Rocío Márquez: «Quienes tenemos inquietudes ideológicas debemos poder transmitirlas sin miedo»

La cantaora estrena «Visto en El Jueves», quinto disco en el que recupera cantes y canciones clásicas de la mano del guitarrista Juan Antonio Suárez Cano

La cantaora Rocío Márquez ABC

Alejandro Escribano

Rocío Márquez (Huelva, 1985), una de las cantaoras con más proyección de la nueva generación, publica «Visto en El Jueves» (Universal Music), trabajo donde plantea una reflexión crítica sobre el concepto de autoría mediante un repertorio en el que la brecha entre lo flamenco y lo no flamenco queda difuminada. Relecturas de cantes y canciones de Bambino, Rocío Jurado, Paco Ibáñez, Concha Piquer, El Cabrero, Turronero, Pepe Marchena, José Menese y Manuel Vallejo asoman en una obra en la que Márquez vuelve a la guitarra después de sus trabajos con Proyecto Lorca y Fahmi Alquai.

¿Por qué lo ha titulado «Visto en El Jueves»?

Es un título un poco localista, porque el que no sea de Sevilla no sabe que El Jueves es el mercadillo de antigüedades y de segunda mano de la calle Feria. Un mercado muy conocido, como lo es El Rastro en Madrid. Me parecía divertido, porque a nivel sonoro era un título bonito y hasta enigmático: ¿a qué se refiere?, ¿a la revista?, ¿a que está en medio de distintos estilos, entre cantes y canciones? El sentido real del título es que todos los cantes y canciones del disco los he encontrado en vinilos y casetes que compré en El Jueves.

¿Y qué casetes y vinilos vio en El Jueves?

Por ejemplo, «Luz de Luna», de El Cabrero, del que mantenemos el inicio de su versión que empieza con la toná «La vidala del nombrador»; de Fernanda y Bernarda de Utrera, los cuplés por bulerías, como «Se nos rompió el amor»; de Bambino, el «Quiero»; de Vallejo, «Trago Amargo», al que hacemos un guiño a esa manera antigua de acelerar la bulería con un toque de Cano muy tradicional. Me gustaba la idea de que estuviera en antítesis con otros cantes, como por ejemplo la mariana de Menese y Moreno Galván «Entona la puerta», que tiene un acompañamiento mucho más moderno. O el romance «Llegar a la meta», que lo reformulo a partir de esos cantes de Pepe Pinto y Marchena, con esa manera de cantar y hablar a la vez pero cogiendo otra letra, en este caso la de Antonio Orihuela, que es un poeta maravilloso del movimiento de Poesía de la Conciencia de Moguer. De alguna manera, eso une, todo tiene que ver con ese espacio.

Recupera el formato de cante-guitarra despues de dos años

Admiro profundamente la guitarra de Juan Antonio Suárez Cano. Lo conocía desde hacía tiempo, pero la primera vez que nos subimos juntos a un escenario fue en 2013 en el Festival de Jerez con el espectáculo «Naranja amarga», de Leonor Leal, en el que precisamente hicimos una versión de «Luz de luna». Ése fue el comienzo. Y fue una sensación tan bonita que le dije: «Tenemos que hacer algo juntos». De hecho, mis últimos tres proyectos discográficos («Firmamento», «Diálogos de viejos y nuevos sones» y «Visto en El Jueves») nacen de esa emoción en un escenario. Y en este caso de la emoción que me genera Cano. También me apetecía volver a la guitarra por un aspecto práctico, ya que en muchos festivales te piden un formato de guitarra y voz, porque a nivel logístico es más fácil y menos costoso.

Hábleme del repertorio del disco.

Son versiones de cantes y de canciones. El hecho de haberlos entrelazado es la intención de querer difuminar esa línea tan estrecha que a veces ponemos en el flamenco, porque fíjese qué curioso que a mí todas estas canciones me llegan a través del flamenco. Por ejemplo, el «Trago amargo» no lo escucho por vez primera como un tango argentino, sino por Vallejo. O el «Se nos rompió el amor», por la Bernarda y la Fernanda; eso me gusta. Y pensar que realmente el proceso de aprendizaje para interiorizar un cante o una canción es el mismo, lo que son distintos son los códigos que puedas emplear. En el momento que haces una reinterpretación, no desde un punto historicista sino pasándolo por tu propio filtro y por tu corazón y tu mente, estás teniendo en cuenta esos distintos códigos que tiene el flamenco.

¿Qué aportan esas versiones de temas clásicos?

(Largo silencio) No le sabría decir. Es una pregunta compleja. No hemos tenido una intención primaria, sino que lo único que hemos querido ha sido revisitar esa memoria colectiva en la que están esas canciones y pasarla por nuestro filtro, sintiéndolas y compartiéndolas con los demás.

También se anima a componer...

Siempre parto de lo que he encontrado en estos vinilos y casetes. Pero hay veces que el partir de ahí me lleva a otros lugares. Por ejemplo, con la serrana. Partía de una letra tradicional que no me encajaba por tema ideológico de la cuestión de género y entonces compuse esta letra: «Me dan para perderme de mi persona, una vida de imagen, dinero y gloria. Perdí la llave por aquellos caminos tan delirantes». Realmente, nos venden el éxito para que todos queramos comprarlo, parece que todo eso es maravilloso y que te va a hacer feliz. Y no. Yo cuanto más conozco a personas que considero exitosas, más me doy cuenta de que el éxito que nos venden a nivel social no tiene nada que ver con la felicidad. Por eso a veces parto de ciertas letras y, como no me terminan de convencer, al final acabo componiendo lo que yo creo.

Hace una reflexión crítica sobre el concepto de autoría. ¿Qué opinión tiene sobre la polémica de la apropiación cultural?

Yo creo que eso en el flamenco no tiene mucho sentido porque precisamente el flamenco nace de la mezcolanza de culturas. Sí que pienso que con el movimiento que se está dando últimamente con los fenómenos de masas (redes sociales) hay que tener un poco de cuidado para que no se pierda esa otra vía más ortodoxa o tradicional, porque al final vivimos en un sistema capitalista y obviamente lo que interesa es lo que da dinero. Y lo de masas da más dinero que lo que no es de masas. En lo único en lo que puedo estar de acuerdo con ese discurso de apropiación cultural es en que cuidemos de una manera más especial toda esta manera de hacer flamenco más ortodoxa para que no esté en peligro, porque es necesaria.

Como artista comprometida que es, ¿no cree que falta cierta reivindicación en las letras flamencas de ahora, que aborden temas de actualidad?

Yo defiendo, precisamente porque creo en la libertad de expresión, que no todos los artistas necesitan tener un posicionamiento ideológico o político fuerte y transmitirlo en sus letras, porque como personas no tienen esa necesidad. Y a mí me parece genial que quien no lo tenga como necesidad no lo incluya en sus proyectos artísticos, porque eso al final me parece coherente con su manera de vivir y su manera de pensar. También creo que los que tenemos esa necesidad, esas inquietudes ideológicas, debemos poder transmitirla en nuestros cantes sin miedo a que por ello se nos vaya a dejar de contratar en algún festival.

¿Cree que eso puede llegar a pasar?

Claro, eso pasa. Que te contraten por tu ideología y que no lo hagan por la misma razón.

Colabora en el disco Kiko Veneno con una versión de «Andaluces de Jaén».

La primera vez que me subí a un escenario con él fue en el Auditorio Nacional de Madrid en una noche que compartimos con Carmen Linares. Vuelvo a lo de antes. Si en un escenario vivo experiencias que me emocionan, después me gusta llevarlas a lo discográfico. Y en el caso de Kiko también ha sido así. Llegamos a «Andaluces de Jaén», a Paco Ibáñez, a Miguel Hernández... y me daba mucha pena que eso se quedara sólo en aquella actuación y en las dos mil personas que estuvieron allí y que no lo pudiera tener guardadito en un cofre, porque a veces también el punto de los discos es ése, que cuando pase el tiempo tengamos ese recuerdo sonoro. Para mí, Kiko es ese estandarte de libertad artística vinculado al flamenco y a mi tierra. Creo que estamos en un momento en el que es bonito defender ese sentimiento de identidad con una tierra. Y yo lo tengo con Andalucía.

La revista especializada «El Canon» le ha dedicado un número especial. ¿Cree que está en el mejor momento de su carrera? ¿No le da cierto vértigo y responsabilidad?

Me da mucha energía y mucho ánimo, más que otra cosa. El vértigo lo sentí después de ganar la Lámpara Minera, un vértigo brutal en el que lo pasé bastante mal, me costó entender que hay cosas que no tienen sentido, que al final tenemos que dar lo que tenemos y si hay errores, que seguramente los habrá, porque estamos aquí para aprender, verlos siempre de manera positiva, sin flagelarnos tanto.

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