Alfredo Kraus, el gran señor del canto

Se cumplen hoy, 10 de septiembre, diecinueve años de la muerte del admirado tenor canario

Alfredo Kraus, en la ópera «Marina», en el Teatro de la Zarzuela ABC
Julio Bravo

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El 10 de septiembre de 1999 (hoy se cumplen diecinueve años) moría en Madrid, a los setenta y un años, el tenor canario Alfredo Kraus , uno de los más grandes cantantes de ópera del siglo XX. Se lo llevó un cáncer, pero en realidad murió de pena ; el fallecimiento, dos años antes, de Rosa, su mujer, había sido una losa demasiado pesada para él.

«Alfredo Kraus tenía carisma, algo que es imposible aprender, pues se nace con ello -decía el día de la muerte del tenor el director de escena Emilio Sagi -; cuando salía a escena en "Werther" le bastaba con decir la primera frase: "¿Es aquí la casa del Comendador?" para cautivar al público. Y es que hacía de cada palabra y cada frase una gran creación ».

Kraus, en la Casa de Colón en Las Palmas

Werther, el papel titular de la ópera de Jules Massenet , fue desde que lo incorporó a su repertorio a mediados de los años setenta, su principal caballo de batalla . La elegancia de su fraseo, su exquisita dicción, su dominio de la mezza voce y su distinción convertían en una soberana lección de canto cada representación de esta obra.

Pero no solo brilló como el héroe romántico creado por Goethe. Lo hizo con otros títulos de óperas francesas -« Fausto », «Romeo et Juliette», «Manon», « Les pêcheurs de perles », «Les contes d'Hoffmann»-, en las verdianas «Rigoletto» y « La traviata » y también en los repertorios belcantistas y mozartianos -«L'elisir d'amore», «I puritani», « Lucia di Lammermoor », «La sonnambula», «Don Giovanni»-.

No hay que olvidar sus incursiones en el mundo de la zarzuela, especialmente en dos títulos: « Doña Francisquita » y « Marina ». Con la primera reinauguró, en el año 1956, el Teatro de la Zarzuela, en unas históricas funciones dirigidas por José Tamayo que supusieron el descubrimiento del tenor; y la interpretó también, años más tarde, en el Liceo barcelonés. La grabó tres veces, y en dos ocasiones «Marina», uno de los últimos títulos que cantó en el Teatro de la Zarzuela, en 1994.

Alfredo Kraus, en «Werther»

El legendario tenor italiano Giacomo Lauri-Volpi , autor de un revelador libro titulado «Voces paralelas». definió a Alfredo Kraus como el máximo belcantista del siglo XX. La exquisita soprano alemana Elisabeth Schwarzkopf se refirió a él como «el tenor que posee la más óptima técnica vocal de nuestra época».

Debutó tarde para lo que suele ser habitual. Tenía 29 años cuando la Ópera de El Cairo le contrató para cantar «Rigoletto» y «Tosca». Pronto empezó a hablarse de un joven tenor rubio y de ojos azules, nacido en las Islas Canarias el 24 de noviembre de 1927, y que había llegado al canto empujado por su hermano Francisco. Tan solo dos años más tarde de aquellas funciones egipcias, el cantante vivía una velada que sería muy especial para él: su debut en Lisboa, con «La traviata», y al lado nada menos que de Maria Callas .

Kraus, en Lisboa con Maria Callas

La soprano griega había preguntado quién era ese joven desconocido con el que iba a cantar « La traviata ». «Su reacción -contaba Kraus a ABC años más tarde- fue la de una gran persona y una gran señora. No solo me felicitó muy sinceramente, sino que no quiso ninguna vez salir a saludar sola, y me cogió de la mano para que respondiera con ella a los aplausos del público». « Kraus, llega usted tarde para mí », le dijo Maria Callas después de su actuación lisboeta.

Otra legendaria cantante, la mezzosoprano Giulietta Simionato dijo en una ocasión: «Hacía ya mucho tiempo que había dejado de creer en la perfección. Pero lo que escuché de Kraus me hizo pensar que la perfección sí existe en algún caso rarísimo. La perfección, en todo caso, es hoy Alfredo Kraus».

Al término de su interpretación del aria «Fra poco a me ricoveró», de « Lucia di Lammermoor », en el Teatro Real de Madrid a principios de los ochenta, un espectador le gritó: «Perfecto». Este positivo adjetivo fue empleado, sin embargo, para atacarle por su pretendida frialdad a la hora de cantar, y para enfrentarle a otro de los tenores punteros españoles: Plácido Domingo .

El tenor junto a Teresa Berganza

Alfredo Kraus no lo reconocía, pero sentía envidia por el interés mediático de colegas suyos como el propio Plácido Domingo o José Carreras . No tenía reparos en criticar los conciertos multitudinarios y en lugares como los estadios de fútbol, aunque en los años sesenta él había protagonizado una función de « Rigoletto » en el estadio Insular de su ciudad natal, Las Palmas de Gran Canaria.

Y es que Kraus fue una figura popular en aquellos años, en los que sin embargo los medios de comunicación no tenían la repercusión que tuvieron en los ochenta y noventa, ya con las televisiones dominando el panorama. Pero el tenor protagonizó dos películas. En una de ellas, « Gayarre » encarnaba al mítico cantante navarro; en la segunda, « El vagabundo y la estrella », interpretaba a un célebre tenor (curiosamente apellidado Kaufmann) que viene a España huyendo de la prensa y, por diversos avatares, se ve obligado a vivir como un mendigo.

Diecinueve años después de su muerte, la figura de Alfredo Kraus permanece asociada a la de la elegancia y la exquisitez en el canto, una disciplina que él reconocía como artificial : «Nadie ha nacido para cantar -dijo a ABC en una entrevista-. Creo que ni siquiera hemos nacido para hablar. Pero cantar es fundamentalmente técnica. Aunque, curiosamente, este artificio no es más que una vuelta al origen. Un bebé es capaz de llorar sin enronquecer durante días. Si lográramos atrapar esa técnica conseguiríamos la clave del canto».

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