Las instituciones públicas no divulgan bien el flamenco»

Entrevista al cantaor onubense, que actúa este fin de semana, crítica del nuevo álbum de Antonio Torres El Chato y una reflexión sobre el flamenco que se exporta al extranjero

Arcángel en la terraza de The Corner House, la Alameda Vanessa Gómez

Luis Ybarra Ramírez

Tiene el pelo alborotado y unas pocas canas que nos muestran que hace tiempo que dejó de ser una promesa. El viento que le tira ahora de los rizos es el de la Alameda, lo que nos trae a la conversación aires de otros tiempos. Ecos lejanos que seguramente él recoja y actualice este viernes y el sábado en el teatro de Los Remedios. Ni nostálgico ni cabreado, pero consciente y crítico, Arcángel se sienta al cobijo de un montón de recuerdos y vivencias . De asuntos que prefiere tratar entre charlas y olvidarlos al subirse al escenario. El cante, la actualidad y la vida.

Se llama igual que un exitoso cantante de reguetón, no le habrán contratado nunca por confusión.

Aún no ha pasado, pero cuando suceda iré al festival de reguetón. Haré flamenco, claro, que hay que divulgar.

Después de su experiencia en la Cátedra de Flamencología, ¿cree que se divulga bien el flamenco?

En absoluto. Creo que la cátedra y las instituciones públicas no lo hacen correctamente al enfocarlo al profesionalismo, porque se dejan un océano de por medio. Les interesa más que la gente sepa diferenciar una malagueña de otra; eso causa rechazo al gran público. Hay que tener objetivos más grandes y tratar de enganchar a la gente.

¿Qué le trae a Sevilla?

Cante, una guitarra y dos palmeros. También haré alguna travesura...

¿Qué es lo que más le piden además del fandango?

El fandango es en verdad lo único que tengo que hacer sí o sí. Lo bueno es que tengo la posibilidad de hacer un sinfín de estilos y nunca me aburro.

Su discografía ya es sustanciosa, ¿de qué trabajo se siente más satisfecho?

De todos, pero es cierto que el primero es el más especial. Lo que más te agobia de un disco es el «se acabó». Cuando lo terminas y no se le puede poner ni una nota más.

¿Compensa grabar un disco de flamenco?

Económicamente, no, pero así ofreces algo nuevo. Yo tengo dos álbumes en mente para los próximos años.

¿Su mejor disco está por llegar?

Esa es siempre la idea. Lo ideal sería que el mejor fuese el del final. Marcharte, y dejar ahí eso. Toma.

Arcángel frente al espejo Vanessa Gómez

Pertenece a la generación que sigue a Morente, El Lebrijano, Camarón, Lole y Manuel… ¿les exigimos demasiado cuando ansiamos que estos genios se repitan?

Es injusto. Es cargarnos de una responsabilidad tremenda. No debe ser una frustración no conseguir llegar a ese listón. Ahora además todos quieren empezar la casa por el tejado sin currar desde abajo.

¿Escucha lo que ya ha grabado?

Muy poco. Solo para aprender y encontrarme fallos. Pero en el momento en el que lo he hecho, lo olvido.

Estamos en un lugar emblemático, la Alameda, hábleme de referentes.

De los que anduvieron por aquí me marcaron especialmente Tomás Pavón, Pepe Pinto y Manolo Caracol.

Empezó cantando en las peñas sin que hubiese grandes aficionados en su familia.

Ni grandes ni pequeños, en mi casa no había aficionados. Yo empecé en las peñas, sí. Al principio no entendí a Juan Talega, Antonio Mairena o Tío Borrico..., pero me identifiqué rápido con Camarón y Morente. Y ellos me hicieron entender a los anteriores. Han sido los traductores perfectos entre una época y otra.

¿Esa es su misión actual?

Claro. Volvemos a eso de la divulgación: la tarea más importante que tenemos los artistas. O una de ellas. Las instituciones públicas deben apoyar y no encerrarse en un conservadurismo que no atrae. Que a la hora de divulgar nos limita. Cuando intentas endulzar un mensaje, el de Terremoto o Agujetas, para que la sociedad lo entienda y lo acabe amando, el inmovilismo que vive por aquí adentro te aplasta. No estamos enseñando a amar el flamenco, en definitiva, porque la divulgación no se cuida.

Discutir sobre esto genera más polémica que el fútbol o la política.

Pues se debería fomentar dar más la opinión, aunque la opinión que no está formada es tan dañina como el insulto.

«Un viaje a los recuerdos», de Antonio Torres El Chato: cantar con las costillas

El sello discográfico La Voz del Flamenco , que tiene su estudio en la Fundación Cristina Heeren, nos deja una nueva muestra de su línea de trabajo: grabar a cantaores de enorme calidad, en su mayoría absolutamente desconocidos, a los que la industria ha orillado en cierto modo. Así presentamos a Antonio Torres El Chato.

El malagueño juega con algo a su favor: una voz que suena a costillas. A Indio Gitano, a Talega. Su cante, con «faltitas de ortografía», como diría Agujetas, esconde una verdad tan profunda que vence incluso a los desajustes de la letra, la armonía y la afinación . Nada está por encima de su certeza caló, así las rumbas nos evocan a los años 70 y 80, al sonido de la fiesta anacrónica de, por ejemplo, El Luis.

El álbum arranca con unas alegrías que se pasean por la calle Larios. Las bulerías están dedicadas a Camarón y la zambra resulta caracolera. Entre ecos carceleros y tangos, también aparece una balada, una sevillana y una versión del «Non, Je ne regrette rien» , de Édith Piaf. Hermosa antítesis situada en algún punto entre la brusquedad y la delicadeza. La soleá , que se envalentona en los aires de tierra adentro, concluye su discurso. A veces, rotundo. A veces, orientado en exceso a la intención de filtrar por sus facultades jondas piezas que podrían ser del gusto de un público mayoritario. Ahí da con hallazgos de gran valor y a su vez nos deja con un deseo en los oídos. El de escucharlo solo, sin más instrumento que el crujido de la enea. Tal vez de eso se trataba.

El flamenco que se exporta nos define

Una regla esencial de la Comunicación es que una empresa no es lo que es, sino lo que parece . Es decir, lo que los demás creen. Por eso, resulta tan sumamente importante lo que proyectamos hacia fuera. Porque no solo nos cataloga, sino que en cierto modo nos define.

Se ha presentado el Flamenco Festival de Nueva York y la programación me ha hecho pensar que el cante corre un riesgo tremendo más allá de nuestras fronteras. El baile hace tiempo que le robó protagonismo y el extranjero reconoce antes unas castañuelas que un ayeo. Para muchos, allá afuera, flamenco será sinónimo de cierta danza . Lo que se encuentran al llegar aquí, además, no siempre es de calidad, lo que aumenta la brecha del desconocimiento. Flamenco será sinónimo de «free show», sangría and «something» cutre .

Lo que se expondrá en EE. UU en este ciclo entre los meses de marzo y abril es, en su mayoría, de interés general, aunque algunos artistas que ni ellos mismos se consideran flamencos van a representar a este arte . Eso no es bueno. Y lo que allí ocurra nos define.

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