Manuel Liñán, en un momento de su espectáculo en Nueva York
Manuel Liñán, en un momento de su espectáculo en Nueva York - LUIZ C RIBEIRO

Manuel Liñán demuestra la flexibilidad del baile flamenco

El bailaor granadino presentó en el City Center de Nueva York su espectáculo «Nómadas»

ENVIADO ESPECIAL A NUEVA YORK Actualizado: Guardar
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Entre otras muchas virtudes, el flamenco tiene una poderosa flexibilidad que le permite adaptarse a los formatos más diferentes y acomodarse a las más distintas propuestas. El Flamenco Festival de Nueva York, un año más, lo está demostrando. Y si un día el City Center acoge el baile radical y espontáneo de Farruquito, al día siguiente, con una recepción igual de entusiasta, presenta el flamenco dibujado y estilizado de Manuel Liñán. Todo ello mientras en la Roulette, en Brooklyn, la cantaora Esperanza Fernández se unía al pianista de jazz cubano Gonzalo Rubalcaba; y en el célebre Joe's Pub donde Woody Allen tocaba los lunes el clarinete actuaba La Banda Morisca.

Manuel Liñán pertenece a una esplendorosa generación de bailarines que ha dado al baile flamenco, en los últimos años, un nuevo rumbo basado, fundamentalmente, en la búsqueda de nuevos acentos y en la inquietud por sumar vivencias artísticas diferentes.

Artistas como Olga Pericet, Rocío Molina, Daniel Doña o Marcos Flores son puntas de lanza de esta tendencia, locomotora de buena parte del baile español.

«Nómadas», el espectáculo que Manuel Liñán ha presentado en el Flamenco Festival, lo ilustra perfectamente. Una cuidada y refinada puesta en escena es la base sobre la que se asienta un baile elaborado, técnicamente exigente, que va hilando una perfilada coreografía. El virtuosismo, especialmente el de Liñán, un sobresaliente bailarín, preside los movimientos, en los que el flamenco se deja «contaminar» por acentos del baile clásico español (su primo hermano) y pinceladas de danza contemporánea.

Este flamenco coreográfico corre el riesgo de perder la capacidad comunicativa y emocionante que es santo y seña del baile. «Nómadas» no lo hace, y la prueba está en el entusiasmo con el que el público neoyorquino reaccionó a la propuesta. No es del todo redonda; hay cierta falta de limpieza en los juegos de las sillas con que se resuelven algunas transiciones, y está poco aprovechado, por ejemplo, el uso del contraluz (que rinde homenaje a Carlos Saura); pero se trata de un trabajo serio y de mucha calidad.

Manuel Liñán es protagonista destacado: baila mucho y muy bien, con una rondeña muy seria y atractiva y unos valientes caracoles, que interpreta con bata de cola, y donde no deja resquicio a la caricatura o al "travestismo barato".

Este Flamenco Festival ha calado en la ciudad y se ha convertido en una cita esperada para el público neoyorquino. Hace tres lustros arrancó, y en los primeros años el español era el idioma dominante en el patio de butacas del City Center; hoy los españoles se dejan oír con sus bravos y sus viva España, pero en los pasillos son mayoría aplastante los neoyorquinos, que disfrutan con un baile que es, sin lugar a dudas, de lo mejor que puede ofrecer la cultura española y la marca España.

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