Mauricio Sotelo estrena su concierto para piano «Con segreto sussurro»

La Orquesta Nacional de España, bajo la dirección de David Afkham, interpretó la pieza

Mauricio Sotelo Amancio Guillén

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

El imaginario del compositor Mauricio Sotelo incluye obsesiones que el tiempo ha hecho más profundas. El concierto para piano, que encargó y ahora ha estrenado la Orquesta Nacional de España , lo muestra a través de una inmediata colección de citas. Si desde el arranque asoma el eco de la novena sinfonía de Bruckner porque la obra de Sotelo sirve de prólogo a su interpretación en el mismo programa, todo se hace evidente en ritmos más o menos explícitos de lo que ya se llama el «alterflamenco»; también en la relación con la obra del hereje Giordano Bruno que conforma el título, «Con segreto sussurro: De vinculis», referencia a uno de sus tratados; incluso en la memoria latente de Nono señalada en buen parte de todo lo que de misterioso hay en esta música.

Son muchas las ideas que, consciente o involuntariamente, subyacen en este collage sinfónico. Habrá quien también se fije en Ravel y en alguno de sus conciertos, o en Falla y sus «Noches» poniendo el punto final de manera inmediata. El manejo de todo ello implica una habilidad que cobra verdadera importancia en la penetración expresiva de muchos pasajes orquestales y de un piano que en la interpretación del sábado Nicolas Hodges situó en una posición prudente. A partir de ahí, el carácter descendente y oscuro que inspira Bruckner confiere a la obra una turgente gravedad contraviniendo incluso la vivacidad rítmica de la bulería de cierre donde, el piano al alimón con el cajón flamenco de Joan Castelló , reconvierte lo bullicicoso en una lejana y personal reminiscencia.

El que la música de Sotelo se pueda explicar a través de la cortina más o menos transparente de sus espectros significa abrirse al sutil ensamblaje sonoro de la novena de Bruckner, curiosamente tan lejano de la versión arisca, cortante y angulosa que ofreció la ONE y su titular David Afkham . Los aplausos debieron agradecer una versión que, antes que seducir, apostó por construir y superponer en un juego de dinámicas contrastantes. Aun asumiendo lo que de positivo hubo en la dureza rítimica del «scherzo» es muy difícil defender el carácter poco refinado de la propuesta.

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