Dagmar Lieblová, en el escenario del Teatro Real
Dagmar Lieblová, en el escenario del Teatro Real - Jaime García

El Teatro Real presenta«Brundibár», la ópera que nació en un campo de concentración nazi

En los ensayos ha estado presente Dagmar Lieblová, que estrenó la obra en el campo de concentración de Terezin y sobrevivió al Holocausto

Madrid Actualizado: Guardar
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Terezin era en 1943 un campo de concentración, que la propaganda nazi enmascaraba como una «ciudad balneario» para judíos. Entre los que se encontraban recluidos allí, figuraban cerca de 50.000 niños. Algunos de ellos fueron los protagonistas, el 23 de septiembre de aquel año, del estreno de «Brundibár», una ópera infantil compuesta por Hans Krása (habitante también de Terezin), con libreto de Adolf Hoffmeister. Una de las niñas que cantó en aquel estreno fue Dagmar Lieblová, una de las supervivientes de un gueto en el que murieron 33.000 personas y del que fueron deportados a los campos de exterminio otras 88.000 personas.

Dagmar Lieblová, que ahora tiene ochenta y seis años, ha viajado a Madrid para asistir a los últimos ensayos de la producción de «Brundibár» que presenta el Teatro Real dentro de su programa El Real Junior (su antiguo proyecto pedagógico).

Se ofrecerán doce funciones de este título, seis escolares y seis familiares. La dirección musical es de Jordi Francés y la dirección de escena de Susana Gómez. Participan en ella el Coro de los Pequeños Cantores de la ORCAM y la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid.

«A los niños les gusta actuar en un teatro -recuerda Dagmar-, pero para los niños de Terezin “Brundibár” significaba algo más; era un cuento sobre la vida normal de unos niños que compran helados, compran el pan y la leche, van al colegio o juegan en un parque... Algo que para nosotros formaba parte del pasado y que era un sueño. Significaba, también, una esperanza de que todo acabaría bien para nosotros... Para alguno de nosotros se hizo realidad, pero para la mayoría no...»

Hans Krása, que murió en Auschwitz, escribió dos veces la partitura de «Brundibár». La primera vez lo hizo en libertad, en 1938 (aunque la obra no fue representada hasta 1942). El músico, ya recluido en Terezin, reescribió la obra de memoria, adaptando la instrumentación a las posibilidades que tenía en el campo. Ésa es la versión que se escuchará en el Teatro Real, que inscribe «Brundibár» dentro del programa temático al que dedicará los próximos meses de su programación -con el estreno en Madrid de la ópera «Moses und Aron», de Arnold Schönberg, como eje-. Pero este título no está solo en la temporada del coliseo por su significación y su contenido, sino porque es, coinciden Joan Matabosch, director artístico del Real, y Jordi Francés, «una ópera magnífica».

Susana Gómez explica que ha traído la historia de los dos niños que necesitan comprar leche para su madre enferma a «un mundo contemporáneo», en el que Brundibár, originalmente un malvado organillero, se convierte en un carismático presentador que tienta a los niños con un mundo de consumo. Los Pequeños Cantores de la Jorcam, dice su directora, Ana González, «se quedaron muy shockeados al conocer la historia de esta ópera, y la puesta en escena les ha ayudado a comprender la historia».

Dagmar Lieblová, que confía en que lo que pasó no volverá a ocurrir, «porque la Europa de hoy es muy diferente de la de los años treinta», no sabe explicar bien qué siente al volver a oir la ópera que ella estrenó. «La vi por primera vez después de Terezin en 1991, con algunos supervivientes, y estábamos todos llorando emocionadísimos. La he visto varias veces más y solo en alguna representación me he vuelto a emocionar; pero debo decir que el domingo, en el ensayo, escuché el coro final entre lágrimas».

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