Mark Lanegan: una voz cavernosa puede ser exquisita

El que fuera el líder de los Screaming Trees hizo un repaso de su amplia carrera en el madrileño Teatro Lara

MADRID Actualizado: Guardar
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Si se mandara un mensaje al espacio a ver si hay alguien por ahí, la voz de Mark Lanegan tendría su aquel. ¿Jeff Buckley?, ¿Mila Ximénez? Las opciones son infinitas, muy discutibles,... La de Lanegan, si este planteamiento no fuera totalmente absurdo, daría una imagen curtida y vigorosa de nuestra raza, desapasionada y severa, suave en su gravedad, como ayer se pudo comprobar en el Teatro Lara en un concierto tan delicado como fiero, una delicatessen del gusto de la rockerada cuya sofisticación no aguanta hasta mucho más lejos de este hombre huraño y malcarado de perpetuo ceño fruncido.

Apareció en el centro del escenario veloz y sin alarde alguno, siendo su rostro el mejor iluminado de la banda en un concierto penumbroso en tonos rojizos.

El ambiente era el conveniente. Y se puso a cantar la lenta «When your number isn't up» para abrir, una joya de su fantástico «Bubblegum». Le siguió otro tema de igual o mayor tonelaje artístico, «One way street», que dice lo de «I drink so much sour whiskey. I can hardly see». Y es que apenas ve nada con esos ojitos (que cantaría Mucho Muchacho), entrecerrados casi siempre, cogiendo el micro a su manera característica como si fuera entre a abrazarlo y a saltar en pértiga, sin apenas inmutarse (¡pies quietos!), conformando una figura imponente que canta canciones de cuna. «Creeping Coastline of Lights» fue el tema que completó el terceto inicial de aupa.

La Voz de la caverna también mete caña, como en «Gravedigger's song», por ejemplo, ya que no nos olvidamos que este estadounidense viene de los Screaming Trees, grupo guitarrero de la época grunjera, guarro de sonido junto a la voz cazallosa de Lanegan y que no tuvieron el éxito de sus colegas de escena, ya sean Soundgarden, Alice in Chains y ya no hablemos de Pearl Jam o Nirvana. Cambiando de onda completamente, en su versión de «You Only Live Twice», de Nancy Sinatra, la cosa alcanzó extremos muy bellos. Pero los extremos son muy malos, claro.

En los bises, Lanegan cantó «Driver», del disco que grabó junto a su compañero de escenario, y que también ejerció de fino telonero, Duke Garwood. Luego vino la mexicana «Mescalito», con las maracas como primer elemento percusivo de la noche. Le siguió «I am a the wolf», que se acerca a «The partisan» de Leonard Cohen, porque de alguna manera Lanegan es como un Cohen macarra. Y cerró con «Half of ashes», de los anteriormente mencionados Screaming Trees, que la tocó a dúo con su magnífico guitarrista y que éste llegó agitarse de tal manera que parecía que podía llegar a iluminarse. A su lado, Lanegan le observaba quieto, incluso ausente, aunque le aplaudió durante un par de segundos. Y después se fue sin decir ni mú mientras el otro hacia sonriente una foto al público.

El concierto de Mark Lanegan estuvo inserto en el ciclo Son Estrella Galicia.

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