Yuja Wang: «Movimientos como el #MeToo se han exagerado»

La joven pianista china, una de las más grandes intérpretes de este instrumento, ofrece hoy un recital en el Auditorio Nacional

Yuha Wang, ayer en Madrid Maya Balanyá
Julio Bravo

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Aparenta fragilidad. Pero no hay que fiarse de las apariencias, porque Yuja Wang (Pekín, 1987) no tiene nada de frágil. Ella misma lo repite en un par de ocasiones -«soy una mujer fuerte»- a lo largo de la conversación, salpicada por varios involuntarios bostezos. «Perdone, he llegado esta mañana de Nueva York», se disculpa. En el legendario Carnegie Hall de esta ciudad -en la que reside- ofreció precisamente el martes pasado un recital rubricado con siete bises . «Es algo que no se planea, que surge de manera espontánea -dice con una orgullosa sonrisa-. El programa que toqué allí era completamente nuevo para mí, y hacer esos bises con piezas que he interpretado muchas veces fue como encontrarme con viejos amigos».

Y es que Yuja Wang demuestra su fortaleza especialmente cuando se sienta ante el piano, instrumento del que es, a pesar de su juventud, una de sus más relevantes intérpretes de nuestros días. El público de Madrid lo sabe bien, y hoy tendrá ocasión de comprobarlo nuevamente en el Auditorio Nacional ; allí ofrecerá un recital organizado por la Fundación Scherzo en el que tocará obras de Rachmaninov, Scriabin, Ligeti y Prokofiev . Será la primera parada de su gira europea, que le llevará las próximas semanas a Italia, Austria, Alemania, Gran Bretaña, Suiza y Francia.

¿Por qué ha elegido estas piezas?

Son, salvo Ligeti, autores rusos. Son compositores muy familiares, pero las piezas que interpreto en este recital no lo son tanto; aunque pienso que merecerían ser interpretadas más a menudo. Me gustaría que el público, cuando venga a escuchar el recital, se sienta como cuando acude a un museo a ver una exposición, especialmente con las obras de Rachmaninov, que crean un espacio muy agradable para el oyente. La música de Scriabin, por otro lado, es emocional y al mismo tiempo seductora y enigmática, mientras que la «Sonata número 8» de Prokofiev, que ocupa la segunda parte, no es una de sus obras más típicas. Creo que los cuatro autores y estas piezas permiten un viaje para el oyente; están todas escritas a principios del siglo XX, y son muy diferentes entre sí. Aunque es un programa muy duro para mí; muy emocional y al mismo tiempo muy exigente y cerebral. Y no estoy todavía muy familiarizada con ellas.

¿Hay algún repertorio con el que se sienta más cercana?

Con la música rusa, precisamente, me siento como en casa. Pero me encanta Brahms, me encanta Schubert. Son dos autores que adoro tocar.

Ha tocado en alguna ocasión música española. ¿Tiene en mente tocar alguna obra más?

Por supuesto, la «Iberia» de Albéniz, es una obra que todos los pianistas tienen en la cabeza. También las «Goyescas» de Granados... Quizas más adelante.

Usted es muy joven...

Me gusta eso... -interrumpe con una risa entre halagada y azorada-.

Es la verdad... ¿Hay un repertorio más adecuado para tocar cuando uno es joven y otro más adecuado para la madurez?

«Hay un repertorio más técnico, otro que exige una mayor musicalidad. Pero yo niego la idea de que haya unas piezas que se deban tocar cuando el pianista está en su madurez»

No creo. Hay un repertorio más técnico, otro que exige una mayor musicalidad. Pero yo niego la idea de que haya unas piezas que se deban tocar cuando el pianista está en su madurez. Se habla en ocasiones de «Hammerklavier» de Beethoven -la «Sonata número 29»- en este sentido; yo la toqué hace dos años y es un regalo para un joven pianista aprenderla. Se tiene más facilidad para tocarla y supone un impacto. Sí, es posible que se entienda mejor cuando se sea mayor, pero eso no significa que un joven no la pueda interpretar perfectamente.

¿Se encuentra más cómoda tocando sola o con orquesta?

Me gustan las dos cosas.

¿Cuáles cree que son sus principales virtudes como pianista? Se habla de su virtuosismo y su refinamiento técnico.

No lo sé, es complicado hablar de mí... Creo que soy muy cambiante. Puedo ser un día muy oscura, al día siguiente muy intensa, o muy ligera y alocada... Hay muchas mujeres en mí. Pero una vez un profesor dijo de mí que era extremadamente sincera, que no era capaz de ocultar nada.

¿Le ha ocurrido alguna vez no tener ganas de tocar y tener que hacerlo por obligación?

¡Claro! Siempre tengo una sensación de claustrofobia antes de ofrecer un concierto; hay que tocar a una hora determinada, y no siempre es la más adecuada para ti... Pero bueno, el público está ahí.

¿Y qué relación siente con el público cuando toca?

«Evidentemente, hay comunicación con el público en los conciertos, pero estamos hablando de música y, para mí, es más importante la relación que establezco con los compositores»

Evidentemente, hay comunicación, pero estamos hablando de música y, para mí, es más importante la relación que establezco con los compositores. La conexión que consigo con su obra, que es la que luego comparto con el público. Los espectadores son testigos. Pero lo que pretendo cuando toco es meterme en la cabeza del compositor, y para ello necesito mucha concentración, privacidad; si piensas en el público, puedes dejarte llevar por los nervios.

¿Consigue la misma sensación cuando está en el estudio de grabación?

No me gusta grabar discos de estudio; me gusta que se graben mis conciertos. Supongo que no me encuentro a gusto con esos momentos previos a la grabación, la luz roja del estudio que se enciende... No es una sensación que me guste.

Usted se aleja del estereotipo de los pianistas. Toca habitualmente con vestidos ceñidos y minifaldas, con zapatos con unos tacones altísimos. ¿Es una actitud natural o pretende refugiarse detrás de un personaje?

«Las mujeres tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Yo no necesito a una persona poderosa que me proporcione una carrera. Si soy buena, la tendré»

Creo que cualquier artista necesita tener una personalidad muy definida. Sentirse fuerte como individuo, como ser humano. Ser independiente, tener sus propias opiniones, y no solo en el aspecto musical. Yo soy una mujer moderna, asiática, que vivo en Estados Unidos y toco a menudo en Europa. Soy el resultado, supongo, de la mezcla de muchas culturas. No estoy actuando. Cuando toco el piano estoy haciendo música, y ahí no hay mentira posible. Soy completamente sincera, honesta y vulnerable: me muestro completamente desnuda ante el auditorio. Y cuando subo al escenario quiero sentirme segura, confiada y poderosa. Vestirme así me hace sentirme de alguna manera Superwoman o la Mujer Maravilla, y me permiten hacer mi trabajo, que es tocar y hacer música, mejor.

Vivimos unos tiempos de efervescencia y reivindicación feminista. ¿Qué piensa usted de la situación y qué opina de movimientos como el #MeToo?

No lo sé... Creo que las mujeres debemos ser fuertes y debemos ser iguales pero... No sé qué más decir. Pero me parece que movimientos como #MeToo se han exagerado.

¿Usted no ha tenido problemas en su carrera por ser mujer y joven además?

No, siempre he sido una mujer muy fuerte. No me he dejado caer a mí misma en situaciones como las que han denunciado muchas mujeres. En muchos casos también depende de nosotras las mujeres. Tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Yo no necesito a una persona poderosa que me proporcione una carrera. Si soy buena, la tendré. Sé quién soy.

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