El espíritu de Venecia

El concierto inaugural de la Biennale se centró en la interpretación de «Inori» de Staochausen

Inauguración de la Biennale ABC

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

El visitante veneciano suele quedar absorto contemplando la fachada de una ciudad que flota monumental y decadente, solemne, cautivadora y románticamente inquietante. Venecia abruma cuando aparece en el horizonte y ahoga en la cercanía, obligando a ignorar que tras el paisaje también existe un bullicio de radical modernidad. Mientras otros lugares turísticos se consuelan con el recuerdo, aquí la vida cotidiana se exige a sí misma ambición, actualidad e, incluso, vanguardia. En lo aparente está la obsesión por el diseño más innovador, obvio en muchos escaparates, en la restauración interior de los edificios y en el trato de gentes; en lo ideológico llama la atención el compromiso que alientan actividades como la Biennale di Venezia de cuyo conglomerado participa el Festival Internazionale di Musica Contemporanea que este año celebra su sexagésimo primera edición.

La diferencia con otros eventos similares es obvia. También en la música actual puede encontrarse un afán de conformidad en tanto muchas de las propuestas, por novedosas que parezcan, se atienen al «establishment». En Venecia se habla este año de factoría de la invención , de las posibilidades de los nuevos usos instrumentales, de técnicas extendidas, de la diversidad y convivencia de géneros y, como argumento narrativo, de oriente. «East!» es el título con el que Ivan Fedele, director del evento, trata de vincular el actual pálpito musical de las sociedades chinas, coreana (del sur) y japonesa. La entrega del León de Oro a Tan Dun y el de plata a Dai Fujikura se explica en ese contexto.

Pero mientras llega el momento de la concesión se anuncian proyectos tan sugerentes como la cuarta edición de la Biennale College, pequeña concentración de obras escénicas que tantean el género desde el pequeño formato y la sencillez de medios. Están presentes los compositores Rafaele Sargenti, Leonardo Marino y Ole Hubner . El aspecto experimental e investigador estrecha aún más el horizonte en la sección 23 Open. Desde el año pasado se tantean géneros como el jazz, realizaciones en directo y música étnica tradicional. En la noche del viernes, actuó el dúo de culto Demdike State (Sean Cantry y Miles Whittaker), interesados en el tecno distópico, el «dark ambient», el «jungle» y el «remix» de repertorios contemporáneos. «Reazione», creado expresamente para la Biennale, parte del legado de Gruppo d’improvvisazione Nuova Consonanza (con Morricone, Macchi, Kayn, etc) y otros compositores e intérpretes como el contrabajista Fernando Grillo.

La actuación concentró a un público incondicional, absorto ante la densidad sonora que se multiplicaba en uno de los espacios de referencia del Arsenale veneciano, en otro tiempo astillero de la República con trabajo para 16.000 obreros y capacidad para la construcción de una galera en un día. Hoy los inmensos barracones mantenidos con aspecto de ruina son espacios dirigidos a la creatividad. Dentro de la cordería, antigua fábrica de cabos, se han habilitado escenarios multiusos incluyendo el dedicado a la Biennale Musica y, por tanto, al concierto inaugural de la actual edición , centrado en la interpretación de «Inori» de Staochausen , puente lógico para adentrarse en oriente desde la cultura musical occidental.

La liturgia de Stockhausen implica una suerte de gestos con origen en muy diversas corrientes desde el sufismo a las representaciones en el templo de Angkor Wa en Camboya. Cabe definirlo como teatro del sonido, si bien es difícil delimitar si importa antes el mimo o la música. De ahí la importancia del formidable trabajo de Roberta Gottard i, exacto por la meticulosidad y concentración a la hora de transcribir la gestualidad marcada en la partitura de manera tan absolutamente milimetrada, según gestos vinculados a la afinación, a la dinámica, para el cierre, de transición…

«Inori» es una partitura de setenta minutos que se ha escuchado en Venecia en la versión para 33 instrumentistas según quedó concluida en 1974, y para la que el director teatral Alberto Oliva y el escenógrafo Alessandro Chiti proponen una especie de altar sobre la orquesta coronado con dos triángulos superpuestos. El guiño al orden espiritual quedará, por tanto, en la base de esta versión en cuya continuidad algo hipnótica ha de reconocerse el trabajo de la Orchestra di Padova e del Veneto dirigida por Marco Angius. Kathinka Pasveer, vinculada a Stokhausen en sus últimos veinticinco años, ha estado presente en la interpretación veneciana. Sus palabras durante la presentación previa sirvieron de guía para una escucha que ella misma quiso certificar.

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