La epidemia que nos está quitando la voz

La soprano Raquel Andueza abandera un método revolucionario de canto que choca contra las modas instauradas por los ’talent shows’

La soprano Raquel Andueza afirma que estamos viviendo una epidemia de mal uso de la voz ABC

Miguel A. Delgado

«Estamos viviendo una epidemia de mal uso de la voz ». Quien hace esta afirmación no es una persona cualquiera, sino alguien que ha hecho de ese instrumento el centro de su vida. Se trata de la soprano Raquel Andueza , uno de los nombres que más ha hecho por recuperar el repertorio barroco, y que en los últimos años ha vivido una experiencia que la ha llevado a replantearse por entero su relación con la voz y el abandono en el que todos la tenemos sumida, a pesar de que se trata de un aspecto tan importante para nuestra salud como el físico o los hábitos alimenticios.

Claro que ella, tras años de clases de canto y de una carrera exigente que había multiplicado sus conciertos en la escena internacional con el grupo 'La Galanía', fundado junto con Jesús Fernández Baena y con el que había grabado el disco referencial 'Yo soy la locura' (2010), nunca habría llegado siquiera a plantearse esta cuestión si no se hubiera enfrentado, hace cinco años, al mayor terror que pueda imaginar una cantante: sentir que está perdiendo la voz .

Raquel Andueza ABC

«Empecé a notar que tenía problemas para llegar a la zona aguda, especialmente al re. Grabé un disco, y me di cuenta de que tenía que parar más, que repetir más de la cuenta. Al principio lo achaqué al cansancio, a los viajes, al trabajo. Pero un año después ya me di cuenta de que realmente me pasaba algo». Comenzó entonces una peregrinación por las consultas de distintos especialistas, pero su diagnóstico era siempre el mismo: que sus cuerdas vocales estaban perfectamente. Solo una de ellas se dio cuenta de que su laringe estaba ligeramente rotada, como consecuencia del latigazo que sufrió tras un frenazo cuando iba en coche, pero tras solucionar el problema con una terapia de cinco meses de rehabilitación que no implicaba pasar por el quirófano, el problema persistió.

La inseguridad que se apoderaba de ella al darse cuenta de que el espectro de su voz se iba reduciendo la llevó a eliminar de su repertorio aquellas piezas cuya interpretación podía verse comprometida, pero eso la situó en una relación que hacía del cantar una fuente de ansiedad, no la realización plena que hasta entonces había sido. « Llegué a pensar seriamente en dejarlo , porque para mí cantar es comunicar y, si no podía hacerlo, no tenía sentido.»

En ese momento, un amigo suyo, el musicólogo Álvaro Torrente, le hizo llegar un largo reportaje aparecido en el periódico 'The Guardian' que abordaba la cuestión de por qué hoy tantos intérpretes actuales tienen, o han tenido, problemas con la voz y se ven obligados a pasar por el quirófano, como Adele (dos veces) o Cher , sopranos como Natalie Dessay o tenores como Rolando Villazón . Y en ese artículo aparecían dos sorprendentes referencias, las profesoras Marianna Brilla y Lisa Paglin , que hacía décadas habían dejado sus carreras para instalarse en el pequeño pueblo italiano de Osimo y desde allí, y tras dedicar quince años a estudiar las grabaciones antiguas y los manuales históricos de canto, enseñar una forma distinta de hacerlo. Un método que rechaza lo que se enseña en la actualidad, fundamentado en que cantar es un esfuerzo que busca más el espectáculo que la comunicación, con el resultado de que el número de jóvenes con nódulos y problemas en las cuerdas vocales, o que incluso tienen que pasar por el quirófano en la veintena, se ha disparado en las últimas décadas.

Raquel Andueza les escribió, y tuvo la fortuna de pasar el filtro y que se fijaran en su correo entre los más de 20.000 que recibieron a raíz del impacto del artículo. Tras una primera visita, «me dijeron que no me pasaba nada, que se trataba solo de ajustar, pero que tenía que parar ». Eso la llevó a cancelar toda su agenda, una decisión arriesgada por lo que supone abandonar los escenarios, y a instalarse en Osimo para ponerse totalmente en manos de sus nuevas profesoras. El ejemplo de Rafa Nadal, que por entonces habló públicamente de los problemas físicos que estaba atravesando, la terminó de convencer de dar ese paso y no ocultarse.

En Osimo comenzó una rutina de meses en la que se desconectó de cualquier cosa que pudiera distraerla , incluidas las redes sociales que introducen tanto ruido «e impiden que nos veamos a nosotros mismos». Comenzó una rutina de vida pausada que incluía paseos, ir al mercado, cocinar, hacer una hora de ejercicios en su apartamento y asistir a clase diaria con sus profesoras. Algo que era realmente destacable, porque no atienden a más de cinco alumnos al día . Además, de vez en cuando los horarios se trastocaban cuando alguna estrella del pop acudía también a las clases, parapetada en acuerdos de confidencialidad que resultaban difíciles de cumplir cuando la tranquilidad del pueblo se veía turbada por su llegada en coche con chófer y acompañada por su séquito.

Los ejercicios buscaban recuperar una forma natural de cantar que ha ido dejándose de lado. «¿Por qué los intérpretes de antes cantaban hasta que se morían, mientras que ahora, incluso las niñas de los concursos de talentos tienen problemas vocales?». La razón, para Brilla y Paglin, reside en que se ha perdido la técnica que dominaba hasta principios del siglo XX y que impartían grandes maestros especializados solo en el canto. En nuestros días, son raros los cantantes que no empiezan a tener problemas pasados los 35, y Andueza, que ahora también tiene sus propios alumnos, se ha encontrado incluso con adolescentes de quince años que ya tienen nódulos en las cuerdas vocales, «algo inaudito en un momento en el que la producción de colágeno de forma natural por parte de su cuerpo y el estado de su musculatura son perfectos».

Llegó la cura

A lo largo de esos cuatro meses, Andueza vio sorprendida cómo el problema iba desapareciendo, pero al mismo ritmo en que su propia voz parecía ir desaprendiendo. Llegó un momento que, a la hora de cantar, sentía como si hubiera vuelto al punto en el que se encontraba a los seis años, y a partir de ahí comenzó a hacer evolucionar la voz de una manera más natural. Por fin, cuando regresó a España, sentía que había recuperado la voz de cuando tenía veinte años, y cualquier temor a que el público no aceptara los cambios que se habían producido en ella se disiparon cuando su regreso a los escenarios fue celebrado . Irónicamente, sintió que llegaba a un punto óptimo justo cuando la pandemia arrasó el circuito lírico.

A cambio, ha aprovechado este tiempo para impartir clases a distancia en las que está ayudando a personas de España y de fuera de nuestro país. No solo cantantes, sino también actores, ejecutivas o particulares que ven cómo su voz se resiente de manera prematura. Aunque en el mundo académico no todos admiten el método de Brilla y Paglin, por lo que supone de poner en cuestión la manera en la que hoy en día se enseña el canto, y que la fama de los cirujanos que operan a las estrellas llega en algunos casos a las páginas del papel couché, Andueza está convencida de que basta ver en cualquier 'talent show' actual los aplausos enfervorecidos hacia aquellos cantantes de vena hinchada en el cuello y que parecen estar desgarrándose la garganta para darse cuenta de que el problema, lejos de desaparecer, no solo tiende a más, sino que está bendecido por los usos y costumbres de la industria musical. « Es una moda nociva . Tenemos que darnos cuenta de que tenemos solo dos cuerdas vocales y una sola voz y debemos cuidarla, porque es la que nos permite expresarnos, es el altavoz de nuestros pensamientos, de nuestras ideas. No la valoramos lo suficiente, y el uso de la voz está actualmente en un muy mal momento ».

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