Bad Bunny, chaparrón tropical para plantar bandera latina en el Sónar

El cantante boricua cerró las noches del festival antes de dejar en suspenso su carrera musical para centrarse en las protestas contra Ricardo Rosselló, gobernador de Puerto Rico

Bad Bunny, durante su actuación en el Sónar Efe

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En realidad ya estaban ahí, alimentando las horas golfas de la madrugada y articulando la programación más canalla del escenario SonarXS, pero tuvo que llegar Bad Bunny para que el Sónar se rindiese definitivamente al reguetón y los ritmos latinos. Así, casi quince años después de que Diplo abriese un gigantesco boquete en la membrana sintética del festival pinchando «Gasolina», el compatriota de Daddy Yankee remató la faena llevando su trap latino al prime time y transformando el SonarClub en un bullicioso y acalorado bailódromo.

Horas antes, la organización hacía balance y, además de lamentar que elementos extramusicales como el cambi de fechas y la huelga de riggers habían afectado negativamente al balance de final de asistentes, aseguraba que algo había cambiado en festival. Y es que, vino a decir Enric Palau, uno de los tres directores de la cita, si antes uno tenía la sensación de que el Sónar servía para anticipar el futuro, ahora el futuro ya estaba ahí, campando a sus anchas de escenario en escenario y trazando una nueva cartografía sonora que, siguiendo la línea de puntos, parecía conectar a Dellafuente con Bad Gyal y Cecilio G. y a estos con Bad Bunny.

Ambiente durante la actuación de Bad Bunny Sónar

Este último, con el festival buscando aún a esas 20.000 personas que han desaparecido de un año para otro, se reveló el sábado como un infalible quitapenas con una triunfal y humeante exhibición de orgullo boricua con inesperada derivada política. Y es que, recién llegado de las protestas contra el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, el cantante consiguió que parte del público se sumara al grito de guerra de «¡Ricky Renuncia!» mientras la pantalla ondeaba una gigantesca bandera puertorriqueña. Es más: Benito Antonio Martínez Ocasio, nombre que se ecuentra tras Bad Bunny, anunció su voluntad de dejar en suspenso su carrera musical hasta que Rosselló dimita. Perreo y reivindicación en el Sónar para apuntalar la gran noche de un artista al que no resulta fácil encuadrar.

De hecho, lo suyo no tiene tanto que ver con el reguetón puro como con una mezcla contrahecha de pop latino, rap al ralentí y una comunión con el público digna de la épica del rock and roll. Puede que su atuendo, con esa mosquitera facial y ese traje como estar a punto de embarcarse en un safari, resultase un tanto desconcertante y que proyecciones como las de «Estamos bien» chapoteasean alegremente en el terreno de lo naïf, pero todo encajaba en cuanto sonaban «Sensualidad» y «Soltera» y el público se retorcía de gozo.

Su despliegue, con sólo seis bailarinas y un discjockey, fue algo más modesto que el de J Balvin en el Primavera Sound, pero suplió con creces cualquier déficit escénico encadenando cañonazos de reguetón y trap como «200 MPH» y «Soy peor» y troceando himnos oscuros como «Otra noche en Miami», «Callaíta» y «Caro». También cayeron baladas introspectivas como «Amorfoda», pero si hubo un momento en el SonarClub entró en ebullición fue con «Mia» y, sobre todo, «I Like It», himno supersónico del que eliminó las voces de Cardi B y J Balvin para desatar una chaparrón tropical de impresión.

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